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El olor a podrido

Tomás Moulian
Por : Tomás Moulian Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales.
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Los lectores bien informados saben no soy de la Concertación ni he recibido de ella cargo público alguno. Por lo tanto creo que tengo autoridad moral para decir que el asunto de las indemnizaciones no la compromete sólo a ella. Es la manifestación de una crisis moral del sistema entero.



Los militantes de la Concertación se han llevado a casa jugosos premios monetarios, mientras que los funcionarios del gobierno militar se adueñaban de las empresas en los procesos de privatización o permitían que quedaran en manos de sus amigos, los cuales luego los «indemnizaban» con altos cargos directivos.



Lo más dramático es ver como muchos militantes políticos democráticos han caído víctimas del culto vicioso al dinero y han olvidado los valores que defendieron. Están atrapados por las pautas culturales de este sistema, el cual sólo otorga sentido a la riqueza. Se trata pues de una manifestación de una crisis moral profunda, la cual lleva a gente que sigue creyendo y hablando de la equidad a realizar actos que son escandalosos por lo inequitativos.



La otra manifestación de la crisis moral profunda es la aparición de una legión de Catones, que se creen con derecho a hablar y que convierten un problema serio en una ofensiva politiquera, orquestada por una prensa monocolor.



Cuando se critica es básico tener autoridad moral. Y la derecha chilena, como entidad colectiva, no la tiene en absoluto. Que no se imagine que tomando el papel del ladrón que denuncia a su tocayo va adquirir la autoridad que le falta.



Para adquirirla tendría que haber permitido una investigación exhaustiva de la conducta de sus militantes cuando ocuparon cargos públicos en el gobierno militar, debieron haber permitido un estudio acucioso de los procesos de privatizaciones para saber cómo muchas de ellas cayeron en manos de funcionarios públicos, debieran permitir que el país sepa de dónde sale la fortuna de Pinochet.



Esos son los requisitos mínimos para hablar. Cuando ahora se escandaliza, lo único que hace es transformar un drama nacional en una ventaja politiquera.



Sinceramente lamento que algunos hombres de la Concertación hayan caído en esta tentación de la plata fácil. En este ambiente cultural penetrado por los valores del dinero aparecen cien argumentos autojustificatorios: las reglas del mercado, los méritos técnicos, lo que algunos dejaron de ganar mientras estaban en el servicio público etc.



Detrás de esas trampas argumentales que no se condicen con ideologías que predican la equidad están operando las reglas valóricas del sistema neoliberal. Son sus lógicas los que los empujaron a actuar de esa manera.



Y son esas prácticas, esas lógicas, esa atmósfera cultural lo que hay que combatir, porque ellas están llevando a nuestra sociedad a una crisis moral, que se manifiesta en la falta de solidaridad frente a la pobreza y al sufrimiento de los otros.



La transformación de la Concertación en una fuerza reproductora de un capitalismo mucho más injusto que los que existían antaño, está en el fondo de estas conductas. Las personas que negociaron o aceptaron esas situaciones de excepción han perdido gran parte de su sensibilidad democrática y de su interés por la justicia social, acostumbrados a actuar desde de las lógicas de este sistema social.



El problema está en la sociedad en que vivimos, la cual erosiona las virtudes publicas, en gran medida porque permitió la impunidad de quienes se enriquecieron desde la nada al amparo de la dictadura militar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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