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La pobreza que puso en jaque a un gobierno

La pobreza que puso en jaque a un gobiernoPrimer ministro Holanda El ejecutivo de Holanda, una de las economías más firmes de Europa, cayó por los duros recortes. Detrás de ese golpe crece el desempleo y las colas de quienes buscan alimentos en comedores públicos.


Los Países Bajos, hasta ahora una de las economías más estables de Europa acaba de ver la caída de su gobierno como consecuencia del peso de la crisis y de los recortes y se enfrenta a un aumento de personas que viven al límite.

El colapso del gobierno de Mark Rutte, que buscaba recortar US$21.000 millones para alcanzar el objetivo de déficit del 3% impuesto por la Unión Europea, es la cima de una pendiente de problemas que no sólo está afectando a la economía del país sino al día a día de muchos holandeses que luchan contra las dificultades derivadas de la crisis.

Rutte renunció ante la falta de apoyo del ultraderechista Partido de la Libertad, que calificaba los recortes de desmesurados.

Pero, detrás de esta crisis política, las filas de desempleados y familias de escasos recursos crecen silenciosamente desde finales del año pasado. Según los comedores públicos de Ámsterdam, el número de personas que acude a pedir sus servicios creció en un 10% mensual en los últimos cinco meses.

Ahora, más de 60.000 personas dependen de los comedores sociales en todo el país.

El hambre no es un concepto que se asocia con una de las economías más fuertes de Europa. Sin embargo, las medidas de austeridad adoptadas por el gobierno están teniendo un impacto social que muchos califican de dramático.

Los Países Bajos están en recesión y el desempleo afecta a un 6% de la población, el nivel más alto en seis años. Pero, a pesar de que esta cifra es baja en comparación de la de otros países de la eurozona -como España, donde supera el 20% o Francia, donde ronda el 10%-, uno de cada seis hogares tiene dificultades para cubrir los gastos de la compra semanal.

1.300 familias a la semana

En uno de los cinco comedores públicos que tiene Ámsterdam, un grupo de voluntarios corre frenéticamente de un lado al otro organizando cajas con donaciones de alimentos. Es temprano y tienen que dejarlo todo listo antes de que el lugar se llene de gente.

Durante los últimos meses, el centro ha experimentado una afluencia de público sin precedentes.

«La demanda ha ido creciendo durante un tiempo pero en los últimos meses se ha desbordado. Estamos atendiendo a unas 1.300 familias a la semana», comentó a la BBC Piet van Diepen, del Banco de Alimentos de Amsterdam.

«Estamos viendo los efectos de la crisis. Estas personas no tienen trabajo, tienen poco dinero y muchas deudas. El gobierno además está reduciendo las prestaciones sociales, así que tienen que venir aquí», agrega van Diepen.

«A veces sólo hay lechuga»

Petra es una de las primeras en entrar en la sala. Cargando dos grandes bolsas de compra explora el interior de las cajas.

«Esta es una buena semana. Hay gran cantidad de galletas, frutas, verduras para los macarrones o los espaguetis, de manera que es maravilloso. A veces sólo hay lechuga», detalla a la BBC.

Petra lleva tres años acudiendo al banco de alimentos.

«Gano €50 (US$50) a la semana. Con ese presupuesto es imposible alimentar a una familia. Si no fuera por las donaciones tendría que dedicarme a robar porque de lo contrario no comeríamos», detalla mientras llena de alimentos sus bolsas gastadas.

«Hay mucha pobreza en Holanda, pero está escondida», señala.

Los efectos de la austeridad

A pocos kilómetros del banco de alimentos se encuentra uno de los bares de moda de Ámsterdam, Basis Bar.

El lugar está repleto de comensales decididos a no dejar que la crisis económica altere sus agendas sociales.

Al bar se puede llevar comida para calentar en hornos microondas de forma gratuita. Lo único que hay que pagar es la bebida.

Una pizza de mozzarella y rúcula da vueltas en el microondas detrás de la barra, mientras que Sophie saca de una bolsa la ensalada que compró en el supermercado.

«Es demasiado caro comer fuera pero esto es genial porque no gastas mucho. La ensalada me costó €5 (US$6.5) cuando en un restaurante normal puede costar el doble o el triple», comenta.

Basis no fue diseñado específicamente para beneficiarse de la caída financiera, pero el propietario, Michiel Zwart, ha notado un aumento de la clientela.

«La gente no tiene dinero extra para comer fuera. Lo que tratamos es que todavía se pueda salir con amigos sin tener que pagar un precio muy alto por la comida», explica a la BBC.

«Hay gente que trae enormes ollas de sopa hechas en casa. Se calientan unos bocadillos en el horno y tienes una buena cena a un presupuesto muy bajo», agrega.

El bar también permite que los clientes laven sus platos.

Cocina de supervivencia

En el otro lado de la ciudad, Denise Dulcic, de 32 años de edad, cocina sin parar frente a una estufa caliente.

«¿Salir a comer? Olvídate», exclama sonriendo.

Cuando el gobierno holandés redujo los fondos para la educación especial, Denise perdió su trabajo como psicóloga de niños y desde entonces no ha podido encontrar un puesto.

«Ahora cocino para sobrevivir. Tengo experiencia y cualificación para otro tipo de trabajos pero no hay», detalla.

Denise se gana la vida con un sistema denominado Tweetje Mee (mesa para dos), que permite a muchos holandeses cocinar su comida y luego vender lo que sobra sin necesidad de tener un local o un restaurante.

Ella combina la cocina con terapias pero admite que vive al día.

«Es un muy difícil reunir el dinero para pagar el alquiler. La gente tiene miedo por la crisis. Me gusta cocinar pero ahora lo hago porque es mi única manera de sobrevivir», subraya.

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