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Desde Milán


Despues de todos los cuentos e historias que se cuentan y dicen sobre la nueva Italia, esta especie de segunda República nacida supuestamente de las cenizas de una primera que curiosamente sigue muy vivita y coleando, la realidad resulta mas bien decepcionante.



Tras pocos años de gobierno de la llamada «centroizquierda», triunfa ampliamente la «centroderecha», cuyo programa fue realizado ya por sus adversarios, quienes privatizaron todo cuanto era posible. Lo poco y nada que queda en manos del Estado seguirá la misma suerte, y hasta es probable que cuente con unanimidades.



La política ha seguido la misma suerte de otras transiciones al neoliberalismo: eso es algo que sólo entienden los operadores de la misma. El pueblo vota y mira a la distancia los debates de sus protagonistas. La economía goza del beneficio de la devaluación, y eso sirve a las exportaciones de un país que no tiene otra materia prima que su inteligencia, cultura y creatividad. Quienes conocimos la otra Italia, la que crecía y luchaba por ser parte del G8, nos resulta difícil entender que haya crecido tan poco la infraestructura, que se vea tan poca renovación.



Hay otras cosas que interesan a la gente, las cuales, sin embargo, se afirman más en los viejos valores que en la nueva virtualidad. Una noche en Bologna, Luciano Pavarotti, junto a un sinnúmero de estrellas de la canción, brindó un concierto de gala en solidaridad con los niños refugiados afganos que sufren lo indecible en campos de acogida que el gobierno de Pakistán ha puesto a su disposición. Rostros como Celia Cruz, Tom Jones, Patty Pravo y decenas más cantaron a dúo con Pavarotti o en solos, hasta reunir más de un millón y medio de dólares en favor de esa causa.



Era la Italia libertaria y solidaria, que sin necesidad de discursos polémicos insurgía contra esta realidad brutal generada por la intolerancia y el dogmatismo religioso, que apenas alcanza el poder actúa con la brutalidad del que tiene verdades reveladas y puede rechazar el razonamiento ajeno, porque es humano, inferior e indigno de consideración.



Esta es la realidad que acostumbrábamos a ver en esta Italia amada, llena de arte, cultura y humanismo.



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