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Los diversos y duraderos vínculos de la dinastía de los Rockefeller con América Latina

Los diversos y duraderos vínculos de la dinastía de los Rockefeller con América Latina

Por un siglo, la legendaria dinastía tuvo un especial interés por la región, en campos como el petróleo, la política, las artes o la educación. BBC Mundo recuerda algunas de las maneras en que la familia Rockefeller tuvo influencia en los países latinoamericanos.


Los Rockefeller han sido influyentes en todos los rincones del mundo.

Pero a lo largo de un siglo, la legendaria dinastía ha tenido un especial interés en América Latina, que se ha manifestado en diversos campos.

Un Rockefeller financió la primera traducción de la obra de Gabriel García Márquez al inglés.

Otro popularizó los supermercados en Venezuela.

Y las instituciones financiadas por la familia, como por ejemplo la Fundación Rockefeller, tuvieron un importante aunque muy controversial papel en las políticas de salud pública, la educación universitaria y otros muchos aspectos de la región.

Familia petrolera

El interés de los Rockefeller en América Latina a comienzos del siglo XX se centraba en el petróleo, pues al fin y al cabo su familia controlaba una empresa, Standard Oil, que era prácticamente un monopolio en esa industria. Y naciones latinoamericanas como México y Venezuela ya empezaban a despuntar como importantes productores del crudo.

Nelson Rockefeller estuvo al frente de una petrolera en Venezuela.

Pero a medida que avanzó el siglo y aumentó el poderío estadounidense, el interés de los Rockefeller en la región se volvió más político.

La Standard Oil, fundada a fines del siglo XIX por el precursor de la dinastía, John Rockefeller, fue dividida en 1916 por una corte que consideró que violaba los estatutos antimonopolio de EE.UU.

Sus descendientes siguieron de un modo u otro con interés en el negocio. Su nieto Nelson se fue a Venezuela en 1937 al frente de la Creole Petroleum, una subsidiaria de Standard Oil de New Jersey, una de las empresas en que fue dividido el antiguo monopolio.

Alguna vez dijo que ir a Venezuela «le cambió la vida».

Poco después, el presidente estadounidense de la época, Franklin Delano Roosevelt, lo puso al frente de la Oficina de Asuntos Interamericanos, una entidad que buscaba asegurar que el continente permaneciera del lado aliado durante la Segunda Guerra Mundial.

Contra el comunismo

Al terminar el conflicto, las preocupaciones de Nelson Rockefeller, como las de muchos en las altas esferas del gobierno estadounidense, pasaron a centrarse en la lucha anticomunista.

Y el magnate afirmaba, con un tinte casi mesiánico, que llevar el capitalismo estadounidense a los países en desarrollo sería una barrera de contención para el marxismo, según asegura el académico Shane Hamilton, de la Universidad de Georgia, en su estudio «La Contra-revolución agroindustrial de Nelson Rockefeller en Venezuela».

Nelson Rockefeller creía que el comercio moderno ayudaba a detener los movimientos revolucionarios en la zona.

El empresario invirtió US$2 millones en crear IBEC, una empresa que anunciaba tener el ambicioso objetivo de modernizar la economía del los países en desarrollo, a la vez que enriquecía a sus dueños.

«La empresa estaba fundada en la noción optimista que una corporación podía generar ganancias y expandir el bienestar social a una escala global», asegura Hamilton en su estudio.

Venezuela fue uno de sus laboratorios de acción, y en 1949 la firma empezó a fundar modernos supermercados en el país. La teoría era que la tecnología y conocimiento empresarial estadounidenses harían más eficiente la agricultura en Venezuela, abaratando los costos de los alimentos para los habitantes urbanos del país.

Rockefeller decía que era «difícil ser comunista con la barriga llena».

IBEC invirtió en otros países de la región y, aunque contribuyó a la modernización del comercio de alimentos con la irrupción de los supermercados, nunca llevó a la transformación social que sus fundadores prometían.

En el gobierno

Nelson Rockefeller fue vicepresidente bajo Gerald Ford.

La carrera de Nelson Rockefeller siguió vinculada a América Latina. Durante el gobierno de John F. Kennedy a comienzos de la década de 1960 apoyó la Alianza para el Progreso, el ambicioso y finalmente malogrado programa de ayuda económica a la región con el que Washington buscaba contrarrestar la atracción que empezaba a ejercer la Revolución Cubana en el continente.

Y en 1969 el entonces presidente Richard Nixon lo puso al frente de otra comisión para estudiar el estado de las relaciones entre Estados Unidos y sus vecinos latinoamericanos. Sus visitas a la región como emisario de la Casa Blanca generaron protestas, pero no mucho más.

En 1974, con la renuncia de Nixon tras el escándalo de Watergate, Rockefeller fue nombrado vicepresidente del país por el nuevo mandatario, Gerald Ford.

Apenas estuvo poco más de tres años en el cargo, en una época de crisis para Estados Unidos, en la que Nelson Rockefeller poco pudo hacer por avanzar sus ambiciones de desarrollo para América Latina.

Con la cultura

Como uno de los banqueros más influyentes del planeta, las decisiones de David Rockefeller tuvieron impactos profundos, buenos y malos, sobre América Latina.

En cambio, en la misma época, estaba en franco ascenso la carrera de su hermano menor, David, quien murió este lunes. A diferencia de Nelson, que se interesó en la política, lo de David eran los negocios y la filantropía.

Se dice que como presidente del banco Chase Manhattan, uno de los principales de Wall Street, este Rockefeller amasó más poder que muchos secretarios del Tesoro, puesto que se dio el lujo de rechazar varias veces. Como uno de los banqueros más influyentes del planeta, sus decisiones tuvieron impactos profundos, buenos y malos, sobre América Latina.

Pero en el campo filantrópico reveló un especial interés por esta parte del mundo.

Rockefeller entregó a la Universidad de Harvard en 1994 la suma de US$25 millones, una de las mayores donaciones en la historia de esa prestigiosa institución, para la creación de un Centro de Estudios Latinoamericanos que aún hoy lleva su nombre. Y también está conectado a uno de los grandes fenómenos culturales latinoamericanos del siglo XX.

David Rockefeller subsidió la traducción al inglés de la obra cumbre de Gabriel García Márquez, «Cien Años de Soledad», la misma que lo convirtió en uno de los autores más famosos del planeta.

La controversia

Tal vez hubo pocas manifestaciones del poder de esta dinastía en la región tan controversiales como la que dejó su Fundación Rockefeller.

Como gigante de la filantropía, esta fundación se interesó en la región al tiempo que la diplomacia oficial estadounidense hacía más intensas sus labores anticomunistas. Y para sus críticos, la Fundación Rockefeller era apenas un brazo informal de esos mismos esfuerzos.

David Rockefeller dio subsidio para traducir la obra de Garcia Marquez al ingles.

La Fundación apoyó ambiciosos programas de salud pública, así como grandes esfuerzos para fortalecer las universidades de la región. Pero no era un secreto para nadie que en la década de 1960 las universidades latinoamericanas, especialmente las públicas, eran hervideros de oposición.

Y en países como Colombia se presentaron movimientos estudiantiles de protesta a finales de esa década que exigían la salida de la Fundación Rockefeller de las universidades, alegando que sus programas de ayuda cultural eran esfuerzos disfrazados por disipar esa oposición universitaria a los gobiernos aliados de Washington.

Al final, ni los Rockefeller ni los gobiernos de Washington pudieron concretar sus ambiciosas promesas de llevar el desarrollo capitalista pleno a América Latina.

Pero esta dinastía, con su enorme riqueza y su cercanía al poder, tuvo un especial protagonismo por cerca de un siglo en los eventos económicos y políticos más importantes de la región.

Por lo que no sorprende que en América Latina, como en el resto del mundo, la dinastía Rockefeller siga generando un intenso interés tanto para sus admiradores como para sus críticos.

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