Publicidad

El espíritu y la voz de los ’80

Y si de futuro se trata, solo decir que las generaciones de los ’90 y de los jóvenes de hoy, que cumplirán treinta años en torno al 18 de septiembre del 2010, no se merecen ser generaciones sin voz. Y hasta ahora no se les escucha.


Partamos hablando con la razón y terminemos haciéndolo con el corazón. Hablemos de generaciones y de Chile. El del ayer y el del porvenir. Hablemos de la voz de los ’80 y la del Segundo Centenario.



Para Ortega y Gasset, generación es el concepto más importante para entender la historia y su movimiento. En cada época hay contemporáneos que viven en un mismo tiempo, y coetáneos, que tienen una misma edad. Así, son contemporáneos jóvenes, adultos y ancianos, pero no son coetáneos.



Entre estos tiempos vitales distintos en sus diferencias y semejanzas surge un anacronismo esencial que hace que la historia se mueva, cambie, fluya. No es la lucha de clases ni la diferencia entre las razas lo que mueve el mundo. Es la coexistencia entre distintos estilos de vida, inquietudes y esperanzas la que hace que el mundo cambie. Y cada 60 años este cambio es general.



En el Chile del siglo pasado surgen nítidamente múltiples generaciones. Eduardo Frei, Jorge Alessandri y Salvador Allende representan la generación que va desde 1945 hasta 1960. Ella es la generación de la Guerra Fría, del brutal choque inicial entre capitalismo y comunismo.



José Antonio Viera-Gallo, Jaime Guzmán o Alejandro Foxley son de la generación que va desde 1960 hasta 1975, que es la generación del rito revolucionario que explotó en Sierra Maestra y murió con las democracias uruguayas y chilenas en 1973.



La generación que va desde 1975 hasta 1990 es la que nace del dolor del quiebre democrático y de la lucha por su recuperación. Esta es la propia, la de Yerko Ljubetic, Carolina Tohá, Pablo Longueira y tantos otros.



Luego entramos a la generación actual, la de los ’90, que surge a la luz de los procesos de transición, instauración y consolidación democráticas y de ajustes económicos estructurales. Nace el 5 de octubre de 1988 y comienza a morir el 11 de septiembre del 2001.



Cada generación tiene sus propias vivencias, intereses y estilos de vida. Eso es claro en líneas gruesas, pero no quiere decir que cada generación sea homogénea. Sin embargo, es nítido que la generación de los ’60 está marcada a fuego por la revolución y el quiebre democrático, y la de los ’80 por la lucha por su recuperación. Y la de los ’90, por una anglosajona «X» o un chilenísimo «no estoy ni ahí». Eso impone visiones políticas distintas, aunque no necesariamente divergentes.



Chile ciertamente se enriquece en su pluralismo político, étnico, territorial, social, de género y también generacional, siempre que esa diversidad ocurra dentro de la comunidad que supone valores, objetivos, esfuerzos y afectos compartidos. Es el viejo distinguir para unir en el proyecto nacional común.



Un diálogo horizontal y un aportar común a Chile es siempre bueno, y también lo es que cada generación esté dispuesta a realizar su mejor aporte. Sin miedos ni prejuicios. Sin arrogancias.



He tenido la alegría de volver a encontrar a mis compañeros de la generación del ’81 de la Escuela de Derecho de la Universidad de Concepción. Les anuncio que vuestros amigos treintones cada vez más comenzarán a practicar el rito humano del recuerdo comunitario, al recordar la salida del colegio y la entrada a la universidad por allá por el inicio de los ’80. Se comportarán en forma rara, con alegría por lo bien vivido y pena por lo malogrado.



No es raro que Los Prisioneros vuelvan a tocar en estos días. Es el espíritu que misteriosamente actúa en la generación de la voz de los ’80«. Con ella y en ella participé en la común tarea de recuperar sin violencia la democracia para Chile, y lo logramos.



Han pasado ya veinte años. Y lo cierto es que al reunirnos en la Escuela de Derecho de la Universidad de Concepción nos dimos cuenta que el diálogo sólo se encontraba suspendido y ni siquiera interrumpido, como me lo dijo una ex compañera, hoy bella madre y profesional. Así es la vivencia generacional cuando al tiempo del trabajo, estudio y pareja se suma el tiempo para pensar y actuar en grande.



Ser generación es contribuir a generar nuevos espacios de vida y de libertad. Nosotros lo hicimos, y por ello nos sentimos infinitamente orgullosos.



Y, por cierto, no hay nostalgia. Pues la nostalgia es aquel dolor (algia) que produce el intento de un regreso imposible. Y nuestra generación nunca se fue de lo que contribuyó a recrear y regenerar: universidad autónoma y república democrática. Y quiero declarar que eso lo hicimos todos los que más allá de sus legítimas posiciones políticas contribuimos a que el cambio fuera con respeto, alegría y paz. Esos sentimientos se respiraban en el reencuentro de mi generación el sábado pasado.



Por todo ello, hoy doy públicamente las gracias. Lo hago, paradójicamente, a través de esta nueva tecnología mediática que nos recuerda que la tradición puede vivir en el cambio y el recuerdo puede alojarse en el presente e inspirar el futuro.



Y si de futuro se trata, sólo decir que las generaciones de los ’90 y de los jóvenes de hoy, que cumplirán treinta años en torno al 18 de septiembre del 2010, no se merecen ser generaciones sin voz. Y hasta ahora no se les escucha.



El espíritu del ’81 les diría que se atrevan a irrumpir en el espacio público. Así lo entendieron las generaciones cívicas que nacieron en torno a 1810, 1833, 1848, 1865, 1879, 1891, 1910, 1925, 1941, 1958 y la de los ’80, que nació preguntándose el porqué del 11 de septiembre de 1973.



Nuestra esperanza reside en que los jóvenes cuya conciencia política nació en 1988 y en 2001 abracen el ideal republicano y democrático que Chile juró promover.



Voz de los ’80. Voz de los ’90. Voz del Segundo Centenario.



Dios bendiga el pasado bien vivido y el futuro esperanzado.



_________________



Vea otras columnas del autor

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias