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Educación superior: una revolución y un mito

El mundo industrializado ha llegado a ese estadio, «educación superior para todos», que los estudiantes chilenos de los años ’60 postulábamos como una utopía y que los adultos de la clase conservadora impugnaban en ese tiempo como una consigna Ä„ay! comunista. Ä„Así han cambiado las cosas!


Una de las mayores revoluciones producidas en Chile durante los años ’90 es la generación masiva de nuevas oportunidades para cursar estudios de educación superior. Como muestra el gráfico número 1, durante la última década se produjo un verdadero salto en la proporción de alumnos en edad de cursar estudios superiores que están inscritos en una universidad, instituto profesional o centro de formación técnica.



Mientras en 1960 apenas cuatro de cada 100 jóvenes del grupo de edad correspondiente cursaban estudios superiores, hoy prácticamente uno de cada tres está en esa condición, según muestran los resultados de la encuesta Casen dados a conocer recientemente.



El salto ha sido espectacular: más de 11 puntos en diez años, mientras en los años ’60 fue de apenas cinco puntos, de tres en la década de los ’70 y de ocho puntos en la década de los ’80.



El nivel de escolarización superior alcanzado por Chile es de los más altos de América Latina, junto a Argentina, Costa Rica, Uruguay y Venezuela. No obstante, aún está lejos de la cota conseguida por los países desarrollados, algunos de los cuales, como Canadá (88 por ciento), Estados Unidos (81 por ciento), Australia y Finlandia (80 por ciento), inscriben a casi todos los jóvenes del correspondiente grupo de edad en la enseñanza superior.



En otros países entre la mitad y dos tercios de los jóvenes cursan estudios postsecundarios, como Corea del Sur (68 por ciento), España (51 por ciento) y Dinamarca (48 por ciento).



El mundo industrializado ha llegado a ese estadio, «educación superior para todos», que los estudiantes chilenos de los años ’60 postulábamos como una utopía, y que los adultos de la clase conservadora impugnaban en ese tiempo como una consigna Ä„ay! comunista. Ä„Así han cambiado las cosas!



Hoy ninguna persona culta y que apoye que Chile mantenga e incremente su competitividad osaría sugerir que es conveniente limitar el ingreso a la educación superior. A esta altura no sólo aparece como antieconómico, sino como contrario a la ética de la igualdad de oportunidades.



El gran salto adelante dado por la educación superior se explica principalmente por el aporte de las instituciones privadas de educación superior, que en la actualidad proporcionan alrededor de un 54 por ciento de la matrícula total del sistema. Ä„Otro efecto inesperado! No ha sido el Estado el único instrumento democratizador: el sector privado también se ha hecho cargo de ofrecer posibilidades de acceso a la enseñanza superior a los hijos de las clases medias y populares emergentes.



Con todo, suele alegarse que el rápido desarrollo de la enseñanza superior chilena es afectado por una grave distorsión, llamada universitaritis. Es decir, todos los y las jóvenes querrían estudiar carreras universitarias, a diferencia de otros sistemas propios de países desarrollados en los que la mayoría cursa carreras técnicas o cortas.



El Gráfico 2 permite observar que esa percepción es errónea, o al menos desinformada.



En efecto, en este orden de materias las realidades de los países son muy diversas. Varias naciones desarrolladas, como los países nórdicos, por ejemplo, tienen una proporción de matrícula universitaria dentro del total de la matrícula superior similar a la de Chile.



Corea y Japón están en un mismo grupo con nosotros. Tampoco es muy distinta la situación de la República Checa, Austria y Alemania, países con una mayor intensidad de universitaritis que Chile.



Hay, sin embargo, países desarrollados donde predominan los estudiantes de carreras técnicas. No son mayoría en el mundo, pero existen algunos. Se trata de naciones con una muy alta tasa de escolarización superior, como Estados Unidos, Canadá y Australia, o de otros que han incrementado rápidamente la matrícula superior canalizándola hacia carreras intermedias y cortas, como Holanda y Gran Bretaña.



Por último, cabe observar que hay países pobres, con un escaso desarrollo de sus sistemas de educación superior, que tienen una baja proporción de estudiantes en carreras universitarias debido al costo de estos estudios y a la tasa todavía baja de graduación de la enseñanza secundaria.



En suma, la pretendida universitaritis chilena es un mito. Lo real, en cambio, es la revolución de la última década.



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