Publicidad

Regresión ética y derechización política


Ä„Mala semana para el país ésta que termina!



Por un lado se consuma, por el momento, la impunidad criminal de Pinochet ante los ojos escandalizados de todo el mundo, y de todas las personas decentes que creyeron ingenuamente que el Poder Judicial aprovecharía la oportunidad de hacer justicia en los crímenes contra la humanidad cometidos por él, como máximo responsable del Estado y de las Fuerzas Armadas.



Es curioso, porque el mensaje que nos envían estos jueces es que Pinochet no es inocente de los crímenes de los que se le acusa, pero está demente y no puede ser juzgado. Esto significa que si una persona comete crímenes horrendos en plena posesión de todas su facultades -por perversas que éstas fueran- y luego se le declara loco, no hay posibilidad de hacer justicia. Imaginemos que Hitler hubiera sobrevivido a la Segunda Guerra Mundial, pero se hubiera vuelto loco… Habría sido sobreseído.



Ya lo saben los grandes criminales del mundo en el futuro: asesinen, torturen, hagan desaparecer masivamente a sus compatriotas usando el poder y las armas que el país les dio. Luego hagan que los declaren locos y pasen piolita. Criminal y loco, ésa es la fórmula segura de impunidad.



Como dijo un dirigente político de derecha hace algunos meses: el Poder Judicial en Chile es una chacota. Lo poco que había acumulado en credibilidad en el último tiempo se derrumba, y vuelve a aparecer la cruda realidad que mostró ese poder del Estado en otra época.



Si la decisión judicial es vergonzosa, como lo son las declaraciones de la autoridad eclesiástica, también son lamentables la neutralidad asumida por el discurso gubernamental en esta materia, y las señales que algunos sectores de gobierno dieron al Poder Judicial en el sentido que querían una solución pragmática y rápida al caso Pinochet que no les complicara sus relaciones con las Fuerzas Armadas. Hay que insistir: la justicia en el caso Pinochet y en todos los crímenes cometidos son el test que aclarará si este país tiene futuro como comunidad histórico-moral.



Frente a ello el gobierno y el Estado no pueden ser neutrales. No basta con que las instituciones judiciales funcionen formalmente; es necesario que hagan justicia, y el gobierno debe ser el garante moral de eso.



En otro plano, las reformas laborales han evidenciado un consenso artificial típicamente cupular, que demuestra que las muñecas políticas no se usan en servicio de la gente ni de los trabajadores, sino en el de los sectores poderosos. Esto significa ceder al chantaje de la derecha y el mundo empresarial en materia de reformas laborales, y el gobierno queda entrampado en un tipo de acuerdo que no expresa su voluntad de establecer una relativa equidad laboral, requisito que ha repetido el Presidente Lagos.



Otro proyecto central en estos días, el de la reforma tributaria, es claramente regresivo. No resuelve ningún problema ni de reactivación ni de beneficios a los pobres ni la clase media, excepto en lo que se refiere al descuento de intereses por crédito hipotecario, porque no se toca el IVA. Por el contrario, los grandes beneficiados son los sectores más ricos.



Al mismo tiempo los empresarios, que en Chile pagan menos impuestos que en cualquier parte del mundo, siguen chantajeando porque se les aumentan sus impuestos en dos puntos y en un plazo largo. Lo más grave de todo es la medocridad técnica y política de un proyecto tributario de parche, que no enfrenta el problema en todas sus dimensiones y que obligará en algunos meses más a nuevos parches.



Finalmente, y esto es de extrema gravedad política, se nos informa de las discusiones del gobierno con las Fuerzas Armadas en materia de reformas a una Constitución que ellas hicieron a su medida. Hacer que las Fuerzas Armadas deliberen en torno a una reforma constitucional que tiene carácter esncialmente político es claramente anticonstitucional. Ellas no tienen nada que decir al respecto, y sólo deberán acatar lo que los representantes de la voluntad popular decidan.



En síntesis, éste es un momento de aguda derechización del país y de triunfo neto de los poderes fácticos, provengan éstos del aparato estatal, como el Poder Judicial y las Fuerzas Armadas, o del mundo socioeconómico y político, como los empresarios, los medios de comunicación y la derecha política. La sociedad y la democracia chilena son hoy más débiles y más mediocres que hace una semana.



______________________



Vea otras columnas del autor

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias