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Lula y Ortega piden gestos a Honduras y calma a Colombia y Venezuela

«En Sudamérica estamos dispuestos a construir la paz» y para eso es fundamental «recuperar la normalidad» en las relaciones entre Caracas y Bogotá, apuntó el mandatario brasileño.


Los presidentes de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y Nicaragua, Daniel Ortega, reiteraron este miércoles  que el golpe de Estado del año pasado en Honduras «es una herida que aún está abierta» y pidieron «calma» a Colombia y Venezuela ante la crisis diplomática que les enfrenta.

Tanto la situación en Honduras como la crisis colombo-venezolana fueron analizadas por ambos mandatarios durante una reunión privada, celebrada en el marco de la que ha sido la primera visita oficial de Ortega a Brasil.

Ambos jefes de Estado  dieron a entender que todavía no se han dado las condiciones necesarias para que sus gobiernos reconozcan como legítimo presidente de Honduras a Porfirio Lobo, quien asumió en enero tras haber ganado las elecciones convocadas tras el golpe que derrocó a Manuel Zelaya a mediados del año pasado.

«No podemos admitir que el golpe del 28 de junio del 2009 en Honduras se convierta en un incentivo para nuevas aventuras contra la democracia», subrayó Lula.

Ortega, por su parte, insistió en que «es necesario» que se creen «condiciones en Honduras» para que ese país sea reincorporado a la Organización de Estados Americanos (OEA) y al Sistema de Integración Centroamericano (SICA).

El presidente nicaragüense ha desconocido una decisión del SICA, tomada la semana pasada, mediante la cual se aprobó el reingreso de Honduras, en una reunión a la que Managua no envió representantes.

«Necesitamos trabajar para superar esa situación y que de esa forma el SICA también pueda ir desarrollando relaciones con la Unasur (Unión de Naciones Suramericanas) y buscar la integración latinoamericana», afirmó Ortega.

Con relación a la crisis colombo-venezolana, Lula destacó que, en su opinión, «no hay conflicto» más allá de lo «verbal» y consideró que es necesario «tener paciencia» y «calma» hasta el próximo 7 de agosto, cuando el actual presidente de Colombia, Álvaro Uribe, le entregará el cargo a su sucesor, Juan Manuel Santos.

Lula explicó que conversará sobre el asunto con el presidente venezolano, Hugo Chávez, durante la visita oficial que hará a Venezuela el próximo 6 de agosto y que ese mismo día viajará a Bogotá y hará lo propio con Uribe y con Santos.

«En Sudamérica estamos dispuestos a construir la paz» y para eso es fundamental «recuperar la normalidad» en las relaciones entre Caracas y Bogotá, apuntó Lula.

Sobre esa situación, Ortega recordó los conflictos que hace tres décadas sacudían a los países centroamericanos, que fueron superados cuando «hubo disposición para el diálogo» entre todas las partes involucradas, indicó.

En el caso de Colombia, declaró que «el conflicto interno, que trasciende las fronteras, debe resolverse primero con la voluntad de los colombianos por buscar acuerdos», lo cual sostuvo que ayudaría a reducir las tensiones regionales.

«También contribuiría a continuar con la nueva historia de unidad e integración que construyen los pueblos latinoamericanos», agregó el mandatario nicaragüense.

En el ámbito regional, Lula reiteró a Ortega su interés en que se retomen las conversaciones para un acuerdo comercial entre el SICA y el Mercosur (Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay), que se intenta desde 2004.

También apuntó que, durante la presidencia rotativa del Mercosur, que Brasil ejercerá a partir del próximo 3 de agosto, se trazará la meta de concretar esas negociaciones, «que serían fundamentales» para impulsar el comercio entre ambas regiones.

Durante su encuentro, ambos presidentes también pasaron revista a la agenda bilateral, con énfasis en planes de cooperación que Brasil apoya en Nicaragua en las áreas de agricultura, viviendas populares, salud, educación, energía y combate al hambre.

En ese sentido, Ortega destacó el apoyo que Nicaragua recibió de Brasil para la construcción de la represa hidroeléctrica de Tumarín, en la Región Autónoma del Atlántico Sur, que tendrá capacidad para generar 220 megavatios y cuyas obras han sido adjudicadas a un consorcio de capital brasileño.

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