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La única hija de Stalin muere en Estados Unidos

Nacida Svetlana Stalina, luchó por disociar su nombre del de su padre, el exlíder soviético, a quien repudió. En EE.UU. cambió su apellido y fue usada como herramienta de propaganda en el momento álgido de la Guerra Fría.


La única hija del ex líder soviético Josef Stalin, que desertó de la Unión Soviética a los 41 años de edad y denunció el comunismo, murió el lunes de la semana pasada de cáncer de colon en un asilo de Richland, en Wisconsin, norte de los Estados Unidos, a los 85 años, según informaron las autoridades locales al servicio ruso de la BBC.

La información fué presentada originalmente por The New York Times en su edición del lunes, dando cuenta de la compleja vida que tuvo Svetlana Peters, como pasó a llamarse desde su matrimonio en 1970 con el arquitecto estadounidense William Wesley Peters.

Svetlana Peters intentó huir de la asociación con su padre, a quien calificó como un «monstruo moral y espiritual».

«Siempre seré una prisionera política del nombre de mi padre», dijo en una reciente entrevista con el diario Wisconsin State Journal.

A pesar de ello, escribió cuatro libros, entre ellos dos memorias que se convirtieron en best sellers.

Prueba de ese conflicto de identidad es el hecho de que se cambió el nombre en dos ocasiones a lo largo de su vida.

Nació como Svetlana Stalina, el 28 de febrero de 1926, y adoptó el apellido de su madre, Alliluyeva, tras la muerte de su padre en 1953.

Propaganda

Su huida a Estados Unidos, ayudada por la CIA, fue usada como un golpe propagandístico por EE.UU., entonces enfrascado con la URSS en la llamada Guerra Fría.

Parte del motivo por el que se convirtió en una desertora residía, según explicó más tarde ella, en el tratamiento que las autoridades soviéticas dieron a su marido, Brijesh Singh, un comunista de origen indio.

Peters fue a India en 1966 a dispersar las cenizas de Singh, pero en lugar de volver a la Unión Soviética entró en la embajada de EE.UU. para solicitar asilo político. Previamente se había comunicado con el embajador estadounidense en Rusia para acordarlo todo.

Quemó su pasaporte, denunció al comunismo y a su padre, considerado el responsable de la muerte de decenas de millones de sus compatriotas.

Se instaló en EE.UU. adonde llegó en busca de la «libertad de expresión que le había sido denegada durante mucho tiempo en Rusia».

Los líderes soviéticos trataron de desacreditarla. El premier Alexei Kosygin la tachó de «moralmente inestable» y «persona enferma».

Su primera memoria, «Veinte cartas a un amigo», fue publicado en 1967 y le sirvió para embolsarse US$2,5 millones.

Pero en los 1984 también renunció a la vida en EE.UU. y volvió a la URSS para reencontrarse con sus familiares (donde renegó de todo lo que había dicho en EE.UU. y dijo que no había gozado de un sólo día de libertad en Occidente) aunque acabaría arrepintiéndose tras pelearse con ellos y regresando dos años después, de nuevo a Estados Unidos. Allí aseguró que nunca había renegado de occidente, que todo había sido una mala traducción

En una entrevista en 1990 con el diario The Independent, Peters dijo que no tenía dinero y que vivía con su hija Olga, nacida de su relación con el arquitecto Wesley Peters, de quien se había divorciado.

Su imagen

Peters, que tenía seis años cuando su madre se suicidó, mantuvo en su infancia una relación cercana con su padre, quien la llamaba su «pequeña gorriona».

De joven fue una celebridad en su país y miles de bebés fueron bautizados con su nombre, Svetlana. Pero en los años finales de Stalin creció la distancia entre ambos. Tras la muerte de su padre en 1953, su estatus se redujo. Mientras vivió en la Unión Soviética se casó tres veces y tuvo dos hijos.

En Estados Unidos se casó sólo una vez y tuvo una hija.

«La gente aquí en EE.UU. dice a veces ‘la hija de Stalin, la hija de Stalin’, como si yo fuera capaz de darme la vuelta con un rifle y dispararles», dijo Peters en una ocasión.

«O también dicen ‘No, no pasa nada, vino aquí. Es una ciudadana estadounidense’. Eso parece significar que soy capaz de usar una bomba contra los otros».

«No, no soy ninguna de esas dos representaciones. Estoy en un lugar intermedio que no pueden comprender».

Aunque Peters condenó el régimen de su padre, también culpó a otros líderes comunistas de la Unión Soviética por enviar a millones de personas a los campos de trabajos forzosos.

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