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Otro cuento liberal


Los ex diputados -y otras ex cosas- Jorge Schaulsohn y Andrés Allamand han elaborado un documento político conjunto, a pesar de militar en partidos distintos que nunca han sido aliados y que postularon y presentarán candidatos enfrentados en las últimas y futuras elecciones en el país: el PPD y Renovación Nacional.



Estos dos personajes, aparte del fútbol (que cuando lo practicaban hace unos años, en su versión baby, era de resultado dispar: atropellador en el caso de Allamand, que nunca ha podido zafarse de su pasado de rugbista; apanicado en el caso de Schaulsohn, sobre todo cuando terminaba de arquero), han perfilado con éxito una imagen en común: gozan del crédito de ser representantes y hasta líderes del liberalismo en sus colectividades. Liberales completos, dicen los que dicen; o sea, no sólo defensores del liberalismo económico, sino que también en los ámbitos políticos, culturales y sociales (las costumbres), aunque, no nos engañemos, eso siempre deberá probarse. Perpetuamente.



Uno podría pensar, desde la idea de ese liberalismo, que el hecho de que hayan ofrecido el documento al diario La Tercera, que lo publicó ayer domingo, podría ser un síntoma, un gesto en relación al tótem de la prensa, del conservadurismo y la derecha: El Mercurio, al que simplemente no le ofrecieron el texto. Pero hilando más fino uno no puede llegar a otra conclusión que la que sigue: justamente, si queremos hablar de diarios, de pluralismo y expresiones liberales, lo relevante es que no hayan tenido otra alternativa que La Tercera, como medio impreso y masivo, para publicar su escrito. Pero ese es otro cuento.



El documento tiene la virtud de no ser largo y estar editado en párrafos breves y subtitulados. Se lee fácil. Habrá que guardarlo y, como ocurre con tantos otros, en algunos años más, de pura casualidad, me tocará encontrarlo por ahí y hojearlo bajo un parrón. Veremos qué impresión, entonces, podrá causarme (al azar releo una entrevista a Allamand en El Mercurio, en enero de 1987, donde explica que se puede ser demócrata y partidario de un régimen no democrático «en la medida en que el apoyo que se le brinde a ese régimen se le otorgue con el sentido último de construir un régimen democrático»).



Sinceramente, lo mejor del documento es definir que el problema actual del país es una crisis de optimismo, porque esa novedad podría invitar a la clase política a pensar en otras cosas o de manera diferente y -Ä„maravilla!- podría terminar cambiando a los mismos políticos.



Lo otro es que la aparición de un documento de dos figuras de partidos distintos hace soñar con la idea de que genere desorden en el sistema de partidos, en los partidos mismos, lo que siempre será bienvenido porque redundará en que pierdan un poco de poder. También ése es otro cuento. En todo caso, no hay que pasar por alto que las ideas del escrito están avaladas por las dos figuras mencionadas, Allamand y Schaulsohn, que son como unos patricios de la política, que cargan con la fama de ser modernos, entusiastas, emprendedores, etcétera.



Pero ayer en la tarde, por esas cosas del destino, me encontré en medio de una conversación de mujeres que hablaban, a su vez, de una conversación de ellas con las nanas de sus casas. Un sociólogo (lo que da igual) lo llamaría aterrizaje a la sabiduría popular o a la realidad popular. ¿Qué habían dicho estas nanas, que eran dos? Una, de por allá por San Francisco de Mostazal, oriunda de un villorrio de 20 casas, alababa cómo el diputado y otras figuras de la UDI iban al menos una vez al mes a comer en algunos de esos hogares. Y desde hacía años. La otra, que era o había sido de izquierda, alegaba contra la diputada Isabel Allende y los alcaldes concertacionistas de su distrito porque nunca se aparecían en los actos a los que los invitaban. Y ponía como ejemplo una fiesta a la que la Allende no llegó, pero donde sí estaba Maximiano Errázuriz, el de la UDI, que como se apareció campante y dicharachero terminó coronando a la mismísima reina de la kermesse (Ä„la fiesta tenía una coronación de reina más encima, muchachos de la Concertación!).



Releo el documento Schaulsohn-Allamand, el papel entinta algo mis dedos, pienso qué pasaría si los pedazos de la estación orbital rusa MIR cayeran en las sedes de todos los partidos políticos del país, destruyéndolos (otro cuento más), y termino haciendo la misma pregunta que otras veces: ¿Allamand y Schaulsohn van a terreno? ¿Sus cercanos, sus lugartenientes o discípulos o peones o secretarios hacen trabajo político en las poblaciones, en los villorrios como el de esta historia, en los barrios, en la calle? Ese es drama de los partidos y de la política. Salvo, ya lo hemos dicho, la experiencia de la UDI.





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