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Túnez celebra su primer año sin el dictador Zine el Abidine Ben Ali

Multitudinarias marchas y concentraciones marcaron los festejos, oportunidad en que las nuevas autoridades destacaron que siguen en el camino para consolidar la democracia.


Miles de tunecinos se concentraron este sábado en la avenida Burguiba, corazón de la capital del país, para celebrar junto a las nuevas autoridades políticas un año sin dictador, en una jornada en la que destacó la presencia de cuatro jefes de Estado árabes.

Hoy, hace un año, que el presidente Zine el Abidine Ben Ali, acosado por unas protestas callejeras incontenibles que habían tambaleado el régimen, y abandonado por el Ejército, huyó en un avión junto a su esposa Leila Trabelsi con destino a Arabia Saudí, donde reside desde entonces.

«Tras derrocar al tirano, el pueblo quiere ahora que se instaure una justicia independiente, no al servicio de una persona o de un partido, que se consolide la democracia, que se impida una regresión al pasado y que se estrechen los lazos para construir un Magreb árabe unificado», declaró el actual presidente Moncef Marzuki.

El jefe del Estado fue elegido tras las primeras elecciones democráticas del país del pasado 23 de octubre.

Los discursos de Marzuki, del resto de autoridades tunecinas y de los dirigentes árabes invitados, entre los que se encontraban los jefes de Estado de Argelia, Catar, Libia y Mauritania, fue precedido por una multitudinaria marcha y numerosas concentraciones que confluyeron en la avenida Burguiba.

Por un lado, los seguidores del partido islamista en el poder, Al Nahda, los rigoristas religiosos del Hizb Atahrir o seguidores de la corriente salafí vestidos con ropas tradicionales lanzaron lemas religiosos y dieron la bienvenida al emir de Catar, Hamad bin Jalifa al Zani, cuyo país pasa por ser uno de los principales valedores de las revueltas árabes.

Por otro, simpatizantes del marxista Partido Nacional Patriótico y leninistas del Partido de los Obreros Comunistas Tunecinos gritaban contra la presencia del emir catarí, a quien acusan de apoyar a los más religiosos, y mostraban su rechazo a la llegada al poder del islám político, gritando consignas como: «Ni califato ni Catar, libertad, libertad».

Asimismo, en la avenida confluyeron familiares de las víctimas fatales en las revueltas, que exigían a Arabia Saudi la expatriación de Ben Ali y su mujer, y activistas de derechos humanos que se acercaron al centro de la capital para participar en los festejos.

Paralelamente, miles de obreros y profesionales liberales se concentraron frente a las puertas de la sede del sindicato mayoritario, Unión General de los Trabajadores Tunecinos, desde donde partió una marcha con motivo del primer aniversario del fin de la dictadura.

Un responsable de la sección local de Amnistía Internacional destacó la gran movilización popular en las celebraciones, que, recordó, era algo impensable en la era de Ben Ali, aunque confesó que le hubiera gustado que todos marcharan unidos «bajo la bandera de Túnez».

Aunque todos celebraban la misma fecha, el 14 de enero, y el mismo hecho, la caída de Ben Ali, banderas negras con citas coránicas de los creyentes más rigoristas y enseñas rojas con la hoz y el martillo de los comunistas, ondeaban como ejemplo de las diferencias políticas de los tunecinos.

Mientras seguidores de las distintas corrientes se concentraban de manera pacífica en la principal arteria capitalina, las nuevas autoridades y sus invitados se daban cita en el Palacio de Congresos para alabar la que se conoció como la «Rebelión de los jazmines» y que todos coincidieron en calificar como un modelo para el mundo.

El acento de los discursos, enfocados como el del presidente argelino Abdelaziz Buteflika, en la «tunicidad» de la rebelión, ajena a injerencias extranjeras, así como la presencia únicamente de jefes de Estado y dirigentes árabes, confirió un claro matiz árabe y magrebí a la celebración oficial.

El único país del Magreb árabe que no envió a su jefe de Estado fue Marruecos, que encargó al ministro de Exteriores la representación del país.

En sus discursos, tanto Buteflika, como el presidente del Consejo Nacional de Transición (CNT) libio, Musta Abdulyalil, el presidente de Mauritania, Mohamed Ould Abdelaziz y las autoridades tunecinas llamaron al relanzamiento del estancado proyecto para la creación de la Unión del Magreb Árabe.

Futuro, retos políticos y compromisos democráticos centraron la jornada festiva de la todavía joven transición, que acaba de cumplir un año, y que aún continúa amenazada por una crisis económica, social y laboral heredada del antiguo régimen y agravada por la inestabilidad que siguió al derrocamiento de Ben Ali.

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