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Guayas y la búsqueda de El Dorado


Recorrer las enormes extensiones de plantaciones de banano que se encuentran en esta provincia de Guayas es un deleite para la vista y el resto de los sentidos, especialmente para quien quiere y admira esta naturaleza nuestra, americana , andina, agreste, fluvial y hasta soberbia.



La nueva agricultura de esta región ecuatoriana está volcada, como ya sucede en varios otros países, a la exportación.



A la búsqueda de ese otro El Dorado, decenas de barcos salen cada semana con su carga de bananos hacia todos los lugares del mundo, para obtener los ansiados dólares que permiten la diaria subsistencia del país.



El rio Guayas, navegable y de dimensiones amazónicas, sirve de puerta fluvial al Pacífico, que distribuye las naves hacia todas las latitudes.



Hace un año y después de graves problemas internos, el gobierno resolvió adoptar el dólar como la moneda oficial, enterrando al viejo sucre. Eso no cambió la relación entre los salarios en la vieja moneda y la nueva situación.



El salario mínimo y también medio de un jornalero agrícola es de 100 dólares al mes, mientras que la media de los precios tiende a los promedios que existen en todo el subcontinente. Ese salario mensual no sirve ni para pagar un día de un hotel de cinco estrellas de la capital de la región, Guayaquil.



Es la misma historia que se repite por todas partes. El precio del banano cayó en los últimos dos años, mientras los insumos siguen subiendo. El teléfono, la electricidad, el papel higiénico, los peajes, los camiones, autos, buses, ampolletas, computadores y todos los productos industriales que son importados suben de precio al ritmo que imponen sus fabricantes en los países industriales.



Las viejas encomiendas de la época colonial han sido reemplazadas por algo casi igual: los dueños de las haciendas exhiben orgullosos los carteles de las grandes multinacionales de la alimentación, sus compradores, que ponen las cajas con sus etiquetas y que deciden los calibres y calidades de las frutas que van a exportar.



La única diferencia con las épocas de la United Fruit que describe genialmente García Márquez en Cien años de soledad es que ahora el capataz no es gringo ni europeo, ni la empresa requiere ser dueña de la hacienda productora.



Como este relato no puede ser eterno, se me viene a la cabeza una categoría de clase dirigente que Arnold Toynbee describió como «gobernantes herodianos», en recuerdo de Herodes el Viejo, quien gobernó al pueblo judío pensando mas en los intereses de la Roma Imperial que en los de su pueblo. ¿Será que la historia se repite como comedia?



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