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Liberalismo valórico, la tarea pendiente


Durante las próximas semanas y meses, la agenda política estará principalmente abocada a las elecciones municipales y las reformas a la Constitución. Pero siendo ambas áreas, materias de interés público, conectadas entre sí, en el ámbito de profundizar el sistema democrático y acrecentar la necesaria participación ciudadana, resulta indispensable retomar el planteamiento y discusión de ciertos temas valóricos frente a los cuales nuestra evolutiva y diversa sociedad no puede seguir esperando.

La Ley de Divorcio aún duerme en el Senado de la República y, lo que es peor aún, personeros de distintas colectividades políticas persisten en la irresponsable tarea de mezclar argumentaciones religiosas ante una problemática que debe apuntar al bienestar de una nación cuyos habitantes no son exclusivamente católicos.

No me cabe la menor duda que un legislador coherente con la representatividad que le otorgara la gente, un parlamentario con visión de país, e incluso un político sin un escaño en el Congreso, antes de atender motivos particulares, debe intentar buscar el máximo de progreso, soluciones generales y beneficios para una comunidad heterogénea.

En Chile miles de parejas se ven obligadas a optar por opciones como la convivencia, o acudir a las fraudulentas nulidades, ya que el Estado les priva de la posibilidad y el derecho a rehacer sus vidas, pudiendo contraer un nuevo matrimonio si fueron agotadas todas las instancias de reconciliación y los cónyuges ya no pueden sostener una relación matrimonial.

Estamos en el único país donde todos dicen defender las libertades, donde los ciudadanos son libres para elegir su religión, su trabajo, el lugar donde desean vivir, las organizaciones donde desean asociarse, no obstante se atropella y vulnera una de las libertades más esenciales, el derecho de las personas a determinar su relación emocional, o cambiar de estado civil, para determinar a voluntad su respectivo futuro.

En la actualidad, parte de la misma clase política fomenta este doble estándar, defiende una inconsecuencia y ejerce un rol paternalista sobre personas a las que en otros ámbitos si se les trata como adultos y se les imponen obligaciones tributarias, etc. Vivimos en un modelo donde se considera a los ciudadanos como adultos cuando se trata de imponerles impuestos, deberes o el cumplimiento de sus deudas; donde se les subestima y se les ve como adolescentes cuando se les intenta embarcar en ciertas campañas o se juega con sus sueños, y donde se les restringe como niños respecto de algunos valores, libertades y derechos.
Hay mucho por hacer al respecto, hay decenas de iniciativas que deben concretarse y no ser meras banderas electorales. Es hora de que la gente evalúe a quienes no les han cumplido, es el momento de exigir que los chilenos y chilenas sean tratados con la madurez y el respeto que se merecen, fortaleciendo la tolerancia, fortificando el ejercicio de las libertades, nutriendo nuestra cultura de diversidad, exterminando las medievales formas de censura y discriminación.

El Liberalismo Valórico es el próximo paso, por sobre los avances del liberalismo económico que tiene que colocar más énfasis en sus carencias sociales.

Un país que debate, que discute, que analiza, es un país que crece, se enriquece y puede avanzar hacia el desarrollo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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