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Rousseff sufre una semana de reveses y se complica la crisis

Rousseff sufre una semana de reveses y se complica la crisis

El Tribunal de Cuentas de Brasil recomendó al Parlamento que rechace los balances del Ejecutivo referentes al año pasado por una serie de irregularidades para «maquillar» el resultado contable


El Congreso de Brasil inició los trámites para analizar las polémicas cuentas del Gobierno de la presidenta Dilma Rousseff, cuyo rechazo complica la crisis política en el país y puede abrir las puertas de un eventual juicio contra la mandataria.

Acorralada por una crisis política y económica, la jefa de Estado brasileña ha recibido esta semana una serie de varapalos que han dado una nueva vuelta de tuerca a la situación que atraviesa el Gobierno.

El miércoles, el Tribunal de Cuentas de Brasil recomendó al Parlamento que rechace los balances del Ejecutivo de Rousseff referentes al año pasado por una serie de irregularidades para «maquillar» el resultado contable.

Esta es la primera vez desde 1937 que el órgano reprueba el balance de las cuentas públicas de un Gobierno, aunque la aprobación o rechazo de las mismas es una atribución exclusiva del Legislativo, que ya ha adelantado que el trámite será lento.

Tras la decisión del tribunal, la oposición salió rápidamente al paso y consideró que el rechazo a las cuentas «abre el camino» para impulsar un proceso de destitución de Rousseff, lo que ha, a juicio del Ejecutivo, no procede.

Según afirmó el titular de la cartera de Presidencia, Jaques Wagner, «varios constitucionalistas» rechazan que se pueda establecer una conexión entre la reprobación de las cuentas públicas y la apertura de un proceso de destitución de la mandataria.

Sin embargo, para los opositores, el dictamen del Tribunal de Cuentas prueba que Rousseff incurrió en un «delito de responsabilidad», que es uno de los presupuestos que la Constitución contempla como un motivo para iniciar un juicio político con miras a la destitución del jefe de Estado.

El Gobierno confía en la aprobación de las cuentas por su mayoría en las cámaras, reforzada por la reforma ministerial anunciada recientemente por Rousseff, mediante la cual cedió más poder al Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), del vicepresidente Michel Temer y mayoritario en el Congreso.

Con el juego de sillas ministeriales, el Ejecutivo buscó aumentar la gobernabilidad en medio de las discrepancias mantenidas con el Legislativo, que en los últimos meses ha puesto trabas a algunos proyectos de vital importancia para el Gobierno.

A pesar del acuerdo, la fidelidad de los diputados de la base aliada es cuestionable, como se vio esta semana, cuando la falta de quórum obligó a aplazar la sesión para analizar los vetos que la jefa de Estado le impuso a unos proyectos de ley aprobados en las cámaras.

Estos proyectos aumentarían considerablemente el gasto público, lo que el Gobierno está empeñado en reducir a mínimos en medio de un ajuste fiscal lanzado para reequilibrar las maltrechas cuentas públicas del país.

En medio de esta turbulencia, el Tribunal Superior Electoral (TSE) abrió el martes una investigación sobre presuntas irregularidades de financiación de la campaña presidencial de Rousseff en 2014.

La acción, interpuesta por el opositor Partido de la Social Democracia Brasileño (PSDB), pide la nulidad del mandato de la presidenta y de Temer por supuestamente haber recibido donaciones de recursos de las constructoras vinculadas en la investigación por el gigantesco escándalo de corrupción en la petrolera estatal Petrobras.

Por este caso, están siendo investigadas algunas de las constructoras más importantes del país y medio centenar de políticos, la mayoría de la base oficialista de la presidenta.

Además de la crisis política y la red de corruptelas en Petrobras, la figura de Rousseff, cuyos índices de popularidad han descendido a mínimos históricos, se ha visto lastrada por la fragilidad económica del gigante latinoamericano.

La economía brasileña se encuentra sumergida en una recesión técnica y, si se cumplen los pronósticos de los bancos privados, se contraerá este año un 2,85 %, una tendencia que continuará el año que viene, para cuando se espera una bajada del 1 %.

A este escenario se suma una inflación al alza, un aumento de los índices del desempleo y un encarecimiento del crédito, lo que ha frenado el consumo de las familias, que durante años fue el motor de la economía brasileña.

A pesar de los malos augurios en Brasil, Rousseff aseguró esta semana que está «viendo la luz al final del túnel», aunque pidió el compromiso del Congreso para anteponer los intereses del país a «los intereses partidistas».

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