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Una extraña y vecina dictadura


Lo que está sucediendo en Argentina es lo que en la antigua sociología, la del siglo XX pasado se llamaba un serendipity case, o sea un dato anómalo, imprevisto y seguramente estratégico. Ahora se habla de la «cavallomanía» y los medios se dedican a exaltar la figura y la acción de ese salvador de la patria, que rescata de las llamas cercanas del Averno a un De la Rúa que parece cada vez más una figura de la pintura medieval entrando al purgatorio o al infierno.



Hace pocos años los contestatarios argentinos hablaban de «la patria financiera» para referirse a este mundo que Cavallo encarna tan bien. Hoy parece estar en la categoría del bien común, cuando menos. El peronismo menemista se queda sin la exclusiva del éxito financiero y una buena parte del radicalismo progresista queda motejado de haber gobernado mal mientras el Frepaso guarda un silencio de esfinge.



Lo que está claro es que la moderna economía y sus agentes tienen menos prejuicios que Drácula en un banco de sangre. El caballero del libremercadismo anuncia desde luego un impuesto -muy bajo- a los depósitos bancarios y, sentándose en las recetas del FMI, del BID, OMC, etc…, decide pedir poderes parlamentarios para subir los aranceles en las importaciones que no provengan del Mercosur, o sea de las que vienen de más del 97% del planeta Tierra. Y hay alguien que lo acuse de deprimido bolchevique, enemigo de la libre empresa, y terror de la libertad de comercio?



No, porque está el que sigue predicando igual que antes todas las mismas libertades que amenaza cortar con cuchillos. El mismo que privatizó todos los activos del Estado argentino y los transformó en sal y agua, hasta llegar hoy a presentar la imagen de un Estado insolvente que no tiene siquiera cómo garantizar los préstamos.



Estamos ante una brutal contradicción, que esconde diseños políticos quizá muy graves, uno de los cuales podría ser que la finanza internacional pueda dar pequeños y grandes Golpes de Estado fáciles de ejecutar porque el Estado ha sido previamente sangrado como oveja de sacrificio.



Liquidaron prematuramente a Alfonsín, sometieron a Menem y ahora vuelven a hacerlo con De la Rúa. No necesitan tener ni partido político, ni activistas ni locales, ni gastar en propaganda, ni participar en elecciones. Son eso que Vivienne Forrester describe con genialidad en su libro La Extraña Dictadura y que es la cara que nos toca ver en el sur del mundo a los que sufrimos y gozamos de la globalización.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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