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Diez años después, De la Rúa pide disculpas pero volvería a actuar igual

En la memoria de los argentinos está todavía muy fresca la imagen del helicóptero que le sacó de la Casa Rosada en la tarde del 20 de diciembre de 2001, tras una jornada de violencia que dejó cinco muertos en Buenos Aires y en medio de la mayor crisis económica y social de la democracia argentina.


Diez años después de abandonar la Presidencia en medio de la más grave crisis de Argentina, Fernando de la Rúa se disculpa por sus errores, pero se declara víctima de un «golpe de Estado civil» y asegura que volvería a actuar como lo hizo para enfrentar el desastre.

A sus 74 años, el abogado De la Rúa vive totalmente apartado de la política y de la escena pública, olvidado por su partido, la Unión Cívica Radical, y dedicado a preparar unas memorias «tolerantes, sin rencores» para contar «la humilde verdad» y a esperar el juicio pendiente en su contra por sobornos en el Senado.

Pocos recuerdan ya que el expresidente llegó al poder en diciembre de 1999 con el 48,5 por ciento de los votos al frente de la Alianza por el Trabajo, tras una exitosa carrera como senador que que le llevó a ser el primer jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires (1996-1999).

«Asumo mis errores y pido disculpas», sostiene en una entrevista con Efe que se desarrolla en un sobrio despacho de abogados del microcentro porteño al que acude vestido con chaqueta azul, corbata pantalón gris, una indumentaria «aburrida» como podrían pensar sus detractores evocando el «dicen que soy aburrido» que popularizó como eslogan de la campaña electoral que le condujo a la Presidencia.

En la memoria de los argentinos está todavía muy fresca la imagen del helicóptero que le sacó de la Casa Rosada en la tarde del 20 de diciembre de 2001, tras una jornada de violencia que dejó cinco muertos en Buenos Aires y en medio de la mayor crisis económica y social de la democracia argentina.

«Me tocó un tiempo muy difícil», afirma el exmandatario, que se ciñe al guión que ha repetido durante la última década sobre la «conspiración» que acabó con su Gobierno en apenas dos años.

La suya fue la crónica de una retirada anunciada: hacía meses que su Gobierno se tambaleaba, abandonado por su propio partido, acosado por la oposición peronista y cuestionado por los organismos financieros internacionales.

Para afrontar la crisis, «se necesitaba una dosis de comprensión y patriotismo», que De la Rúa no encontró ni en sus propias filas ni en la oposición peronista que, denuncia, «mantuvo una conspiración y dio el primer golpe de Estado civil que se recuerda en la Historia».

«Fue un error pensar que el justicialismo asumiría una actitud patriótica y no que avanzaría contra el gobierno y que el Fondo Monetario Internacional estaría a la altura de su responsabilidad», pero «cuando vienen los tiempos difíciles, unos están a la altura y otros no. No tengo reproches para nadie, asumo las cosas como son».

Demasiados errores para un país al borde de la quiebra, con un presidente aislado que buscó una salida milagrosa en las recetas de un polémico ministro de Economía, Domingo Cavallo, el impulsor de la dolarización durante la era de Carlos Menem y, ya con de La Rua, del «corralito», la restricción de la retirada de fondos de los bancos.

«El corralito fue una desgracia necesaria ante una corrida bancaria (retirada masiva de fondos). Era inevitable. Lo reconozco como un dolor, no como un error, era imprescindible», sostiene el expresidente, para quien el más grave daño vino con Eduardo Duhalde, que en 2002 decretó como presidente el «corralón», la pesificación de los ahorros en dólares que afectó a cientos de miles de personas.

«Duhalde directamente se apropia de los fondos. Yo nunca hubiera permitido hacer el corralón», afirma De al Rúa, que acusa al dirigente peronista de encabezar la «conspiración» y el «golpe de Estado civil» en su contra.

«Duhalde había avisado meses antes a Aznar (el hoy expresidente del Gobierno español José María Aznar) de que iba a asumir el gobierno en diciembre, lo cual confirma el golpe», insiste De la Rúa, que reconoce que nunca ha encarado al peronista para hablar del tema.

Precisamente el «golpe» -continúa- fue el origen de la violencia que se desató durante esa semana trágica porque «el justicialismo (peronismo) trajo gente para provocar», denuncia el expresidente, que carga sobre sus espaldas el «dolor» por las víctimas, más de una treintena en todo el país.

«Jamás el gobierno dispuso represión y los incidentes violentos han sido el pesar más grande que llevo en mi espíritu. La represión en modo alguno se debió a una orden del presidente», subraya.

«Llevo el pesar de que me tocase una época tan difícil», insiste el exmandatario, convencido de que «en la misma situación, cumpliendo su deber, cualquier haría lo que yo hice».

De la Rúa cree que si le hubieran dado un margen razonable podría haber remontado la crisis. «Yo tuve el viento de cola, ahora Argentina tiene el viento a favor», reflexiona, mientras parece congratularse por la crisis global que ha golpeado a Estados Unidos y a Europa.

«Siempre se hace leña del árbol caído», pero ahora «la gente se da cuenta de la buena fe con la que actué» porque «en un mundo globalizado, los problemas del mercado nos afectan porque no hay reglamentación y golpean sociedades y estados».

Tras su experiencia, De la Rúa se permite dar consejos a los gobiernos europeos para salir de la crisis: «No sólo hay que dar créditos para pagar las deudas sino para reactivar la economía».

Un valioso consejo que él mismo no supo, o no pudo, aplicar durante su mandato.

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