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Recordando con ira


En 1984, Italo Calvino iba a hacer seis propuestas para el próximo milenio en la cátedra Charles Eliot Norton Poetry Lectures de la Universidad de Harvard. No alcanzó: murió una semana antes de viajar. Tuvo tiempo, eso sí, de bautizarlas en inglés como Seis memos para el próximo milenio. Son una especie de recordatorio para varios tipos de humanos que se podrían definir como los livianos, los atarantados, los ombliguistas, los narcisistas y otros individuos o grupos que sufren diversas clases de desajustes, entre ellos los seudoestadistas y algunos estadistas de verdad.



Aunque este libro ya es conocido por muchos lectores y fue escrito hace casi 15 años, me ha parecido interesante relacionar estas propuestas o memoranda con las características de quienes gobiernan nuestro continente, o desearían hacerlo.



En esas conferencias nunca expuestas, Calvino propone la levedad, la rapidez, la exactitud, la visibilidad y la multiplicidad como características que el hombre moderno debería tener en cuenta para no perderse en el farragoso tráfico de un futuro en que la incertidumbre será el motor de la vida cotidiana. Una sexta propuesta, la consistencia, desapareció; el supuesto manuscrito en que diserta sobre ella nunca pudo ser encontrado.



La Levedad, haciendo nuestra transposición hacia el estadista latinoamericano actual, tiene que ver con la capacidad para saber qué es es lo esencial y no llevar más equipaje del necesario, y con no apegarse a las cosas doctrinariamente. Lo más importante para el estadista del futuro será saber exactamente qué es capaz de asumir el Estado y qué no, para que la sociedad civil pueda despegar y volar lejos.



Mercurio y Vulcano



Para lo de la Rapidez, Calvino se basa en la contraposición y complementaridad entre Mercurio y Vulcano, ambos hijos de Júpiter. El primero representa la sintonía y la participación en el mundo, y el segundo la focalidad o la concentración. La clave está en cómo hacer para participar en el mundo, pero concentrados. La dedicación y la artesanía de Vulcano y la movilidad y la rapidez de Mercurio son, según Calvino, las condiciones necesarias para que cualquier esfuerzo llegue a tener un sentido. Es decir, debe existir un tiempo de Mercurio y un tiempo de Vulcano.



La rapidez, a fuerza de ajustes precisos acompañados por una intuición instantánea que no deje de tener en cuenta el tiempo necesario para que las cosas decanten, maduren y venzan la impaciencia, deberá ser otra característica del verdadero estadista moderno. Este tendrá que tener algo de aquel dibujante chino a quien el rey le pidió que dibuje un cangrejo. El artista pide cinco años para realizarlo, que le son concedidos. Cuando termina el plazo, vuelve a pedir otros cinco. Cuando concluye nuevamente el lapso, y al serle reclamado la obra, el artista se levanta y con dos trazos dibuja el cangrejo más perfecto nunca dibujado.



Respecto a la Exactitud, Calvino piensa que siempre se anda detrás de algo escondido, o sólo potencial e hipotético. La palabra trata de verbalizar lo oculto uniendo lo visible con lo invisible. Al decir del escritor italiano, es un puente frágil e improvisado tendido sobre el vacío. Por esta razón, el lenguaje debe ser usado por el estadista con discreción, atención y cautela, con respeto hacia aquello que las cosas comunican sin palabras.



La exactitud en el lenguaje y la precisión en la acción serán otras condiciones que deberá cumplir quien quiera conducir acertadamente a los pueblos.



Nada de copias



La Visibilidad consiste en poder evocar imágenes ausentes, en contraposición a las imágenes prefabricadas que vemos en todas partes. Es decir, tener la capacidad de combinar el patrimonio visual para dar nacimiento a creaciones propias. Según Calvino, ya no se distinguiría qué es realidad y qué es televisión. Hay que saber, para estar bien equipados para lo que viene, cerrar los ojos y ver cosas que no se hayan visto en ninguna parte.



El estadista tendrá que dejar de copiar o adaptar modelos ajenos y crear conocimiento político, económico y social para que el avance de sus conducidos sea fluido y no tropiece con factores extraños. La visibilidad del nuevo estadista también estará en su capacidad de prever lo que ocurrirá en su propio terruño, basado en los datos locales y no en lo que sucede en el mundo en general.



La Multiplicidad, por su parte, enseña que los lugares y las maneras para entrar al futuro pueden ser muchos, y la multiplicidad de los relatos para hacerlo, infinita. Por lo tanto, las verdades nunca han sido más relativas. Todo es un gran red, una multiplicación de los posibles. Calvino se pregunta: ¿Qué es uno sino una combinatoria de experiencias, informaciones, imaginaciones? Pretensiones, se podría agregar.



No se puede aferrar el estadista a un discurso único, a una propuesta irreductible. Si así fuera, podrá topar mañana con un dead end en pleno laberinto y no tendrá tiempo ni herramientas para buscar otra salida.



Por último está la Consistencia, sobre la que aparentemente Calvino no escribió o no fue encontrada.



Sobra decir que todo lo anterior debe ser consistente. Es decir, si no se trata de algo que tenga fundamentos o raíces en lo que cada pueblo o nación esencialmente es, desde el punto de vista de la historia común de sus gentes, podría suceder que aunque se cumplieran todas la características anteriores el Estado supuestamente moderno se viniera abajo, arrastrando con él a todos los aprendices de estadistas.



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