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Los desafíos del 2001: Retomar el liberalismo y las materias sociales


Al comenzar un nuevo año, lo habitual es realizar un balance de lo que nos dejó el año anterior, pero lo más probable es que la mayoría de las personas, según su propio punto de vista, ya tenga una idea formada de lo que pudo ser positivo y negativo para sus vidas y para el país en general. Entonces, lo más productivo, ante la existencia de variados resúmenes y visiones del dos mil, es comenzar desde ahora mismo a vislumbrar lo que queremos construir durante los próximos 12 meses, lo que Chile está necesitando en forma prioritaria y los desafíos que debemos trazarnos, especialmente frente a aquellas materias que aún esperan por soluciones concretas.



Particularmente, considero que dentro de la agenda política en este nuevo año se establecerán tres temas: la discusión sobre las nuevas Reformas Laborales, las Reformas Constitucionales y las Elecciones Parlamentarias. No obstante, mi opinión es que estas materias, aunque revisten importancia, no pueden convertirse en el motivo de nuevas postergaciones para problemáticas sociales y discusiones valóricas que un país desarrollado, que busca acrecentar sus libertades y propiciar una mayor igualdad de oportunidades, se merece y aún está aguardando.



Definitivamente ya es tiempo de fomentar nuevos proyectos que tiendan a acabar con las diversas formas de discriminación, que reciben, por ejemplo, las minorías étnicas, las mujeres -fundamentalmente en el ámbito laboral- la tercera edad y los minusválidos.



Ya es momento que en Chile se legisle una Ley de Divorcio que pueda dar una solución legal a tantos problemas pendientes y que permita regularizar a cientos de nuevas familias. Continuar con el fraude de las actuales nulidades es algo que resulta insostenible, así como negarse a la existencia de lamentables desavenencias conyugales que tantas veces llevan al final de una relación, es sencillamente estar al margen de la realidad y no permitir que una importante cantidad de parejas rehagan sus vidas.



Respecto a la libertad de expresión, la diversidad y fomento de las artes, métodos que acerquen la cultura a todos los estratos sociales, el término de la censura cinematográfica, etc. Aún existe mucho por hacer, pero llevamos décadas de oscurantismo o simples discursos que, en la práctica, se contradicen con la poca disposición de alcanzar reales logros.



Una sociedad moderna y un país que pretende abandonar el sub-desarrollo, de ninguna forma puede avanzar mientras existan limitaciones culturales, o se coarte la libre expresión de sus artistas o de las sub-culturas que coexisten en su interior.



Lo mismo seguirá sucediendo, respecto al estancamiento educacional, si nos limitamos a modificar los horarios escolares o implantar doble jornada, incluso donde no existe infraestructura suficiente. Lo que necesitamos es reformar sustancialmente la forma de educar, entregar verdaderos incentivos, reconocimientos y nuevas herramientas de capacitación para los docentes, así como también atrevernos a impartir una educación sexual más abierta, más realista y en sintonía con la realidad de los adolescentes actuales.



En materia política hay mucho por hacer, referente a la mejor manera de profundizar la democracia, hay cientos de aspectos que atender y que deben llevarse adelante; sobre la economía es también indudable que hay medidas y acuerdos que tienen un carácter imperante, pero sobre la Libertad, la Participación y la Diversidad que forman parte del día a día, de lo cotidiano y que algunos tienden a restarle importancia, hay que colocar un especial énfasis y otorgarles un lugar privilegiado en la larga lista de promesas pendientes.



La bonanza económica (hoy inexistente) y la estabilidad política, no son nada, si hombres y mujeres no pueden gozar plenamente de su libertad, de la posibilidad y el derecho de desplegar su creatividad, difundir y expresar libremente sus pensamientos y poder desarrollarse en un ambiente que proporcione cultura, tolerancia y educación.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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