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Elecciones y estabilidad


Aunque han sido poco confrontacionales las elecciones municipales que se avecinan, hay un aspecto que realmente demuestra la pobreza intelectual de nuestra clase política dirigente. Me refiero al hecho de que más que dejar hablar a los candidatos a alcaldes o concejales, han sido los dirigentes de partido -especialmente parlamentarios- los que todo lo han
dicho y opinado sobre las elecciones que no le corresponden a ellos, sino a otros que, más modestamente, aspiran sólo a una dieta municipal.



Esto nos lleva a pensar que hay una utilización subalterna y maniquea del tema municipal en que poco o nada importa el destino de los ciudadanos y se apunta más bien a construír capitales electorales que sirvan para la próxima elección de diputados y senadores que se avecina el 2001.



Este es un defecto no irrelevante del debate que se ha hecho y habla mal de muchos de los candidatos, cada vez que se dejan suplantar por otros en un diálogo que debería centrarse en el bienestar de las comunidades que están bajo el mandato de cada municipio.



Pero, puestas así las cosas ¿puede pensarse en municipios estables y con vocación de servicio? Estamos más cerca de no que de sí, pues si los caudillos parlamentarios van a ser los que rijan la conducta de los concejales, entonces podemos esperar más bien una eterna guerrilla y hasta un Campo de Bramante, antes que una municipalidad dedicada seriamente a resolver las cuestiones más urgentes.



Un fabulista español tenía un verso que decía «…y así se tenga sabido/ que lo importante y raro no es saber de todo/ sino ser diestro en algo…». También más prosaicamente se diría «pastelero a tus pasteles» y así evitaríamos que hayan diputados que no legislan, pero dedican su tiempo a tragar cámara y micrófono para denunciar fallas en alcantarillas o en el
alumbrado público, mientras hay concejales que van a limosnear su derecho a ser alguien en el partido que dirige El Supremo, el que todo lo puede, señor de horca y cuchillo de su distrito o cirscuncripción.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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