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Entre tanques: así se ve Siria por dentro

Un periodista del diario The Times entró a Siria como turista, fue detenido, pero logró ver de primera mano lo que ocurre en las calles y el campo. Este es su recuento.


Desde que comenzó la revuelta social en Siria, las autoridades han prohibido el acceso al país a todos los periodistas extranjeros.

Pese a ello, el jefe de corresponsales del diario británico The Times, Martin Fletcher, pudo pasar ahí la última semana.

Haciéndose pasar por turista, Fletcher llegó hasta Homs, la tercera ciudad más importante del país, que se convertido en uno de los focos rojos de la confrontación entre manifestantes y fuerzas gubernamentales.

Reportes recientes indican que tanques del ejército han dirigido sus baterías a algunas de las zonas residenciales. Habitantes de Homs hablan de estado de sitio y falta de agua, electricidad y acceso a atención médica.

Según organizaciones defensoras de los derechos humanos en Siria, tras más de ocho semanas de manifestaciones antigubernamentales, al menos 750 personas han muerto en medio de la violencia que se ha desatado en el país del Medio Oriente.

La Unión Europea decidió sancionar a 13 autoridades del gobierno sirio con prohibiciones de viajar a Europa y la congelación de fondos que los afectados tienen en territorio europeo.

Martin Fletcher pasó seis días en Siria, pero el domingo en la ciudad de Homs fue detenido por las autoridades durante seis horas. Así se ve Siria por dentro, según la entrevista que concedió a la BBC.

¿Cómo fue tratado por quienes lo detuvieron el domingo?

Fui tratado con bastante amabilidad, me cuestionaron con mucho rigor. Revisaron mi cámara, mi teléfono celular, buscando fotografías que me incriminaran. La historia no es que me hayan detenido, sino lo que vi cuando fui detenido.

Fui llevado desde un puesto de vigilancia en la orilla de la ciudad a un sótano sin ventanas dentro de un edificio gris de departamentos.

Lo primero que ví al entrar ahí fue una montaña de cordones de zapatos y cinturones junto a la puerta de acero.

En cuanto entré junto con el taxista que me acompañaba, la puerta estaba abierta y lo que vi dentro fue decenas de jóvenes sentados en el suelo, apretujados.

Y durante las seis horas de mi detención, más jóvenes eran llevados a ese cuarto a intervalos regulares.

Era muy claro que lo que ocurría: el régimen estaba deteniendo y encerrando a cualquier joven en edad para combatir.

¿Con la intención de detener las protestas?

Para impedir que protesten, para expandir el temor y la intimidación. Esto ocurre en la ciudad de Homs, uno de los focos rojos de la revuelta. Llegué ahí alrededor de las 4.30 de la tarde y la ciudad se encontraba literalmente bajo ley marcial.

Las calles estaban casi desiertas. Había policías y hombres armados en cada esquina. Los edificios gubernamentales estaban protegidos con costales de arena.

Tomé un taxi que me llevó a algunos de los distritos más pobres y tensos y en cada intersección importante había cuatro tanques, apuntándose uno al otro, protegiendo las entradas.

En la orilla de la ciudad, cuando me dirigía al norte hacia Aleppo -segunda ciudad siria, después de la capital- conté al menos 100 tanques.

Usted viajó desde Jordania, en el sur. ¿Pudo darse cuenta de cuán extensa es o cuánto apoyo tiene la protesta?

Sí, cubrí las revoluciones egipcia y libia este año y en Siria es diferente. Creo que es el desafío mayor que ha enfrentado la dinastía del presidente Bashar al-Assad en sus 41 años, pero me parece que el régimen va a tener éxito en el corto plazo.

Se puede medir el número de manifestantes y ascienden a decenas de miles, no cientos de miles.

El presidente Assad aún sigue siendo bastante popular, si se le compara con Gadafi y Mubarak, entre sectores significativos de la población.

El régimen está relativamente unido, el ejército no se ha dividido como ocurrió en Libia y no se está haciendo a un lado como hizo el de Egipto.

En contraste, los manifestantes están esparcidos, no tiene un punto focal como la plaza egipcia Tahrir, hay muy poca coordinación.

¿Pudo percibir que hay confianza en el presidente Assad de que aplique las reformas?

No vi ningún indicio de eso en absoluto. Lo que han mostrado las últimas siete semanas es que está lejos de ser el reformista que muchos esperábamos que fuera.

La única área donde ha introducido reformas es en la economía.

La paradoja es que como resultado de lo que ha ocurrido en las últimas siete semanas, Siria está ahora en la lista de países paria: no habrá más inversión extranjera de occidente, la industria del turismo, que asciende a 15% del producto interno bruto, se ha colapsado por completo. Sólo vi a otros dos turistas en Siria en los seis días que estuve ahí.

El gobierno está imprimiendo dinero para poder elevar salarios y subsidiar la gasolina. Es muy probable que la economía comience a hundirse. En seis meses, las clases medias que no se han unido a esta rebelión podrían repensarlo y Assad podría enfrentar un movimiento de protesta nuevo y más fuerte.

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