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No escuchar a los «economistas sabios»


¿Hace cuanto tiempo se empezó a escuchar la voz de Orlando Caputo, quien ha estado a la cabeza de un grupo de economistas que advirtieron a tiempo sobre los efectos de la sobreproducción chilena de cobre y sobre la necesidad de actuar sobre la oferta? Por lo menos cuatro o cinco años. Tuve la oportunidad de acompañar a Caputo a una reunión con la plana directiva de Codelco en 1998. Fuimos tratados con cortesía, oídos con amabilidad, pero no escuchados.



Caputo debió soportar el ataque, a veces en ausencia, de los economistas sabios, quienes persisten en creer que en economía puede hablarse de verdades científicas absoluta, quienes cuestionaron con prosopopeya de eruditos la presunta falta de rigor de sus cifras y de sus análisis. Pero a la larga todo ese despliegue del poder académico se ha mostrado equivocado. Los pronósticos de Caputo, por desgracia, se han cumplido.



¿Hace cuánto tiempo que Hugo Fazio argumentó con cifras y análisis la profundidad de la crisis actual, que esos mismos economistas sabios habían diagnosticado como efectos superficiales y limitados, gritando a los cuatro vientos la solidez de las bases de nuestra economía para soportar cualquier embate internacional?



¿Hace cuántos años que Jocelyn-Holt, yo mismo, y con argumentaciones y matices distintos Manuel Antonio Garretón, señalamos las debilidades de nuestro proceso de reconstrucción democrática? Para limitarme sólo a mi caso, debo decir que la mayor parte de mis pares, aun aquellos cuyo pensamiento era bastante cercano al mío, miraron mis análisis con displicencia.



El libro tuvo éxito entre el publico no especializado, pero la mayoría de los intelectuales actuaron frente a él como los sabios economistas. Adjudicaron el carácter crítico de mis análisis al pesimismo de mi personalidad, y el afán por plantear la necesidad de una profundización democrática y de un cambio de sistema, a mi romanticismo.



Y sin embargo, hoy destacados intelectuales y políticos auguran el cambio de la alianza o la derrota de la Concertación como el fin de este camino tan exitoso. Ä„Vaya paradoja! Después de 16 años de gobierno de la Concertación, los analistas y los profetas auguran que la derecha más conservadora llegará a La Moneda. Pero no dan ninguna explicación que merezca ese nombre a este fenómeno.



Brunner, en su última columna en El Mostrador.cl, ha acudido a la metáfora de la enfermedad, en este caso en su versión psicológica, la del desorden mental. Para el autor se trata de una alianza que no ha sido capaz de defender lo que ha hecho porque no ha percibido la profundidad de su propia obra.



Para seguir en la onda de las metáforas médicas, estaríamos frente a un caso ejemplar de negación psicoanalítica. Lo más lejos que se puede llegar con ese análisis es a culpar a los autoflagelantes, pero sin dilucidar si sus criticas eran razonables o tenían algunos puntos válidos.



Otros, como Jorge Schaulsohn en su entrevista a la revista Qué Pasa, no se detienen mucho en las razones del fracaso. Cansado quizá de los diagnósticos, se embarca sin más trámites en una nueva pasión: alargar la actual Concertación hacia los sectores progresistas que están fuera de ella.



Esa nomenclatura se refiere (Ä„no se vayan a equivocar!) a la derecha liberal. El mismo hecho que Schaulsohn no se preocupa jamás de aclarar, que al mencionar a los sectores progresistas fuera de la Concertación habla de la derecha liberal y no de los comunistas, es sumamente decidor: para el entrevistado estos últimos están fuera del campo del progresismo.



Brunner se lamenta de la sinrazón de la Concertación. Schaulsohn indica los caminos de la razón.



Pero después de diez años en que la equidad se muestra cada vez más esquiva, en que el modelo de desarrollo revela sus limitaciones para proveer empleo porque sus sectores dinámicos lo ocupan en menor proporción que otros, en que pone en evidencia sus limitaciones para agregar valor a nuestras exportaciones ¿no será necesario plantearse la ingenua pregunta de si lo que falla no es el modelo de desarrollo?



No estoy diciendo el capitalismo. No voy tan lejos. Solo insinúo que en vez de buscar razones psiquiátricas quizá haya que buscar las razones del fracaso político de la Concertación, cuyo fin se profetiza como cierto, en el funcionamiento del sistema que administró.



Espero que esta vez, cuando muchos presagian el posible gobierno de Joaquín Lavin (un personaje tan peligroso como Pinochet, como se ha demostrado en estos últimos días), escuchen con más animo deliberativo a los que hemos realizado criticas, sectoriales o globales, desde posiciones de izquierda. No nos lancen sin más en el lugar estigmatizado y en el espacio del silencio reservado a los utópicos y antimodernos.



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