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Pedro J. Ramírez deja la dirección del diario El Mundo por presiones del gobierno español y se despide con memorable columna Estuvo 25 años a cargo del periódico madrileño

Pedro J. Ramírez deja la dirección del diario El Mundo por presiones del gobierno español y se despide con memorable columna

«Está claro que Mariano Rajoy apuesta por el mito de ‘un Gobierno sin periódicos’ –en realidad sueña con un Gobierno sin país– y ha optado por convertir la crítica y la denuncia en una mercancía cada vez más onerosa para los editores. No es extraño que en Unidad Editorial la cuerda se haya roto por mi cintura», sostuvo el periodista.


El periodista español Pedro José Ramírez Codina, más conocido como Pedro J. Ramírez, escribió su última columna como director del diario El Mundo.

En ella, el profesional deja en claro que, si de él dependiera, habría seguido en su cargo «no ya este año, no ya los tres años más que me quedaban de contrato, sino toda la vida». De hecho, revela que si le volvieran a ofrecer el puesto, lo aceptaría de nuevo sin parpadear.

Pedro J. Ramírez reconoce además que «en muchas ocasiones –y especialmente durante los durísimos años de crisis económica y putrefacción política– he tenido la sensación de estar atrapado por el deber de actuar en contra de mi propia conveniencia. Pero si eso era una cárcel de agobios y tensiones, yo quería cadena perpetua».

En ese sentido, hace énfasis en que «en tiempos y circunstancias distintas me han destituido dos veces como director. Hace 25 años bajo un Gobierno del PSOE, ahora bajo un Gobierno del PP». Y, entonces, recuerda las veces que ha recibido presiones de parte del gobierno de Mariano Rajoy:

«Prefiero que sean otros los que interpreten la secuencia de los acontecimientos desde que volví a ser reportero por un día y reflejé las revelaciones de Bárcenas sobre la financiación ilegal del PP y los sobresueldos de sus jefes; desde que publicamos los SMS de Rajoy instando a ‘resistir’ al ex tesorero aun después de que se descubriera su fortuna en Suiza; desde que el presidente acusó en el Parlamento a EL MUNDO de ‘manipular y tergiversar las denuncias de un delincuente para generar una calumnia’; desde que pocos días después demostramos que quien había ‘manipulado y tergiversado’ había sido él, reproduciendo la suculenta nómina de Bárcenas cuando ‘ya no estaba en el partido’; desde que descubrimos que la Fiscalía investigaba las percepciones del marido de María Dolores de Cospedal en el banco resultante de la fusión con Caja Castilla-La Mancha; desde que ella declarara poco después en sede judicial, sin venir a cuento, que ‘no leía’ EL MUNDO y desde que el Gobierno y la cúpula del PP en pleno boicotearan con ostentación e infamia un acto del significado de la entrega de los Premios Internacionales de Periodismo -con Vargas Llosa entre los receptores–, instituidos en memoria de tres compañeros que dieron la vida por la libertad de prensa. El poder había convertido a EL MUNDO en un apestado y las grandes empresas del Ibex –salvo honrosas excepciones– actuaron en consecuencia».

«Nunca sabremos si yo continuaría siendo el director de EL MUNDO de no haber sucedido todo esto y de no haberse entreverado tales episodios con los de Botsuana, Corinna, Urdangarin y la Infanta. Debo admitir que lo anómalo no es que el propietario de un periódico decida cambiar al director, sino que haya mantenido durante 25 años al mismo. De ahí que mi gratitud hacia los sucesivos dirigentes del grupo RCS –desde el legendario Cesare Romiti hasta el actual consejero delegado Pietro Scott Jovane pasando por el gran Vittorio Colao– por la confianza depositada tan larga y reiteradamente supere con creces el disgusto actual», declara.

«Todo administrador debe velar por los intereses de sus accionistas y es innegable que las relaciones con el Gobierno y las demás instituciones del Estado forman parte del marco en el que desarrolla su actividad una empresa periodística e inciden en la marcha del negocio. En un momento tan difícil para el sector como éste, el Ejecutivo de Rajoy podía haber tomado medidas que paliaran el impacto del desmoronamiento de una inversión publicitaria que –se dice pronto– ha caído en los periódicos desde los más de 2.000 millones de 2007 a los apenas 700 de 2013», indica.

«No estoy hablando de ayudas directas sino de planes de reconversión tecnológica, formación de periodistas, digitalización o fomento de la lectura, análogos a los de otras democracias. En lugar de ello se nos ha obligado a pagar el error administrativo del anterior Gobierno en la adjudicación de las licencias de la televisión y se mantiene el IVA del 21% para los diarios digitales frente al 2,5% de Francia. Está claro que Rajoy apuesta por el mito de ‘un Gobierno sin periódicos’ –en realidad sueña con un Gobierno sin país– y ha optado por convertir la crítica y la denuncia en una mercancía cada vez más onerosa para los editores. No es extraño que en Unidad Editorial la cuerda se haya roto por mi cintura», insiste.

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