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Adam Michnik y el ejemplo de Polonia


Hace un tiempo estuvo en nuestro país el gran intelectual polaco Adam Michnik. Su paso no tuvo las repercusiones que debió tener entre quienes las lecciones de su experiencia son más importantes. ¿Quienes son? No precisamente los devotos lectores de El Mercurio, donde fue entrevistado. Quienes más debiéramos aprender de él somos los que aún creemos en el socialismo como la única forma de producir la democratización radical de la sociedad.



Lo que digo puede parecer una paradoja. Este notable intelectual, quien dirige hace diez años el periódico polaco Gazeta Wyborcza y cuyas columnas de opinión se publican en la prensa internacional, fundó en 1976 junto a Jaceck Kuron y doce grandes disidentes el Comité de Defensa de los Trabajadores (KOR), cuatro años antes de la creación del sindicato Solidaridad.



Estuvo entre los primeros opositores internos al régimen socialista polaco y luego participó activamente en la rebelión obrera encabezada por Solidaridad. En esas luchas conoció varias veces los rigores de las cárceles a las que el régimen seudosocialista enviaba a los opositores.



Michnik participó en un duro combate contra el despotismo y la burocracia que pudo haber rescatado al socialismo polaco, si sus dirigentes hubieran sido más permeables a las enseñanzas emancipadoras del autentico marxismo de raíz libertaria y menos sensibles a las exigencias geopolíticas de la URSS.



Esas luchas influyeron en nuestros propios combates por la democracia en el socialismo dentro de la izquierda chilena. El norte de esas luchas era -y sigue siendo- mantener viva la esperanza de que el combate contra la explotación cada vez más despiadada del capitalismo y la crítica de su cultura mercantil cada vez menos humanista no servirá para proponer ni justificar ningún tipo de dictadura.



En 1971 habíamos conocido los problemas polacos a través del libro de Karol Modzelewski y Jacek Kuron Revolución política o poder burocrático, publicado por la editorial argentina Cuadernos de Pasado y Presente, con seguridad por iniciativa de José Aricó. Por ello las grandes huelgas iniciadas por los obreros de los astilleros contra un poder que se decía obrero no nos sorprendieron ni menos escandalizaron, como ocurrió con algunos sectores de la izquierda chilena que vieron en ellas la mano enguantada de la CIA. Todo lo contrario: eran signos de una descomposición que nos parecía necesario denunciar, en defensa del propio socialismo.



De la experiencia de la renovación socialista -que me tocó vivir en estrecha complicidad con Manuel A. Garretón- recuerdo con satisfacción la reivindicación de la democracia socialista contra la tradición marxista-leninista, y nuestras ardorosas denuncias contra las falsificaciones burocráticas.



Quizá las duras experiencias de Michnik en Polonia, donde conoció el rostro cruel del socialismo real, le hacen imposible concebir la esperanza en un socialismo libertario. Pero es un hombre que no se deja tentar por el gran opio del capitalismo. En una entrevista con la periodista española Ana Romero dice, comentando su rechazo a ser accionista de Gazeta Wyborcza, el periódico que el mismo fundó: «El dinero es como una droga. Cuanto más tienes, más quieres tener».



Sin duda es el mismo que a los 15 años organizó el club Búsqueda de contradicciones, preocupado por estudiar las divergencias entre el comunismo teórico y la realidad práctica. Es el mismo que pone como primer mandamiento de su decálogo a los periodistas la frase: «Eludamos las cortes reales». Tiene la dimensión ética -el desapego al dinero y al poder- a la que debemos aspirar, para ser reales defensores de un socialismo libertario.



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