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El año perdido y las reformas estructurales que hacen falta


Cuando llegó la hora de pensar sobre lo que podríamos conversar esta noche, tomé la precaución de revisar lo planteado hace un año, en esta misma ocasión, y con sorpresa constaté que casi todo lo que dije esa noche estaba enteramente vigente y lo podría repetir exactamente igual. Quizás, el único cambio es que este año vamos a lograr descongelar una comuna más de la Región Metropolitana para el desarrollo industrial. De 17 comunas congeladas, vamos en 15, una por año. Saquen ustedes sus propios cálculos.



Con esa salvedad, puedo decirles con mucha preocupación: Ä„Hemos perdido un año! Este hecho, unido a mis impresiones sobre el espectáculo que a diario damos en la televisión, lo que leo en la prensa o lo que escucho en distintos lados, me obliga a pensar Ä„Ä„ Cuánto cuesta avanzar en este país!! ¿Por qué será?



Me llama la atención que los mismos problemas, los mismos temas y las mismas propuestas tan alejadas de las preocupaciones efectivas de la gente, sigan flotando permanentemente, y que continúe sobre ellas un debate intenso y apasionado que, por supuesto, no lleva a ningún destino.



Pensé, entonces, que nuestra sociedad está enferma. La naturaleza y sus criaturas tienen mecanismos de entrada y salida, Ä„se nutren de lo bueno y desechan lo malo! Los niveles suben y después bajan. Quiere decir entonces que la sociedad chilena tiene sus mecanismos de desagüe social atascados y no hay ninguna voluntad de repararlos. No hay, en consecuencia, renovación en un mundo donde la constante es el cambio. Por supuesto, que esto es muy grave, e imposibilita cualquier avance.



No podemos seguir viviendo en una sociedad que carezca de la voluntad de hacer. Que pasen los años y sigan los mismos problemas sin solución. Que no se tenga la disciplina social para conducir los esfuerzos hacia logros concretos de aspiración general. Y, en cambio, sucumba la sociedad ante las presiones de grupos de poder. Que no haga uso del principio de la buena fe para su eficacia en la acción. Y que haga caso omiso de la ética social a la hora de cumplir los compromisos, muchas veces renovados, que han ilusionado a tantos chilenos, sobretodo a aquéllos más pobres, en sus anhelos de una vida mejor.



A mayor abundamiento, la situación anterior se ha dado en un entorno donde todos los indicadores de la economía chilena, a excepción del empleo en el último tiempo, son excelentes y reconocidos. Es difícil entonces concebir que no se resuelvan los problemas si contamos con una estupenda base económica.



No puede ser que los hombres de la palabra le ganen, por cansancio, a los hombres de la acción.



Todo lo anterior me obliga a concluir que Chile tiene un problema de gestión pública. Es decir, tiene un problema político mas bien que económico.



Veo que los chilenos estamos muy cansados, sin ilusión, sin ánimo, sin fe. Ya no le creemos a nadie y vivimos permanentemente con miedo a la pobreza, a todo nivel. El pobre a perder su empleo y su ingreso mensual y tener que rebuscársela para comer. El rico a ver disminuida su riqueza. Los temores nos tienen detenidos.



Se ha hablado profusamente de la pérdida de la confianza entre los chilenos y yo comparto ese hecho. Pero lo importante es saber por qué, es conocer las razones. Y esas razones no son ideológicas, ni partidistas, sino que responden a la incapacidad que ha mostrado el país para manejar la crisis asiática, para resolver sus secuelas y solucionar los problemas sociales en la década de más recursos que haya tenido el país, como también para adaptarse con celeridad a los nuevos tiempos.



Los chilenos, conscientes de su historia, creen que los doce años de crecimiento sostenido son un azar que no volverá a repetirse.



Pero esta noche me he impuesto no mirar al pasado, salvo para agradecer a todos aquéllos, partiendo por mi mujer y mi familia, que me han colaborado con estoicismo y entusiasmo, en este trabajo por los industriales de Chile. A todos ustedes muchas gracias por su apoyo y esfuerzo en las distintas actividades de nuestra institución.



Con las consideraciones anteriores en mente, miremos entonces al futuro.

Qué es lo que prioritariamente quieren los chilenos y cómo hacerlo para enfrentar al mundo actual y al que viene.



Aunque no siempre los liderazgos pasan por escuchar a la gente, sino más bien por conducir a los pueblos, en las condiciones de desesperanza de hoy, para recuperar la credibilidad y la confianza, es preciso demostrar que somos capaces de oír el clamor social y actuar con efectividad.



La felicidad de los chilenos se ha visto amenazada por la inseguridad de no estar preparados para el acelerado y profundo cambio del mundo moderno. Esta se traduce en múltiples demandas, todas las cuales el país no puede atender, pero sí prestar atención y abocarse a aquéllas que cruzan todo el espectro social.



Me refiero, después de haber cotejado estudios y encuestas, a la inseguridad en todos los aspectos de la vida, al empleo, a la educación, a la delincuencia y a la incertidumbre en los propios derechos.



Admito que puede haber otras preocupaciones sociales, que otros piensen en un listado levemente distinto, pero nada de ello cambia el análisis de fondo.



Debo agregar que junto a estas aspiraciones, existe casi un consenso que la base de solución para todas ellas es el crecimiento económico del país.



En relación a las demandas sociales recién planteadas, debemos señalar desde ya, que hay una, quizás la más anhelada, la de la seguridad en los distintos aspectos de la vida, que tanto Chile como ningún otro país en el mundo, puede hoy satisfacer. El mundo ha cambiado y seguirá cambiando velozmente, ofreciendo nuevas oportunidades y nuevas amenazas, con la inseguridad que ello conlleva. Habrá ganadores y perdedores. Esa es la realidad y no hay nada que podamos hacer.



Lo que sí está en nuestras manos es dar seguridad de que en Chile habrá oportunidades para todos. Oportunidad de un empleo, oportunidad de educarse mejor, posibilidad de vivir sin ser agredido, certeza en ejercer nuestros derechos por igual.



Es sólo en este sentido que podemos entender el «crecer con igualdad» del Presidente Ricardo Lagos.



Tenemos que saber también que, para conseguir lo anterior, requeriremos de unidad de voluntades, de mucho esfuerzo y disciplina constantes, de generosidad y solidaridad en el amplio sentido de la palabra, como también y muy especialmente, que la felicidad que buscamos no se consigue solamente con la acumulación de bienes materiales, sino con el desarrollo de la mente y el espíritu. La actitud y la creatividad ante la vida, fundada en nuestras raíces, en nuestras tradiciones, en nuestros valores, en nuestros comportamientos profundamente humanos, conlleva a una personalidad segura y ganadora, en un entorno cambiante.



Y esto no es sólo cierto a nivel individual, sino también en el ámbito colectivo. Cuando la globalización todo lo mediatiza y mimetiza, un pueblo con carácter, con personalidad definida, con características propias y distintivas de los demás, fiel a su historia y sus tradiciones, que sabe lo que quiere y adonde va, es un pueblo que sabrá optar en cada oportunidad, que sabrá manejar bien los cambios, que estará dispuesto a luchar por sus objetivos, que aceptará sacrificios y saboreará triunfos. Cuando uno sabe lo que quiere y lucha por eso, está en el camino hacia la felicidad.



El trabajo de conducción para desarrollar esta Personalidad País, que sabe lo que quiere y adonde va, que dispara la voluntad de hacer, que va moldeando una disciplina social eficaz con sus objetivos, basada en el principio de la buena fe y asentada en una ética social consecuente con la libertad, humanitaria y pro el bien común perseguido, es condición absolutamente necesaria para acometer con éxito la cruzada del crecimiento.



Lo anterior no es otra cosa que aplicar al país las conductas que practican las empresas exitosas, los ejércitos victoriosos y los equipos ganadores.



Habiendo establecido los requisitos de conducción política para crecer y solucionar las principales angustias de los chilenos, nos corresponde ahora revisar aquellos económicos o de gestión necesarios para completar esta tarea.



En esta materia, tenemos que levantar la mirada para sopesar la tremenda ola de globalización que se nos viene encima, con todas las consecuencias positivas y negativas que ella significa, y que ustedes conocen a cabalidad.



Este hecho sucede en momentos en que el entorno económico mundial empieza a dar signos de deterioro.



No es necesario esta noche, ante esta concurrencia, abundar en los retos en términos de competencia, tecnología, productividad, empleo, creatividad, inversión, esfuerzo comercial y otros, que nos impone la globalización.



Sólo quiero consignar, como un botón de muestra, que la globalización con su efecto mediatizador va a llevar las rentabilidades medias de las empresas en el mundo a una cifra difícilmente superior al rango entre el 5% y 7%.



Les pregunto entonces, ¿cómo convencemos a los inversionistas chilenos que pongan sus ahorros y esfuerzos en las empresas, si tienen alternativas mejores sin moverse de su escritorio?



Entonces, a estas alturas dada la envergadura y complejidad del nuevo mundo, le cobro la palabra al Presidente Lagos: «No más de lo mismo». Eso es, exactamente, lo que hay que hacer. En buen chileno esto es «no más agua sobre los mismos huesillos».



ˇ Esto es, no más agua sobre los mismos impuestos. No se puede pretender que la receta por tercer gobierno consecutivo sea elevar la carga tributaria. Y hablemos con la verdad, el nuevo proyecto tributario es en una gran parte un alza de impuestos. Me gustaría saber qué ocurriría con un ejecutivo en el sector privado que a la empresa que llegue plantee subir los gastos.



ˇ Esto es, no más agua sobre las mismas normas laborales, en un proyecto anti-empleo.



ˇ Esto es, no más agua sobre los mismos fiscalizadores. Por poner un solo ejemplo, un dictamen sin discusión en el Congreso, sin firma del Ministro del ramo, sin firma del Presidente de la República, incorpora como parte de la jornada de trabajo el tiempo que le toma a los trabajadores cambiarse de ropa, lo que significa un mayor costo de la planilla de los industriales de un 4,5%, y que representa en su conjunto una cifra de US$250 millones anuales. Si agregamos la Minería, llegamos a US$500 millones. Este problema fue puesto en conocimiento del Gobierno, quien respondió «está dentro del ordenamiento jurídico». Hoy le contestamos: «Correcto, pero no dentro del buen criterio país».



ˇ Esto es, no más agua sobre las mismas exigencias ambientales, que han demorado y desalentado inversiones que hoy se echan de menos.



ˇ Esto es, no más agua sobre prebendas e inconsecuencias como el congelamiento del parque de camiones y taxis, el alargamiento de la vida útil de los buses, marcha atrás en el cambio automático y, al mismo tiempo, restricción a los catalíticos.



Podría seguir toda la noche con ejemplos de medidas por todos ustedes conocidas y sufridas, sólo para demostrar que el pulso no va… con eso que ustedes saben.



Está claro entonces lo que el país requiere para crecer y salir adelante: «No más de lo mismo».



¿Entonces qué?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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