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El déficit cero es más importante que John Taylor


Las declaraciones del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Paul O’Neill, respecto de Argentina -que antecedieron la reciente visita del subsecretario John Taylor- fueron poco diplomáticas y afectaron la sensibilidad del país, pero deben ser analizadas como un dato concreto y como una manifestación de la política de la administración Bush hacia América Latina.



Pero no es un hecho nuevo, sino la confirmación de una política fijada a fines de abril.



Cabe recordar que el domingo 22 de abril, cuando se iniciaba la Cumbre de Presidentes de las Américas en Quebec y el riesgo país de la Argentina superaba los 1.000 puntos, Bush dijo públicamente que podría haber ayuda bilateral para la Argentina, incluso al nivel de la recibida por México en 1995.



Dos horas después, O’Neill aclaraba los dichos del Presidente, fijando la política de la administración de que los recursos del contribuyente norteamericano no serían utilizados para financiar a deudores que sistemáticamente incumplían sus compromisos y que el apoyo a la Argentina se limitaba al ámbito del FMI en función de lo acordado a fines del año pasado para obtener el «blindaje».



Mientras tanto, el Departamento de Estado sostenía la necesidad de evitar el efecto «dominó» que una crisis argentina podría desatar primero sobre América Latina, los mercados emergentes después y de ahí a la economía mundial y el Tesoro se mantenía firme en su política de evitar salvatajes como el «blindaje» que a fines de 2000, la administración Clinton articuló para la Argentina.



Es a nivel del Consejo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos donde a fines de abril quedó definida la política que sintetiza las posiciones antagónicas dentro del gobierno norteamericano: en caso de un «default» de la Argentina, reforzar Brasil para evitar el contagio hacia América Latina y Turquía para detener su propagación al resto de los emergentes. Para la Argentina, sólo canalizar apoyo a través de los compromisos asumidos en el ámbito del FMI.



Cuando desde mediados de julio, el «riesgo país» de la Argentina llegó a los 1.600 puntos, comenzó a implementarse la estrategia de crisis que había sido delineada a fines de abril. Brasil -con riesgo por encima de los 900 puntos- comienza a negociar un apoyo del FMI de US$15.000 millones, mientras que Turquía con un riesgo por encima de 1.000, gestiona con el organismo internacional un aporte de US$11.000 millones.



Es decir, que frente al aumento del riesgo de «default» de la Argentina, comenzó a implementarse el plan de crisis ya definido en abril.



Es en este contexto que deben interpretarse las declaraciones de O’Neill de que un «default» de la Argentina no detonaría una crisis mundial.



Para la Argentina, el apoyo se limita en consecuencia a gestionar que el FMI entregue los tramos del «blindaje» comprometidos a fines de 2000, aunque el país siga sin cumplir condiciones pactadas entonces, como la reforma previsional y la desregulación de las obras sociales.



Esta política, no descarta el adelanto de fondos comprometidos en el «blindaje» ni incluso algún apoyo extra del organismo internacional.



En lo que hace al apoyo europeo, no parece en condiciones de articular un nuevo aporte directo, después que España contribuyera con US$1.000 millones al «blindaje» de diciembre.



En la misma reunión del G-8, realizada en Génova, cuando a través de Silvio Berlusconi se expresó el apoyo a Argentina, se enfatizó el hecho de que el país ya ha recibido cinco veces el aporte que ha realizado al FMI, sin comprometer suma alguna.



Respecto de América Latina, durante la asunción del nuevo Presidente del Perú, los primeros mandatarios del Mercosur respaldaron el plan del «déficit cero», en una jugada tendiente más a fortalecer internamente a De la Rúa que a impulsar un apoyo económico específico o concreto.



En cuanto a las «impolíticas» declaraciones de O’Neill respecto de que la Argentina hace setenta años que está en problemas económicos, debemos reconocer que en la década de treinta el país representaba un tercio del PIB de América Latina y ahora es menos de un sexto y que entonces el ingreso per cápita de España era un tercio del argentino y hoy es el doble. Es que, aun en el ámbito del mundo iberoamericano, el retroceso argentino sufrido en las últimas décadas ha sido muy grande.



Cuando el «riesgo argentino» sigue siendo el más alto de América Latina, pese a la baja de los últimos días, cabe recordar que tanto Estados Unidos, como los gobiernos de Europa, así como también los presidentes de la región, han respaldado el programa del «déficit cero» como la última alternativa de la Argentina para evitar el «default», pero todos coinciden en que lograr este objetivo está en manos de los argentinos y que no habrá nuevos «salvatajes» como el recibido a fines del año pasado.



Por esta razón, lo más importante para la reconstrucción de la credibilidad argentina, es que el 1 de setiembre el país vuelva a cumplir con el «déficit cero», como lo está haciendo al comenzar agosto. Este hecho puede ser más relevante para la baja del «riesgo país» que los anuncios de John Taylor.



Cabe recordar que los US$40.000 millones de dólares de «blindaje» sólo dieron dos meses de calma en los mercados y que los US$30.000 millones del «megacanje» no lograron mejorar las expectativas.



Sin la acción concreta de los argentinos, los aportes, ayudas o señales externas no resultan eficaces para que el país recobre su crédito y a partir de ello su crecimiento.



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Rosendo Fraga es historiador y analista político argentino. Director del Centro Unión para la Nueva Mayoría.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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