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Aristóteles y la política de la amistad cívica

Ojalá nuestros líderes políticos, los que pertenecen a un mismo partido o coalición, se volvieran a juntar y hablaran con confianza, o que la política de la confrontación pasara a ser la política de la amistad cívica, esa sin la cual, según Aristóteles, la polis moría.


¿Hay aún espacio aún para la amistad y la política? De la política mejor no hablar. Se la acusa de ser una actividad propia de corruptos, de seres ambiciosos amigos del poder y de lo ajeno. Es de buen tono hablar mal de los políticos. Se ha dado el caso de políticos de toda una vida que cuando se presentan a un puesto político han dicho que son antipolíticos.



Basta con leer las encuestas y practicar un poco el cinismo.



Ya no hay política. La ha reemplazado el escarnio público. Ä„Pobre del que se meta en política: sale trasquilado!



Con los amigos pasa otra cosa. Se les aprecia, pero ya no hay tiempo para ellos. Desesperados entre las angustias del trabajo diario, apenas nos queda tiempo para la familia. A nuestros hijos, cuando nos hemos atrevido a tomar la decisión de tenerlos, o la naturaleza ha tomado la decisión por nosotros, apenas los vemos durmiendo cuando llegamos a casa. Y si no hay tiempo para los hijos, menos lo habrá para los amigos.



Alguien ha reclamado en contra de la muerte de los terceros lugares, no la casa ni la oficina, donde íbamos simplemente a encontrarnos a conversar gratuitamente, sin buscar nada más que la alegría de intercambiar vivencias y momentos.



«Amigos, ya no hay amigos». La amistad ha sido reemplazada por la competencia y la soledad.



¿Cómo lograr que esto cambie y construir lo que ha dicho Jaime Castillo para el siglo XXI, que gobierne el amor y la amistad? Quizá partir nuevamente por recordar a los maestros.



Para los antiguos la vida pública era una dimensión central de la existencia humana. En ella irrumpimos en la esfera pública mediante los grandes hechos y las grandes palabras, diciendo qué creemos mejor para la buena vida de la multitud. No se trata de buscar la felicidad sólo en el calor del hogar y en la satisfacción del trabajo. Se trata también darle un sentido pleno y trascendente a nuestra vida construyendo un mundo mejor.



Por eso, cuando Aristóteles aconsejó a su hijo Nicómaco acerca de las cosas importantes de la vida, recordó la belleza de la amistad y la importancia de la política en ella.



Volvamos a escucharlo.



«Sin amigos nadie querría vivir, aun cuando poseyera todos los demás bienes; hasta los ricos y los que tienen cargos y poder parecen tener necesidad sobre todo de amigos; porque ¿de qué sirve esa clase de prosperidad si se la priva de la facultad de hacer bien, que se ejerce preferentemente y del modo más laudable respecto de los amigos? ¿O cómo podría tal prosperidad guardarse y preservarse sin amigos? Porque cuanto mayor es, tanto más peligra.

En la pobreza y en los demás infortunios se considera a los amigos como el único refugio. Los jóvenes los necesitan para evitar el error; los viejos para su asistencia y como una ayuda que supla las menguas que la debilidad pone a su actividad; los que están en la flor de la vida, para las acciones nobles: dos marchando juntos, así, en efecto, están más capacitados para pensar y actuar».

Terminemos ya estos recuerdos del pasado y volvamos al presente.

Volver a ser amigos es la clave. Ojalá nuestros líderes políticos, los que pertenecen a un mismo partido o coalición, se volvieran a juntar y hablaran con confianza, o que la política de la confrontación pasara a ser la política de la amistad cívica, esa sin la cual, según Aristóteles, la polis moría.

Los partidos políticos son organizaciones voluntarias. Nadie nos puede obligar a participar en ellos. Y si nos integramos sólo para ver trifulcas, discusiones improductivas y descalificaciones internas, no volveremos más. Sobre todo en un Santiago donde se pasan 1,7 horas diarias a bordo de buses, micros y el metro. Y la presión laboral es altísima, sobre todo si se es mujer y se trabaja fuera de la casa también.

¿Política de la amistad? ¿Ingenuidad? Nada de eso. Realismo. Los chilenos lo dicen en encuestas y estudios cualitativos: «no queremos ver más políticos peleando entre sí, particularmente si son del mismo partido».

Creo que Aristóteles, si viviera -lo hace a través de su obra y recuerdo- nos preguntaría qué clase de vida y polis estamos viviendo. Y alegre, sabio y comprensivo, nos llamaría a vivir la política de la amistad, la amistad cívica. «Sin amigos nadie querría vivir».



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