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Alabanzas contra la mujer


Con ocasión del Día Internacional de la Mujer, volvió a practicarse en todas partes ese demagógico enjuagatorio bucal adulador que se repite en el día de la madre, en la campañas electorales y cada vez que hay que halagar a un auditorio femenino. Es evidente que en todos géneros, en el masculino, el femenino y también en el homosexual, para no discriminar, hay grandezas y miserias, generosidad y egoísmo, ternura y crueldad. Hay mujeres machistas y hombres feministas. Nadie, por el sólo hecho de ser mujer, hombre u homosexual, se merece esas alabanzas ditirámbicas, que terminan por ofender a las que pretenden complacer.



Las mujeres se dan cuenta de que se las alaba principalmente por dos razones: porque han pasado a ser un sujeto político importante y porque tienen poder adquisitivo. En las elecciones, da vergüenza ajena escuchar a los candidatos a cualquier cosa, deshaciéndose en alabanzas hacia la mujer. Se les dedican, incluso, gingles especiales. Recuerdo uno, de la campaña presidencial de Eduardo Frei Montalva. Lo cantaban los Quincheros y decía: «Chilena tu eres mujer, chilena tu eres bandera, chilena tú estás con Frei, igual que la patria entera». Y otro de Allende: «Las mujeres chilenas, valientes de corazón, para salvar a Chile, votan por don Salvador».



Y no hablemos de la exaltación de la mujer que se hace en los comerciales de productos destinados a ellas.



El problema es que con toda esta retórica, con estas celebraciones y solemnidades políticas y comerciales, se ha venido desarmando el potencial subversivo de los movimientos feministas, que tal vez son los que en mayor medida han transformado al mundo contemporáneo. La salida de la mujer desde el ámbito privado hacia el público y sus reivindicaciones por decidir libremente sobre su sexualidad, han producido cambios más decisivos y perdurables que los de todas las revoluciones del siglo XX.



El orden patriarcal, jerarquizado, competitivo, autoritario y despiadado, logró, sin embargo, sobrevivir a estos cambios y asimilar algunas de las principales demandas de la mujer, como la de acceder al trabajo en las mismas condiciones que el hombre. La mujer ha conseguido, no sin dificultades, llegar a cargos directivos, desde los cuales, sin embargo, sirve a la sociedad patriarcal a veces con más eficacia que el hombre.



Aún cuando la discriminación es un hecho real, no es menos cierto que se ha convertido también en retórica y muchas veces se le atribuyen efectos y culpas que no tiene.



Me parece que la causa más válida, en este momento, tanto de mujeres como de hombres, es contra el machismo y la cultura de la violencia, del abuso y de la estupidez que éste ha generado. Superar el machismo, tanto el que practican los hombres como el que propician muchas mujeres, hará más flexible el intercambio de roles, dará más legitimidad a la acción de la mujer en el espacio público y nos permitirá a los hombres recuperar el mundo privado, que es el paraíso perdido del que fuimos expulsados cuando se impuso esta brutal escisión entre lo masculino y los femenino.



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