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La Concertación o cuando una flor pierde su perfume

José Antonio Abalos
Por : José Antonio Abalos Director Ejecutivo Agrupación de Universidades Regionales de Chile AUR
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Nunca fue más cierto que todo tiempo pasado fue mejor.



Antes de 1990 la Concertación vivió su etapa de gloria. Su fortaleza era orgánica, pero también sustantiva. Estaba dada por el apoyo de una CUT -de Bustos, Seguel y Martinez- bien estructurada, con mística, con un liderazgo potente y capacidad de convocatoria, como para provocar las grandes protestas de los 80′. La Concertación vivía en los centros de alumnos y gremios académicos de todas las universidades públicas del país; en la juntas de vecinos que se democratizaban a pesar de las restricciones existentes; en el irreverente movimiento de mujeres y en los colegios profesionales, en fin, en una ciudadanía consciente y que con valentía le expresaba su adhesión.



Su subsistencia material (y espiritual) se vinculaba a las 600 ONG que agrupaban a centenares de profesionales y técnicos abocados al desarrollo comunitario, la promoción de sectores sociales y a los temas emergentes. Sus ideas se difundían a través de varios medios de comunicación -las revistas Hoy, Cauce, Análisis y Apsi y los diarios La Epoca y Fortín Mapocho- además de numerosos boletines. Los partidos políticos, con sus sedes bullentes de comprometidos militantes, emergían como las organizaciones que cautelarían la materialización de los sueños democráticos, de un desarrollo equitativo, respetuoso de las personas y del medio ambiente.



Después de 10 años de gobierno, la Concertación ha visto erosionarse las bases sobre las que se construyó. Las organizaciones de trabajadores sobreviven apenas, la CUT es un remedo de lo que fue, sin renovación dirigencial y distanciada del gobierno. Los centros de alumnos y los gremios académicos concentrados en sus problemas internos.



La organización creada para los Jóvenes -INJ- cayó bajo el completo desprestigio ciudadano. Hoy día los jóvenes ya no están con la Concertación, convirtiéndola a ésta en un movimiento político en proceso de envejecimiento. Las organizaciones vecinales, el movimiento de mujeres y los colegios profesionales desaparecieron del mapa político concertacionista y, en general, también como actores de la vida nacional. De las 600 ONG, la gran mayoría desapareció, en parte, fruto de una política gubernamental que demandaba «apertura de mercados y no cooperación»; de las que sobreviven, la mayoría son «temporeras del Estado», perdiendo la autonomía, la creatividad y el compromiso que las caracterizó algún día.



Los medios de comunicación cercanos a la Concertación fueron desapareciendo paulatinamente, ante la indiferencia de los propios sectores políticos que apoyaban: cerraron las revistas, también los diarios e incluso muchas radios cambiaron de propietario y de línea editorial. Para compensar su incapacidad en la materia, la Concertación se queja del monopolio resultante que beneficia a las dos grandes cadenas empresariales.



Finalmente, los partidos políticos, además de sus increíbles fragilidades orgánicas e institucionales -expresada en la carencia de sedes, personal, equipamiento y recursos operativos- han visto reducidos su gravitación y atractivo ciudadano, incluso las tendencias y grupos históricos internos que los constituían se remiten a unos pocos dirigentes, los que, en algún recodo del camino perdieron el paradigma ideológico y el matiz político que justificaba su existencia.



Lo anterior no niega los cambios y el desarrollo productivo, social y de infraestructura que ha tenido el país en la década democrática. Hoy la economía chilena dobla a la de 1990; también se dobló el ingreso percápita y se ha reducido significativamente el número de pobres. Sin embargo, en ese transitar, la coalición de gobierno ha ido destruyendo sistemáticamente las bases y los fundamentos que la constituyeron y ve amenazado su protagonismo y subsistencia para el horizonte mediano.



Viva la democracia Local … vote por el que designamos nosotros



El domingo 29 de octubre, millones de chilenos eligieron en cada una de sus comunas a las nuevas autoridades locales. En algunos casos reeligieron a las mismas personas y en otros hubo cambios notables.



La renovación de autoridades municipales se puso pantalones largos. Es decir dejó de ser visto como un acontecimiento político de segundo nivel y se ha constituido en un tema de gran trascendencia nacional. Se consagraron dos grandes bloques: uno mayor pero en proceso de deterioro, otro menor, que vive su mejor momento y con serías posibilidades de seguir creciendo.



La Concertación mantuvo la mayoría gracias a la gravitación de muchos de sus líderes- alcaldes locales y también al plus que le aporta el Presidente Lagos. La Alianza por Chile, aunque no captó todo el voto Lavín, mostró mayor disciplina política, su consabida abundancia de recursos económicos y evidenció capacidad y mística, con la que amenaza continuar creciendo en próximos eventos electorales.



Por la forma como la abordaron, las dos coaliciones mostraron una mirada utilitaria de la elección de autoridades locales y, en estricto sentido, un desconocimiento de su significado democrático último. Ambas coaliciones impusieron «candidatos privilegiados» -definidos en Santiago por unos pocos dirigentes políticos- sin ni siquiera haberlos sometido a alguna evaluación de su gestión o de la adhesión ciudadana.



La Concertación y su Tragedia Griega



Más allá de los discursos formales, los partidos y militantes concertacionistas, salvo algún milagro o terremoto político, ven oscuro el panorama. Los problemas que se ven son los siguientes:



*Primero es el agotamiento del discurso que fundó a la Concertación, y la emergencia de propuestas programáticas parciales y muy contradictorias entre sí.

*Un segundo problema es la emergencia de evidentes contradicciones entre el discurso y la práctica concertacionista. Mientras la Alianza muestra rostros jóvenes, mujeres y reemplazo de algunos dirigentes históricos, la Concertación tiene dirigentes partidarios vitalicios, reproduce sin pensar dos veces sus figuras parlamentarias y aleja a aquellas emergentes que podrían renovarla y enriquecerla.



*Tercero, diversos sectores de la Concertación han empezado, tardíamente, a anticipar los estragos políticos que pueden derivarse de la elección municipal. Los alcaldes de la oposición asumen con renovadas energías, llenos de ideas y su trabajo, probablemente, afianzará la tendencia alcista de su coalición. Así, las elecciones parlamentarias confirmarán el actual Congreso, con cambios menores que, además de los beneficios del sistema binominal, podrían favorecer a la Alianza.



*Cuarto, la Concertación ha vivido la mutación explícita de ser un movimiento social y político a un epifenómeno del gobierno y el aparato público. Hoy dia el 90% o más de los activos concertacionistas de los años 80 trabajan en o para el Gobierno.



¿Qué hacer? … La misma pregunta de siempre que ahora exige respuestas nuevas



*Primero, lo mínimo que debe ofrecer cada partido es tener una propuesta programática que asuma los desafíos económicos, sociales, culturales, tecnológicos y políticos actuales.



*Segundo, hacer un genuino recambio de su liderazgo político y de muchas de las autoridades públicas.



*Tercero, hay que superar el antagonismo artificial entre una preocupación por los valores trascendentes, utopías y sueños, y el interés por la buena administración y la solución de los problemas específicos de la gente.

La Concertación debe revisar su mirada hacia lo local. Para muchos políticos de la coalición el municipio es un premio de consuelo, el peldaño para hacer carrera burocrática o para desplazar a algún diputado o senador. La gente percibe que la están usando para objetivos personales, que se simula una identidad local y una comunidad de intereses, como en el pasado los patrones apadrinaban los hijos de sus inquilinos.



La Concertación debe asumir que la modernización del Estado y la profundización de la democracia pasa por traspasar recursos humanos y económicos, capacidades legales y políticas a los gobiernos regionales, y que estos al igual que las municipalidades deben ser dirigidos por autoridades electas por la comunidad.



*Finalmente, la Concertación no puede seguir encerrada en las oficinas públicas, tiene que volver a vivir y revitalizarse en la sociedad civil. En los últimos 10 años se ha simplificado increíblemente el paisaje de actores relevantes en el país (Estado-Gobierno-Concertación y poder económico privado), con la excepción de algunos gremios subsistentes y el trabajo de las iglesias. Hay que volver y retomar el trabajo en las juntas de vecinos, reorganizar el movimiento de mujeres, reconocer la validez de las demandas étnicas, valorar y apoyar el trabajo de los ONG, relevar el aporte de los colegios profesionales y de todos los demás actores sociales.



*Secretario Ejecutivo del Consejo Nacional para la
Regionalización y Descentralización de Chile (Conadere)



  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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