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Tendencias no sustentables en el desarrollo chileno


El desarrollo sustentable se define como la posibilidad de «satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la posibilidad de las futuras generaciones de satisfacer las suyas».



Detrás de esta idea se encuentra el concepto de la equidad, tanto entre las distintas generaciones en el tiempo como al interior de la actual. Por esto, el crecimiento económico, la equidad social y la conservación ambiental deben ser alcanzados simultáneamente para lograr un verdadero desarrollo sustentable.



La supuesta contradicción entre crecimiento económico y la protección del medio ambiente es toda una falacia, porque no reconoce que los ecosistemas sustentan el proceso productivo y, en consecuencia, el estado y uso del medio natural están ineludiblemente vinculados al desarrollo material de la sociedad.



Por lo mismo, la lógica económica actual, expresada por las autoridades del país con frases como ‘primero los pobres y luego los árboles’ o ‘Chile tiene una política ambiental coincidente con su PIB per cápita’, no se condice con un desarrollo sustentable y es inevitablemente contradictorio con la búsqueda del desarrollo económico de un país.



La economía chilena ha tenido un crecimiento sostenido basado en la explotación y exportación de recursos naturales poco procesados, principalmente forestales, pesqueros, mineros y frutícolas, que estuvo acompañado por un proceso dinámico de inversión en estos sectores exportadores que se profundizó en la década de los noventa. En ese período, Chile alcanzó altas tasas de crecimiento económico, por sobre el 6%.



No obstante, tal crecimiento no contempla la pérdida de capital natural (la capacidad de futuras generaciones de satisfacer sus necesidades) ni la equidad social (la capacidad de generaciones presentes de satisfacer sus necesidades) por lo tanto, la información disponible nos permite sostener que el crecimiento económico chileno no es sustentable.



La evolución de la distribución del ingreso en Chile muestra que, a pesar del crecimiento económico espectacular que se ha experimentado durante los noventa, la desigualdad se mantiene prácticamente constante, incluso empeorando en los últimos años. Mientras el decil más rico acumula más del 40% del ingreso total del país, el más pobre sólo alcanza en torno al 1% del total. De esta manera Chile se ha convertido en uno de los países con mayor desigualdad de ingreso en el mundo.



En cuanto al uso de los recursos naturales la información es menos clara, pero en todos los sectores se observan aspectos preocupantes.



Por ejemplo, las biomasas pesqueras pelágicas han caído sistemáticamente en los noventa, afectando los niveles de desembarque de éstas pesquerías que han disminuido, desde 1994, en un promedio anual de 5,8%. La caída en las capturas ha comprometido la capacidad de generar ingreso en el sector, afectando así a miles de personas. La contracción de las biomasas se debe a la sobre explotación de los recursos pesqueros.



Una política sustentable para el desarrollo pesquero debería haber limitado las capturas manteniendo las biomasas pesqueras a niveles razonables y evitando así los problemas que actualmente está experimentando el sector. La Fundación Terram estimó que el PIB pesquero sólo en el 2000 fue sobreestimado en más de 10% por no contemplar el agotamiento de las biomasas pesqueras.



En el caso del sector forestal la problemática se concentra en la disminución del bosque nativo, cuyo efecto es casi irreversible si consideramos a éste como un ecosistema abastecedor de bienes y servicios ambientales.



Las causas de la eliminación del bosque nativo son claramente identificables y existe consenso en torno a que la más severa es la sustitución por plantaciones de pino y eucalipto para abastecer a la industria de la celulosa. No podemos observar directamente la disminución de bosque, pero sí se puede estimar indirectamente a través de los productos que genera (astillas nativas y leña).



Se estima que las pérdidas de superficie de bosque nativo, durante el período 1990-2000, ascienden a más de 477 mil hectáreas, equivalente a un millón de canchas de fútbol. La pérdida de este capital natural solamente en el 2000, equivale al 12,6% del PIB agropecuario-silvícola de ese año.



En el caso de la minería, si bien en los últimos años ha aumentado el tamaño de las reservas de cobre, se registra una pérdida patrimonial importante por no contemplar el recurso como un capital natural. Fundación Terram estima que esta pérdida es casi 10% del PIB del sector en el 2000. Pérdidas similares se registran todos los años desde la década de los noventa.



Lo anterior no incluye las pérdidas por la contaminación ambiental generada por estas actividades u otras. Por ejemplo, las pérdidas económicas por mortalidad y morbilidad en la ciudad de Santiago, como consecuencia de la contaminación atmosférica, se estiman entre 740 millones y 3.400 millones de dólares al año.



Si bien existe un debate sobre lo que significa el desarrollo sustentable y no existe toda la información para realizar un diagnóstico completo, dada la enorme contaminación de los ecosistemas y la desigualdad social que existe en Chile, es difícil pensar que el desarrollo económico en nuestro país se haya realizado en la última década bajo criterios aceptables de sustentabilidad.





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Marcel Claude es economista y director ejecutivo de la Fundación Terram.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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