Publicidad
BBC News Mundo
Rusia y su imitación de la propaganda soviética La oposición a Putin se siente sitiada

Rusia y su imitación de la propaganda soviética

En el interior del país existen sectores reciben con beneplácito las sanciones porque quieren que Moscú rompa relaciones con Occidente y que el Presidente debería invadir (y seguramente lo hará) el este de Ucrania. Sin embargo, el lenguaje que se utiliza es el del posmodernismo, no el de la religión, y el enfoque es político y no espiritual.


Mientras que Occidente continúa amenazando a Rusia con más sanciones por su comportamiento con Ucrania, los críticos de Moscú señalan cómo el mensaje que está siendo difundido por los medios nacionalistas rusos recuerda a la maquinaria propagandística de la antigua Unión Soviética, como cuenta la corresponsal diplomática de la BBC, Bridget Kendall.

Moscú se encontraba en medio de una ola de calor cuando llegué. El embriagante aroma de lila y las cálidas noches sacaban a la gente a la calle.

Una noche, sobre la ribera del río Moskva, un grupo de estudiantes embriagados intentó entablar una conversación conmigo y, luego, se alejaron tambaleantes por la calle.

Siempre hay un cierto aire de celebración por esta época del año, quizás por la confianza de que el invierno terminó y que llegaron unos pocos y preciados meses de sol.

Pero, este año, la euforia viene anclada a un sentido de haberle demostrado al mundo que los rusos pueden ser los primeros. Una oleada de autoestima después de la humillación del colapso postsoviético.

«Vamos sobre ruedas», me comenta un editor de televisión rusa. «Ya nadie nos puede parar».

«Primero, las Olimpíadas de Sochi, luego, recuperamos Crimea», dice otro hombre con el que me topo en la Plaza Roja. «Y, ahora, hemos ganado el campeonato mundial de hockey sobre hielo también».

Es como si todos fueran espectadores de un evento deportivo, o estuvieran viendo un concurso en televisión -un placer a distancia, como si esta orgía de patriotismo ruso no tuviera consecuencias, así que no vale la pena pensar a dónde podría conducir.

Para ser justos, muchas personas están viendo el desenlace de los eventos en televisión.

El volumen de diferentes canales controlados por el estado es abrumador. Todos pulidos y bien financiados, cada uno con su versión levemente diferente -pero a últimas igual- de la noticia, horas de reportajes de impacto, emocionalmente cargados, con música punzante que acelera el corazón.

Es difícil no sentirse atraída.

Y sobre Ucrania hay un sólo mensaje -que la violencia en el este de Ucrania es toda la culpa de Kiev, que en Ucrania pululan neonazis y fascistas que odian a Rusia, y que es el gobierno de Estados Unidos quien alimenta la crisis detrás de bambalinas, mientras que Rusia intenta promover la paz.

«Propaganda agresiva y engañosa…peor que cualquier cosa que haya visto en la Unión Soviética», es el veredicto de Lev Gudkov, director del Centro Levada, la encuestadora más respetada en Rusia.

La editora e historiadora cultural Irina Prokhorova va aún más allá -la tilda de «estalinista», reminiscente de la histeria antioccidental que enmarcó los oscuros y represivos años de finales de los 40.

Lo que preocupa a los intelectuales liberales es que ese tono agresivo está siendo dirigido hacia adentro también.

Desde que el presidente Vladimir Putin advirtió que no toleraría una quinta columna de traidores nacionales en su histórico discurso sobre la anexión de Crimea en marzo, la asediada oposición rusa se ha sentido sitiada.

«Nos han investigado cuatro veces en lo que va del año. Vivimos en la incertidumbre, hasta el punto de que nos podrían cerrar», dice Gudkov.

«Y cuidado con lo que escriba sobre nosotros», susurra otro académico. «Usted entiende cómo son las cosas aquí, ahora».

Entonces, ¿qué o quién está alimentando este sentimiento agresivamente antioccidental?

En el cuarto piso del Departamento de Sociología de la Universidad de Moscú, hay un salón llamado Centro de Investigación Conservadora.

Es la oficina del profesor Alexander Dugin, quien recibe con beneplácito las sanciones porque quiere que Rusia rompa con Occidente. También piensa que el presidente Putin debería invadir (y seguramente lo hará) el este de Ucrania.

Otrora una figura al margen, ahora es visto como el ideólogo en el centro del nuevo conservadurismo ruso. Su larga barba gris lo hace ver como Solzhenitsyn, otro pensador ruso que quería unificar todas las tierras de idiomas eslavos.

Pero Alexander Dugin habla el lenguaje del posmodernismo, no el de la religión, y su enfoque es político y no espiritual.

Sobre su escritorio, entre libros y tazas de café a medio consumir, no hay iconos sino un rollo de cintas negras y anaranjadas, utilizadas por los rebeldes en el este de Ucrania para indicar su lealtad a Rusia.

¿Está, entonces, en contacto con estos separatistas? Son sus amigos.

¿No aconseja al Kremlin? ¿Conoce al presidente Putin? Suelta una sonrisa artera.

«Eso es asunto personal», dice. «No se lo voy a decir».

Así que la interrogante es: ¿Cuánto durará este sentimiento patriótico en Rusia?

La editora Prokhorova se pregunta si se trata de los últimos suspiros de un régimen autoritario bajo amenaza como Stalin a finales de los 40.

Sin embargo, el encuestador Gudkov cree que el auge de entusiasmo por el presidente Putin perdurará lo suficiente para que sea reelegido en 2018, lo que significaría -si se conserva en buena salud- que Vladimir Putin podría estar al mando de Rusia hasta 2024.

Contexto

Contenido relacionado

 

Publicidad

Tendencias