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Encuestas de desempleo: la dictadura de los números


La gran disparidad entre las cifras de desempleo del INE y las de la Universidad de Chile nos deja perplejos. Con todo, vivir en perplejidad, como lo dice una editorial de la revista Mensaje, es vivir en forma adulta y nos da la oportunidad de madurar como país. Por consiguiente, nos libera a los ciudadanos vulgares y silvestres de comulgar con ruedas de carreta, como es habitual en este mundo dominado por profesionales y científicos de todo tipo.



Desde hace siglos que intentamos reducir a números realidades complejas, y las matemáticas nos producen un temor reverencial. A medida que los análisis númericos se hacen más sofisticados, gracias al desarrollo de la informática, dejamos la identificación y solución de los problemas a los expertos, y así nos olvidamos que la suma de todos nosotros, desde el analfabeto al doctor, es el soberano en la democracia, y que sus dictámenes se determinan por mayoría de votos. Mientras que los expertos son sólo nuestros servidores.



Hace ya más de una década que Galbraith, el gran decano de los economistas contemporáneos, criticó a sus colegas jóvenes debido a que en sus estudios les interesaba más la elegancia matemática que su cercanía con la realidad. Y la consecuencia era que se alejaban cada día más de la vida cotidiana. Intentar reducir a ecuaciones algebraicas un aspecto de la compleja conducta humana es, por lo demás, una audacia infinita.



Recientemente, un periodista inglés, David Boyle, publicó un libro, que es éxito de librería, con dos versiones, una británica y otra norteamericana, con dos títulos diferentes: «La tiranía de los números: porqué contar no puede hacernos felices» y «La suma de nuestro descontento: porqué los números nos hacen irracionales», respectivamente. Según The Guardian es deliciosamente subversivo. Para Boyle el uso, o más bien, el abuso de las estadísticas, nos lleva a populares o politizados errores.



Ante las diferencias entre el INE y la Universidad de Chile acerca del desempleo hay que tener presente, antes que nada, que ninguna cifra podría realmente contar a los chilenos que sufren esa condición, y lo mismo ocurre en todos los rincones de la tierra. Que una cifra nos parezca más real que otra es cuestión de opiniones sobre la metodología usada para calcular una u otra.



Así, por ejemplo, en nuestro país se insiste que la flexibilidad en la contratación y despido de los trabajadores disminuye la tasa de desempleo, y se cita al caso de Estados Unidos, en contraste con el europeo. Quienes hacen esa afirmación se limitan a dar las cifras oficiales.



Es cierto que, según esas cifras, el desempleo es menor en EE.UU. que en Europa. También lo es que el sistema laboral norteamericano es más flexible que el europeo. El gran problema, sin embargo, es que esas tasas de cesantía no son comparables debido a que son consecuencia de metodologías diferentes.



A vía de ejemplo, si en ambas regiones se incluyera entre los desempleados a los adultos que no buscan trabajo y a los que trabajan solamente algunas horas cuando quisieran hacerlo a horario completo, las cifras de cesantía -en ambos lados del Atlántico- tendrían diferencias más bien menores. Más todavía, si nos referimos al nivel de desarrollo, Suecia, con un sistema de empleo rígido, es tanto o más desarrollado que Estados Unidos, con un sistema flexible.



Al parecer la rigidez o flexibilidad en los contratos de trabajo, más que influir en la economía, es el resultado del poder sindical o de la estructura familiar. Mientras los sindicatos son más poderosos o la familia más estructurada, más rígido es el contrato de trabajo.

Lo segundo es que la importancia de las cifras estadísticas es principalmente comparar, tanto en el tiempo como en el espacio, entre lo que fue ayer y lo que es hoy y entre nuestro país y los demás. Es decir, tratar de imaginarse las tendencias.



Por último, como la medición del empleo se basa en encuestas, los resultados están influidos por la representatividad de la muestra y las preguntas que se hacen, y siempre tienen un margen de error. Por tanto, sus resultados son siempre relativos y sólo nos dan una impresión que debemos evaluar con lo que vemos y sentimos.



Ahora bien ¿quién tiene la razón en materia de desempleo, el INE o la U? La respuesta sólo puede darla un análisis cualitativo, donde lo que importa es la opinión de todos, no solamente la de la autoridad y de los expertos. Cuando así lo entendamos, podremos aprovechar las oportunidades que nos ofrece la perplejidad. La libertad y la democracia, como dice el premio Nobel de economía Amartya Sen, desembocan al desarrollo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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