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Antielogio de la violencia

Estamos hartos de sangre. De todo tipo de sangre. ¿Aprenderemos al fin la lección, o continuaremos bebiendo el cáliz del siglo 20 con recursos más cruentos, ciegos y deleznables que en el pasado?


Viví la masacre, sin saber por quéÂ…

Alguien está matando y no puede dejar de pensar y escuchar

sobre un martes de horror, en un martes de horror…

Los Tres






Lacan acuñó el concepto de sobredeterminación para indicar que un discurso puede vehicular un exceso de significación: puede decir lo que dice, y al mismo tiempo decir más de lo que dice, es decir, remitir simultáneamente a la voz del yo y a la voz del inconsciente.



Azar infausto: 11 de septiembre. Dos martes de horror.



Imágenes, voces imborrables: tropas regulares sacan a culatazos a los funcionarios de la Intendencia de Iquique. Los Hawker Hunter bombardean La Moneda y el sueño del socialismo en democracia. El gran cobarde escupe: «matando la perra, se muere la leva». Los cadáveres, naves del absurdo, surcan el Mapocho.



Imágenes, voces imborrables: los aviones, aves del espanto, se incrustan en las Torres Gemelas y en el corazón del Pentágono.
«¿Why?», clama una espectadora aterrada. Bush Jr. habla y su cara, desencajada, dice: «no sabemos nada». Los rostros cubiertos de cenizas esbozan lo indecible.



Dos martes de horror. Why? ¿Por qué? Dominós que no son juegos: una a una las macizas torres se desploman en medio de un estruendo brutal.



Dominós que no son juegos: los cuadros sociales y políticos definidos como «el enemigo interno» por los autodefinidos «amigos internos» caen uno a uno, en medio de un silencio brutal.



¿Cuál es el hilo de Ariadna que une a las piezas que caen? ¿Dónde se encuentran los horrores que sobredeterminarán para siempre el 11 de septiembre en la humana memoria?



La respuesta: en el uso desbocado de la violencia como recurso político. En el desprecio de la vida del otro.



El siglo 20 nos hartó de ese cáliz. ¿No es hora ya de detener esa escalada? Pero detenerla en serio, sin dobles estándares: definiendo, por ejemplo, como terrorista a mi enemigo y no como terroristas a mis acciones encubiertas.



Estamos hartos de sangre. De todo tipo de sangre. ¿Aprenderemos al fin la lección, o continuaremos bebiendo el cáliz del siglo 20 con recursos más cruentos, ciegos y deleznables que en el pasado?



Estamos hartos de sangre. De todo tipo de sangre. Que lo escuchen los Osama Bin Laden y los Kissinger de cualquier calaña.





* Doctor en Sociología, coordinador del Seminario Interdisciplinario de la Universidad Alberto Hurtado



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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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