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De la Habana y otras cosas


Desde La Habana se ve con otros ojos a nuestra América, ya que la otra, la del norte, es agua de otro cantar como dice el refrán popular. Hace unos pocos días, saliendo de un restaurante en La Habana vieja, un cuidador de autos me dijo algo así como «qué importa quien gane las elecciones, Bush y Gore son la misma cosa y lo bello es que mientras todos los países tiemblan, aquí nos reímos porque a esos no les tenemos miedo…».



Pareció una licencia poética en un mar de problemas que a diario deben solucionar para seguir adelante con este ya curioso proceso socialista. El más directo que aparece a los ojos del visitante, más o menos nuevo, es la total y completa dolarización de la economía para todo el que no sea directo trabajador cubano, o sea el turista y los pocos cubanos que reciben remesas de dólares
desde el extranjero.



Es una situación no fácil de entender, toda vez que esta doble moneda se traduce en la calle si se quiere comprar artesanías, si
se quiere pagar una comida en algún restaurante turístico, si se quiere tomar un taxi e inclusive si se quiere ir a algún «paladar» como llaman a los pequeños locales privados, familiares, en donde se puede comer de todo, mucho de lo cual no está en la oferta de alimentos de que dispone el pueblo cubano.



Es una situación paradojal si se piensa que una cena cuesta más o menos 20 dólares por persona y que esa misma cifra traducida a pesos cubanos (cerca de $400) es el salario de un funcionario alto de la administración pública. Resulta difícil de entender que la sola mística revolucionaria pueda ser la palanca que frena los apetitos legítimos de cualquiera que quiera adquirir algo que resulta casi banal en las sociedades de consumo en que vivimos los demás.



Si es así, no mero producto de la represión o el temor, sería algo más que notable como logro en la construcción de una nueva mentalidad. Más difícil resulta pensar en el hecho que deberían articular todo ese pueblo con el resto del mundo y muy concretamente con el resto de la América hispana. Esto me lleva a pensar que le famoso «bloqueo» impulsado por los EE.UU. ha terminado por ser funcional a los diseños de construcción social del régimen que lidera Fidel Castro, toda vez que sólo un brutal aislamiento puede hacer de Cuba esta nueva Esparta que vimos en la versión de sus funcionarios.



Es un desafío a la globalización o sólo un stop en la larga carrera hacia la nada que con tanto ímpetu se corre en nuestras tierras que Rubén Darío definió como «tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos…».

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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