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Tecnologías del yo, revisited


Mis padres siempre creyeron que era su deber enseñarme a leer, escribir y también a pensar (aunque esto no se especifica tan claramente ni como un objetivo educativo ni tampoco como un objetivo familiar). Mi padre incluso, moderno él, leía manuales de Dale Carnegie y similares de la época.



Mi madre siempre estuvo en relaciones de amor y odio con el manual del Dr. Spock para criar a los niños (antes se decía los niños, y a las niñas, como era nuestro caso, se les llamaba las niñitas). Es por esto que creí estar suficientemente preparada para la avalancha de tecnologías del yo (foucault, dixit) que amenaza permanentemente la vida profesional. Mirada ingenua, la mía.



Así, he asistido a cursos donde le enseñan al sujeto- víctima a pedir un sandwich de pollo. No me refiero a esos cursos en que enseñan a decir un chicken, emparedado, o traducción similar, no, no. «Quiero un sandwich en pan negro de cebada, con pollo de criadero sin ingeniería genética entre medio (carne de pechuga, por favor), con una hoja de lechuga hidropónica sin sal, gracias».



Es la forma canónica de comunicación, algo así como el paradigma del sandwich de pollo. Pero, por favor, no confunda el sanwich de pollo con lo que los gringos llaman «chicken soup for the soul». De estos últimos consuelos para el alma hay otro montón de manuales y libros lacrimosos.



También, y ciertamente contra mi voluntad, he participado, incluso activamente, en discusiones acerca de si el ZOPP, el PPO y el Metaplan son técnicas de planificación de la misma familia o no. A esta familia de planificadores se los reconoce por su cajita de materiales, provista de toda suerte de papeles de colores brillantes, incluso papeles con forma de nubes para cuando un participante anda en las idem.



Cualquiera creería que hablo de los planificadores de la fiesta de cumpleaños, pero no, hablo de los planificadores de políticas, de los que planifican acerca de cosas serias. Mencionar la palabra «árbol de problemas» es una clave de entrada para este grupo. Ahora, mencionar «medios de verificación» o «supuestos», conduce por otros caminos: los del «marco lógico».



Cualquiera cree que hablo de cosas tan abstrusas como la filosofía del conocimiento, pero no. Sólo hablo de llenar formularios para que las agencias de cooperación, o las agencias a quienes las agencias les cooperan, cooperen con un proyecto.



Llenar formularios es ahora una tarea hipercientífica, hiperespecializada, para la cual hay que tomar cursos intensivos de una semana, o bien contratar un experto que ya ha tomado cursos y ahora tiene certificación. De nada valen las ideas, sin su formulario.



Pero no son simples formularios, no. Son modos de organización, casi un estilo de vida: los organizados y los no organizados; son un culto: adorar la planificación y la simpleza y belleza minimal que traen a las ideas primarias y algo confusas, o detestarla.



Son una división social: estar entre los que rellenan los formularios -pobres, cándidos, tan lejos del poder- y los que leen los formularios una vez rellenos el club de los evaluadores. En ocasiones, almas piadosas del club de evaluadores bajan al mundo caótico y necesitado de los que rellenan formularios para darle consejos: de nada valen las ideas, sin su formulario.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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