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Afganistán: nueve años de intervención y principio del fin

Fernando Thauby
Por : Fernando Thauby Capitán de Navío en retiro
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La “Doctrina Wainberger” que resumió la experiencia de Viet Nam, particularmente su punto seis y último que dice “comprometer fuerzas de combate de los EE.UU. debería ser el último recurso”, se ha olvidado. Por su parte, Sun Tzu dice: “Si no puedes obtener el éxito, no uses tus tropas”.


La lógica básica de la política exterior norteamericana pos 11 de Septiembre – que incorpora algunos elementos existentes con anterioridad– fue enunciada formalmente por el Presidente de ese país en la Doctrina de Seguridad Nacional de los EEUU, (2002) y se apoya en una serie de afirmaciones que dan por válidas:

– Los estados fallidos o extremadamente débiles generan inestabilidad internacional debido a su incapacidad para producir los bienes públicos fundamentales: defensa, ley y orden; derechos de propiedad; gestión macroeconómica y riqueza, salud, educación, equidad, protección a los desvalidos, protección al medio ambiente, control de los monopolios, seguridad social.

– Esta incapacidad hace que en su seno se originen peligros que pueden extenderse a todo el sistema internacional: se hace necesario poner fin a desastres humanitarios o de salubridad; reconstruir sociedades devastadas por conflictos; impedir que el terrorismo se instale en el vacío de poder o dar a esos pueblos una oportunidad de desarrollo

– Estas situaciones de ingobernabilidad deben ser enfrentadas por alguien; hay dos opciones básicas: por los EE.UU. y la coalición de los voluntarios o por la comunidad internacional.

– La incapacidad para ejercer su propia soberanía hace que esos países no puedan reclamarla y ella pasa a ser asumida por la comunidad internacional.

– Una vez decidida la intervención – que puede ser preventiva o reactiva – hay que obtener tres objetivos: garantizar la estabilidad interna; crear instituciones estatales auto sostenibles, y potenciar la legitimidad de las nuevas autoridades.

– Esta “construcción de nación” es una tarea difícil y que, hasta ahora, no ha mostrado éxitos sólidos, pero hay que perseverar.

Sin cuestionar la certeza o la validez de estas afirmaciones esta política dio origen a la intervención en Afganistán el año 2001, esto incluyó la necesidad de intervenir en Tayiquistán, Turkmenistán y Uzbequistán, y a la intervención en Iraq el año 2003.

[cita]Si la guerra continuara indefinidamente, en algún tiempo remoto, podría ser que EE.UU tuviera éxito, el problema es que ningún país puede sostener una guerra extranjera indefinidamente.[/cita]

En Afganistán, mediante elecciones fraudulentas, se instaló al Presidente Karzai y se procedió a combatir a los Talibanes para producir la estabilidad mínima y, simultáneamente, proceder a la construcción de instituciones políticas y administrativas y legitimar a su gobierno. No se ha alcanzado el primer objetivo ni, obviamente, ninguno de los otros dos.

Si la guerra continuara indefinidamente, en algún tiempo remoto, podría ser que EE.UU tuviera éxito, el problema es que ningún país puede sostener una guerra extranjera indefinidamente, aún si dispusiera de otro millón de millones de dólares para sumar a los ya gastados.

Las bajas fatales norteamericanas, que al 2 de Julio del 2010 suman 1.073 (1822 para la coalición en su conjunto)- en Afganistán, Pakistán y Uzbequistán -más otros 100 muertos en operaciones relacionadas con las acciones en ese país – y 6.622 heridos – mutilados y inválidos-, elevan la carga social hasta un nivel que la opinión pública ya no quiere aceptar.

La limitada disponibilidad de personal hace que las fuerzas terrestres vayan ya en la tercera vuelta de relevos, cansancio que se refleja en 3.649 desertores.

Pero aun esto sería remontable si no concurrieran otros factores que la prolongación de la guerra hace cada día más críticos: la percepción de inequidad en cuanto al esfuerzo norteamericano respecto a sus aliados; los cambios en cuanto a las razones que el liderazgo político da para fundamentar la continuación de la guerra; el sumar esta guerra a la impopular guerra de Iraq y la creciente sensación de que la guerra no se está ganado.

Las dos preguntas claves sobre Afganistán son: (1)¿Puede ganarse esta guerra? y (2) si es así ¿cómo?

El liderazgo político no ha podido dar respuestas convincentes y peor aún envía señales contradictorias e incoherentes: asegura que intenta ganar la guerra y cambia de estrategia con demasiada frecuencia; dice que es una guerra que se mide por resultados y no por tiempos y pone fecha de término a la misma; el liderazgo político no coincide con el liderazgo militar; confía en un líder local desacreditado por corrupto y le entrega más y más recursos sin que se vean resultados. Los aliados abandonan la guerra y reducen sus fuerzas en presencia hasta ser meros “símbolos”.

La ausencia de objetivos políticos claros, la imposibilidad de identificar objetivos militares que se mantengan el tiempo suficiente para ser alcanzados y las divergencias político-militares traen a la mente el ominoso recuerdo de Viet Nam.

La “Doctrina Wainberger” que resumió la experiencia de Viet Nam, particularmente su punto seis y último que dice “comprometer fuerzas de combate de los EE.UU. debería ser el último recurso”, se ha olvidado. Por su parte, Sun Tzu dice: “Si no puedes obtener el éxito, no uses tus tropas”.

La derrota está ad portas y no le hará bien a nadie. Algunos matones se envalentonarán, algunos bandidos se pondrán más audaces. Chile vivirá en un mundo más incierto, inseguro e inestable.

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