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El drama del «Landshut»: El avión de Lufthansa secuestrado en 1977

El drama del «Landshut»: El avión de Lufthansa secuestrado en 1977

El 18 de octubre, cinco minutos después de medianoche, llegó el rescate. La mayoría de los pasajeros dormían cuando sonó una fuerte explosión. Todo ocurrió muy rápidamente. El comando GSG9, una unidad de élite creada tras el atentado contra el equipo olímpico israelí en 1972 en Múnich, asaltó el avión. La acción de liberación duró siete minutos. Tres de los secuestradores murieron y todos los rehenes sobrevivieron.


Hace 40 años, el secuestro del avión Boeing 737 de Lufthansa cuando volaba de Mallorca a Fráncfort mantuvo en vilo al mundo entero durante cinco días y puso a prueba al Estado germano en el cénit del llamado «Otoño Alemán», cuando el país europeo fue castigado por el terrorismo.

Diana Müll por poco pierde el vuelo en el que vivió el peor momento de su vida. La entonces joven de 19 años había pasado toda la noche con siete amigas en su discoteca preferida de Mallorca, «Graf Zeppelin». El mesón de embarque ya había cerrado cuando el grupo llegó a la puerta de salida del avión. Sólo la capacidad negociadora del dueño de la discoteca hizo posible que el «Landshut» no despegara sin ellas el fatídico 13 de octubre de 1977.

Las mujeres alemanas no fueron las únicas rezagadas. En la pista de aterrizaje se dirigía también una pareja de veintañeros camino al avión. El hombre llevaba una chaqueta de lana gorda lila sobre la que las jóvenes hicieron bromas. Sólo poco después este hombre desató el horror en el vuelo de vuelta a Alemania, que ninguno de los 86 pasajeros olvidará jamás.

En Alemania, el grupo terrorista Fracción del Ejército Rojo (RAF, por sus siglas en alemán) mantenía en jaque al país después de haber asesinado al fiscal general Siegfried Buback y al presidente del Consejo del Dresdner Bank, Jürgen Ponto, y haber secuestrado el 5 de septiembre de ese año al presidente de la Asociación Patronal, Hanns-Martin Schleyer. Para poner fin al secuestro, la RAF reclamaba poner en libertad a un grupo de dirigentes de la agrupación, entre los que se encontraban Andreas Baader y Gudrun Ensslin, encarcelados en Stuttgart-Stammheim.

El comando del Frente Popular para la Liberación de Palestina formado por cuatro personas a bordo del «Landshut» -dos mujeres y dos hombres- apoyaban a sus aliados terroristas alemanes.

Hacia las 14:00 horas, una hora después de su despegue, la pareja que habían visto en la pista de aterrizaje atacó la cabina del piloto. «En un primer momento parecía como si estuvieran teniendo una discusión y él quisiera dispararle. Como una disputa matrimonial», recuerda Diana Müll en conversación con la agencia dpa. «No pensamos para nada que tuviera relación con la RAF».

Poco a poco fue quedando claro de qué se trataba. Los terroristas en torno al «capitán Mahmud mártir» -como llamaban al líder- pilotó el avión con el número LH182 primero hacia Roma. Allí, por un momento los pasajeros tuvieron la esperanza de que los liberaran rápidamente. «Cuando despegamos de nuevo, la situación cambió. Allí supimos ya que lo que estaba ocurriendo era mucho peor de lo que pensábamos».

Continuó a través de Lárnaca, en Chipre, hasta la península arábica de Bahréin y Dubái, donde escaló la situación. Era el día tres del secuestro, las condiciones a bordo eran catastróficas. Cuando le negaron a los secuestradores el combustible necesario, Mahmud se enfureció y amenazó con disparar contra los rehenes. Se escogieron cuatro pasajeros, Diana Müll fue la primera.

Primero Mahmud llamó a otro pasajero a la cabina del piloto, solo para después mandarlo de vuelta y coger a la joven de 19 años. Terror psicológico puro. «Fue realmente horrible», recuerda Müll. Se tuvo que poner de rodillas delante de Mahmud, que después la agarró y la sujetó ante la puerta abierta con su pistola contra su sien.

«Él dijo: ‘Voy a disparar a Diana, 19 años de edad, de Giessen’. Después comenzó a contar. Ahí pensé que había llegado mi final». La joven se despidió interiormente de su familia, miró al sol y esperó el disparo. «Y entonces sólo escuché como gritaban algo desde la torre y después de eso ya no sé nada». La mujer colapsó, pero había sobrevivido.

En la siguiente parada, en Adén, en el sur de Yemen, murió el piloto Jürgen Schumann. Mahmud lo ejecutó en el pasillo de la cabina de pasajeros con un disparo en la cabeza, porque tras la inspección del tren de aterrizaje no había vuelto inmediatamente al avión. Los pasajeros fueron obligados a mirar. «Yo estaba sentada directamente al lado. Todos mis pies se llenaron de sangre», comenta Müll. Desde ese momento, el miedo a morir se cernió sobre todo el mundo.

Desde ahí llegaron a la última parada del viaje: Mogadiscio, en Somalia. En este punto, Diana Müll ya no creía que fuera a haber una buena salida para este drama. «Siempre tuve la sensación de que el Gobierno alemán nunca liberaría a los prisioneros de Stammheim».

El 18 de octubre, cinco minutos después de medianoche, llegó el rescate. La mayoría de los pasajeros dormían cuando sonó una fuerte explosión. Todo ocurrió muy rápidamente. El comando GSG9, una unidad de élite creada tras el atentado contra el equipo olímpico israelí en 1972 en Múnich, asaltó el avión. La acción de liberación duró siete minutos. Tres de los secuestradores murieron y una de las dos mujeres resultó gravemente herida. Todos los rehenes sobrevivieron.

A las 00:12 horas, el secretario de Estado Hans-Jürgen Wischnewski, que había viajado hasta Mogadiscio, informó al entonces canciller alemán Helmut Schmidt de que todo había sido un éxito. El mandatario socialdemócrata tenía preparada ya su hoja de dimisión en el cajón para el caso de que la acción fracasara. El riesgo era enorme. Habría podido ser también un baño de sangre. Müll nunca se preguntó, tras la liberación, si la misión de GSG9 fue demasiado arriesgada. «Fue como fue. Creo que la decisión de Helmut Schmidt fue muy valiente», se limita a comentar ahora.

Esta operación acabó también con el reclamo de la RAF para liberar a sus prisioneros. En la noche del 18 de octubre, Andreas Baader, Gudrun Ensslin y Jan-Carl Raspe se quitaron la vida. Irmgard Möller sobrevivió a su intento de suicidio gravemente herida. Al día siguiente, apareció el cuerpo asesinado de Hanns Martin Schleyer en el maletero de un coche.

Diana Müll nunca olvidará lo vivido ese horrible año de 1977. «Seguirá conmigo hasta el final de mis días», afirma. Hasta el día de hoy sigue teniendo una sensación extraña cuando sube a un avión. «Cuando se levanta el primero que parece raro me pongo completamente blanca», indica.

Hace diez años, la mujer comenzó a escribir un libro que ahora verá la luz bajo el título de «Mogadiscio» con el que se propuso mantener el recuerdo vivo.

El Boeing 737 fue trasladado a finales de septiembre hasta Alemania desde Brasil después de que el Gobierno alemán decidiera comprarlo. La pieza histórica será parte de la exposición permanente del Museo Dornier de Aviación Friedrichshafen. Diana Müll estaba allí cuando llegó. «Se me puso la piel de gallina. Era realmente enorme», dice.

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