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Paradojas: el dicurso de los partidos vs. la realidad


Un curioso y paradojal discurso recorre a los partidos «grandes» de la Concertación. Reconocen que la sola presencia de los partidos en la composición del conglomerado es insuficiente y plantean estrategias destinadas a aumentar la base de sustentación del mismo hacia nuevos sectores ciudadanos, no necesariamente militantes.



Tal razonamiento está basado en una acertada percepción respecto a la forma en cómo los chilenos valoran las tiendas políticas de manera negativa y cómo, cada vez más, estos aumentan la expresión de sus inquietudes a través de nuevas instancias.



Loable, entonces, es que se busquen maneras de combinar las viejas estructuras partidarias con las nuevas maneras de organización que tiene la gente. Pero lo que resulta incoherente es que la «oportunidad» que se le brindan a los movimientos ciudadanos se le nieguen a aquellos que pensamos que todavía es posible contar con un sistema de partidos renovado, legitimado día a día y útil a los intereses de los chilenos.



Así es, los liberales sabemos que la sociedad está en permanente estado de evolución y que las formas de organización de los individuos se acomoda a los tiempos. Y pensamos, al mismo tiempo, que este reconocimiento de la realidad no implica el fin de los partidos. Por el contrario, obliga a que estos se imbuyan de las tendencias y demandas sociales cumpliendo su doble rol de reflejo de la realidad y conductor de los grandes sueños de futuro.



Esta visión de la renovación de los partidos recorre transversalmente a las tiendas políticas concertacionistas y en ella debe buscarse, principalmente, el ánimo revisionista que ha caracterizado el último año al conglomerado. Pero de la manera cómo es practicado por éstos refleja una incoherencia de grandes proporciones.



No puede ser que la renovación de la Concertación, los nuevos aires que se buscan, sea realizada de la mano de aquellos que, con una visión mesiánica, se sienten los ‘elegidos’, los únicos capaces de hacer la necesaria revitalización del bloque. Si estamos dispuestos a abrir formulas de participación a los movimientos sociales emergentes, pensemos que es necesario también fortalecer el crecimiento de los nuevos partidos.



¿Por qué cerrar la puerta a los demócratas que creen posible llegar a representar aquellos ciudadanos a los que los viejos partidos ya no convencen?



Debemos lamentar, además, que ya no sólo los partidos comparten esta limitada visión de las cosas. El gobierno, con los últimos cambios en la Región Metropolitana, que dejó sin una gobernación al Partido Liberal, se ha sumado a esta errónea percepción de la realidad.



No basta con hacer grandes declaraciones de modernidad y realismo cuando el mesianismo nubla la vista y niega el espacio a quienes, lo creemos firmemente, podemos hacer algo mejor.



*Vicepresidente del Partido Liberal (PL)

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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