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A favor de las esquinas en Cyberia y sus alrededores


Hay pocas esquinas de buena fama, en los alrededores de Cyberia, porque ésta aún no las tiene, ni de buena ni de mala reputación (los meeting points en hora internet son radicalemente sin una esquina territorial)

Pero en los alrededores, o sea en la ciudad en que usted camina sobre sus pies a paso de museo o de hora de coger el Metro, las esquinas también amenazan con acabarse. No hace muchos años atrás, existían almacenes de la esquina -«atendido por su propio dueño»- y farmacias con una señora muy vieja que hacía preparados (brujas de la era industrial). Había también bares donde los clientes tenían su propia mesa, incluso antes que se inventara el servicio personalizado ni que hubiera que fidelizar a los clientes. Claro que en las ciudades con muchos cerros y curvas, puede que la esquina no coincidiera exactamente con el ángulo recto, pero las había.

La mala fama de las esquinas se la dieron los moralistas de siempre: que el marido se lo pasa en el bar de la esquina, que los hijos adolescentes consumen productos pecaminosos y empiezan o comentan sus primeros escarceos amorosos, adónde, pues en la esquina! Así la leyenda negra fue creciendo sutilmente, sin alarma pública ni reportajes en TV, no, claro, un ángulo recto jamás hará noticia….

Pero lo que sepultó a la esquina no fueron las señoras moralinas, sino algunos de los peores errores la antigua era industrial. Una incorrecta interpretación de las tendencias demográficas, en que se creía que la incorporación de la mujer al trabajo era sinónimo de correr como loca entre oficina y la sección lácteos del supermercado buscando alimentar a sus dos o tres hijos y en una de esas también al marido -bueno, no en la sección lácteos. Contribuyó también una incorrecta interpretación de la evolución del mundo laboral, que se aplicó a la infraestructura urbana, es decir, que señora-que-corre-como-loca y marido necesitan llegar expeditamente a sentarse en su escritorio. Construyeron pues pistas de alta velocidad entre casa y oficinas con domicilio fijo, con un desvío al supermercado. Lo del bar de la esquina fue sustituido por otros hábitos (desvío directo al paddle- tennis) o por una nueva moralina (el tiempo que usted dedica a beber con sus amigotes y comer cosas con grasa, mejor dedíqueselo a su familia, o en su defecto a las relaciones públicas). Pero también influyó una interpretación (en este caso sólo cabe una) de las políticas y recomendaciones del FMI y el Banco Mundial: en el capitalismo neoliberal, ponga distancia con los muchos deciles de ingreso más bajo que usted, si no quiere correr el inminente riesgo de bajar usted mismo. Y, claro, en la esquina convivían usted, su vecino, el almacenero y los torrantes de toda la vida.

Parece que hoy por hoy la única razón para llegar temprano al trabajo es dejar a los niños en las horas laborables de los profesores . Y que esto de correr por la sección lácteos, que no era más una treta de las grandes compañías porque los niños también comen manzanas y que generaciones enteras de hijos se educaron sin mayores traumas con menos padres y madres encima. También habría que culpar un poquito a los malos intérpretes de las tendencias demográficas, porque las familias real-concretas no son las que aparecen en los spots publicitarios. ¿Sería todo un complot de profesores, psicólogos, nestlé y publicistas?

Después del terremoto de San Francisco y el inicio de la popularización del teletrabajo, nos empezamos a dar cuenta que la productividad no se mide en horas de oficina, que los niños no rechazan totalmente un buen plato de lentejas y que se juntan, no en la esquina, sino en el cyberespacio con el family-filter off, y que además su vecino tiene insospechadas conexiones para el lobbying. Ä„El problema es que ahora no hay esquinas! Que Cyberia no sea Siberia, por favor!

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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