Publicidad

Compasión con la caída de un gigante


Que más se podía esperar, después de todo, son chilenos. Así es, no se justifica la sorpresa mayúscula que algunos se han llevado por el condoro en la inscripción de candidaturas del pasado 14 de julio. Estas cosas pasan, y en Chile ya no debieran llamar la atención, lo curioso son las diferentes reacciones y propuestas de solución que nacen a partir de la desesperación.



Por algún misterioso mecanismo lógico todos sospechamos que la caída de la totalidad de lista DC era algo imposible; «de alguna manera lo van a arreglar», pensamos la mayoría, no por la autosuficiente frase expresada en medio de la debacle por la diputada María Rozas, quien con verdadero asombro preguntó «¿ustedes se imaginan una elección sin la Democracia Cristiana?» Debo confesar que mi respuesta no es, seguramente, la que ella esperaba.



No, no pensábamos que esto se iba a arreglar por lo antinatural que es prescindir de un partido que hoy tiene a 38 diputados en ejercicio, sino porque estamos en Chile y aquí todos, hasta los DC, tienen derecho a un perdonazo. Entrar por la ventana chica es un deporte nacional.



Por otro lado, ¿cuántas veces los legisladores se han sensibilizado frente a la inoperancia e irresponsabilidad de cada uno de nosotros, cuando no acatamos los plazos para cumplir con tal o cuál trámite? Innumerables ¿no?



¿Por qué no ser blandos con ellos esta vez y desviar la vista cuando legislaron para si mismos? ¿qué nos va hacer una ley ad-hoc si ganamos en estabilidad y democracia? Ya lo dijo el presidente de la UDI, Pablo Longueira, en estas circunstancias se demuestran las actitudes verdaderamente democráticas de todos los partidos.



Hagamos, por una vez, oídos sordos a los principios de igualdad ante la ley o la competencia en similares condiciones. La ganancia es mayor, la lección será aprendida y en el futuro ellos se preocuparán de revisar todos sus papelitos a la hora de hacer trámites, los parlamentarios nos darán en esa hora una lección y ejemplo de rigurosidad.



Sin embargo, ante esta hermosa demostración de civilidad y desprendimiento de todos los sectores políticos para entender el error DC, sólo me cabe una duda. ¿La actitud habría sido la misma si la inoperancia se hubiera producido en un partido pequeño? Tengo mis dudas.



Quizá por eso es más valioso cuando un gigante se pega un buen costalazo, no sólo porque provoca hilaridad entre los enanos, sino porque el estruendo que causa llama la atención y recuerda que pudiendo haber diferencias de tamaño con las piedras, todos se pueden tropezar.



En este caso vale la pena levantar al gigante caído, tener consideración por su añosa experiencia, despejar las piedras de su camino, servir de bastón al trecho que le queda por avanzar y sentir que con este tipo de gestos somos cada vez mejores.



* Profesor de Historia y Geografía
Partido Liberal




Otra columna del autor:



Cerrando temas pendientes

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias