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Vidas y muertes de Gardel


El domingo 24 se cumplieron 66 años de la muerte de Carlos Gardel y de su elevación a la categoría de mito latinoamericano. El accidente que le quitó la vida en Medellín cuando se encontraba en el pináculo de la fama, la delirante gira post mortem que organizó su albacea Armando Defino por Colombia, Puerto Rico, Nueva York Montevideo y Buenos Aires, y el funeral apoteósico en esta última ciudad, sin olvidar los oscuros y contradictorios datos acerca de su origen y su muerte, lo llevaron a convertirse en leyenda.



Las ficciones y las auras que se han construido en torno a Gardel hacen cada vez más borroso al personaje y su biografía. Las operaciones publicitarias de las compañías distribuidoras de sus películas y discos, las investigaciones que intentan develar la verdadera historia y las visiones de la cultura popular se confabulan en esta mitificación del Zorzal criollo.



La versión más luminosa habla de un Gardel generoso, bello, hijo ejemplar de una esforzada inmigrante francesa, Berta Gardés, quien se ganaba la vida como planchadora. Esta historia tiene un sospechoso parecido a los cuentos del tango, que exaltan el amor por la viejita, y con las historias rosa del chico humilde que gracias a sus virtudes morales y a su ingenuidad sube de pelo y conquista el mundo.



Gardel no fue tan bello ni tan generoso como se lo pinta. Era un obeso de ciento veinte kilos, como lo demuestra su primera aparición en el cine, en la película Flor de Durazno. Para conservar la apostura debió someterse a rigurosos regímenes dietéticos y de ejercicios.



También tuvo un prontuario policial importante, y conoció no sólo las cárceles porteñas, sino el penal de Ushuaia, donde iba a dar el lumpen más pesado. Las discusiones por asuntos de dinero lo llevaron a romper con su amigo José Razzanno y con su guitarrista Aguilar, a quien recontrató a última y mala hora, porque aunque Aguilar sobrevivió al accidente de Medellín, lo hizo con terribles quemaduras.



Es curioso que el mismo Gardel haya mantenido el secreto sobre su origen, y que solo en su testamento -sobre cuya autenticidad existen reparos- reveló que nació en Touluose, Francia, y que su nombre original fue Charles Romuald Gardés. En vida, sin embargo, más de una vez declaró que su lugar de nacimiento fue el pueblo uruguayo de Tacuarembó.



Hay otra versión de su vida, bastante sórdida. Se encuentra desarrollada con importante acopio documental en el reciente libro Las dos muertes de Gardel, de Horacio Vázquez-Rial (Ediciones B). Antes la exploraron Vero Reyles, Nelson Bayardo, Fernando Buttasonni y Susana Cabrera, en su libro Los secretos del coronel. Según esta otra historia, Gardel es hijo del coronel Carlos Escayola, amo y señor de Tacuarembó y sirviente leal del dictador uruguayo Máximo Santos.



Escayola fue amante de Juana Sghirla y se fue casando, sucesivamente y a medida que enviudaba, con las tres hijas de ésta. Cuando aún estaba casado con la segunda, Clara, violó a la menor, María Lelia, que era una chiquilla de catorce años. De ahí nació «el guachito Escayola», quien después se convertiría en el gauchito Escayola, y más tarde en Carlos Gardel.



Las cosas podrían ser aún más turbias si se le agrega el componente incestuoso: María Lelia nació cuando su madre, Juana, ya era amante de Escayola, de modo que existen probabilidades que sea hija del coronel, con quien después contrajo matrimonio y tuvo varios hijos legítimos.



El orden patriarcal excluía de las familias a los hijos ilegítimos, de modo que el coronel entregó a Carlitos, junto con una suculenta suma de dinero, a una prostituta francesa, Berta Gardés, para que se lo llevara a Montevideo.



Esta segunda versión también tiene sospechosos parentescos con otra matriz de la ficción latinoamericana: el melodrama que escarba en los asuntos de familia y en el misterioso origen de un personaje elegido. En el centro aparece la figura de un patriarca, muy propia de la historia de nuestro continente.



La muerte de Gardel también abre espacios a la leyenda. No están claras las causas por las que el trimotor Ford F-31 Manizales fue a estrellarse antes de despegar con otro aparato que esperaba a un costado de la pista. Se dice que el piloto, Ernesto Samper Mendoza, recibió un disparo como parte de una operación de silenciamiento.



Se descubrió que la línea aérea colombiano-germana Scadta, propietaria del Manizales, era una empresa de pantalla en la que los alemanes adiestraban a los pilotos de la Luftwaffe y levantaban mapas para burlar el tratado de Versalles.



Es sintomático que el destacado historiador inglés Simon Collier, especialista en temas latinoamericanos, concluya su documentada biografía de Gardel con un capítulo titulado Leyenda. Aquí hay una especie de aceptación de los límites que las investigaciones histórica y biográfica encuentran al enfrentarse a personas, como Carlos Gardel, o Charles Romuald Gardés, o Carlos Escayola, a quienes el mito ha terminado por convertir en personajes de ficción.



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