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Internet, más allá de la tecnología


Mucho se ha hablado en el último tiempo de oponer medios de masa (radio, televisión, prensa escrita) y self-media (en los cuales cada uno sería productor de sus propias informaciones). Creo que hay que luchar contra el fantasma de «un media = un individuo».



El self-media, por supuesto, alude a algo fascinante: se intenta reunir en torno a un mismo tema gente de todo el mundo, se busca en el extranjero alguien que se nos parezca. Pero, a mi juicio, todo ello sólo desemboca en un Internet desprovisto de relaciones sociales. Una vez más es el fantasma de la relación que acercaría a gente que piensa lo mismo. Un poco como la fase pasional del amor. Rápidamente la pregunta que surge es: ¿cómo convivir con alguien con quien, a fin de cuentas, no se tiene tantas cosas en común? No es tan fácil hacer que viva junta una comunidad heterogénea. Pero en todo caso es lo que intentan hacer los medios de masa al proponer una oferta de programas diferentes, pero que mantienen interesada a toda la gente.



La técnica es menos importante que los hombres, o que la sociedad. Lo importante es el proyecto humano que está detrás. De nada sirve tomar un sistema técnico como medida de la verdad. En caso contrario, ello implicaría decir que la radio está atrasada con respecto a la televisión. O que el libro, o incluso la palabra, serían las técnicas de comunicación más atrasadas de todas.



Nuestro desafío no es correr detrás de la técnica y propagar el discurso de los ingenieros, de los empresarios o de los constructores. Tenemos que tomar una cierta distancia con respecto a esas mismas técnicas. Comparemos, relativicemos, conozcamos para luego poder evaluar mejor. Tras cada aparición de una nueva técnica de comunicación se ha hecho evidente más tarde que ello da lugar a una reformulación cultural, a un cambio de hábitos. Pero de ahí a decir que el Internet da lugar a la emergencia de una nueva cultura, me parece un poco prematuro. Tanto más cuanto que la igualdad de acceso que puede otorgar el computador no crea automáticamente la igualdad de capacidades de su uso. Siempre encontramos desigualdades sociales y culturales. Dicho en otras palabras, y es lo fundamental, ¿para qué sirve tener acceso a la biblioteca del Congreso estadounidense, si no se sabe dónde están los EEUU ni lo que representa dicha biblioteca?



Internet no genera atajos intelectuales, sociales o culturales. El campesino quechua tiene detrás suyo dos mil años de cultura, el egipcio tres mil años, el norteamericano dos o tres siglos, y por más que tenga tres computadores en su tractor no se puede olvidar la riqueza cultural de otras civilizaciones hoy menos ricas en terminos económicos.



Sé muy bien que en el gran deseo utópico, social y político que hoy vehicula en algunos -querer cambiar las cosas-, la Web es fundamental, pero el desafío es político, no técnico. Hay que tener cuidado en no crear una «generación perdida» del Internet, que por haber creído tanto en que todo va a cambiar forzosamente puede terminar frustrada. La felicidad individual no está en la punta del teclado como tampoco la sociedad del mañana en la Web. Por ejemplo, no necesariamente porque algún día todos los latinoamericanos lleguen a estar intercontectados en la red la conciencia política latinoamericana va a evolucionar.



Internet permite a las empresas hacer comercio electrónico y simultáneamente a las ONGs hacer labores humanitarias. La ambigüedad es fundamental. La técnica no basta para dar sentido a una acción. Hace falta una orientación política. Una ONG y la mafia pueden usar la misma red; es ahí donde se plantea el problema. Hay que optar políticamente.



Igualmente, mientras más flujos de información hay, uno se siente más perdido, y más hay que filtrar. En medio del diluvio de datos, son indispensables los intermediarios humanos. El periodista, por ejemplo, ha de discriminar, evaluar, priorizar. Cuando compro un diario, veo la televisión o la radio, hago confianza en Pedro, Juan o Diego, esto es, en alguien preciso. La circulación de datos o de facts nunca remplazará a las relaciones de confianza.



Hay que irse con cuidado con la extraordinaria seducción de la técnica. La velocidad de las técnicas no puede mucho contra la complejidad de la historia.



El autor es sociólogo, francés, autor de El internet y el posinternet (Flammarion, 1999).

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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