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La risa abunda

Lo extraño es que a todos los candidatos los hemos visto en los noticieros de la tele y en las fotos de los diarios, seriamente preocupados por la difícil situación por la que atraviesa el país, compungidos por el desempleo, la delincuencia, la drogadicción y otros problemas que afligen a los chilenos. Y ahora aparecen muertos de la risa, como si todo se hubiera arreglado de un día para otro.


Qué extrañas son estas elecciones. No sé si son parlamentarias o presidenciales. En este último caso es raro que vaya un solo candidato a Presidente, y que su sonrisa y sus anteojos se multipliquen, floreciendo en todos los postes y las plazas del país. A algunos debe causarles alergia, lo mismo que pasa con otras floraciones primaverales.



No me explico tampoco los textos que acompañan a los carteles: «Fulanita se la juega por Lavín», o «Zutano, un diputado para Lavín», o «Arancibia, el gran senador de Lavín». Habrán votado en secreto una reforma constitucional. Yo entendía que los parlamentarios debían jugársela por la gente y la región a la que representan y servirlas. Y ahora resulta que todos, sean de la provincia que sean, pasan a pertenecerle al alcalde de Santiago. No entiendo nada.



Tampoco logro comprender de qué se ríen los candidatos. Hay una extraña homogeneidad gestual en casi todos ellos, sean concertacionistas o de la oposición. O ríen o sonríen, y hasta los zurdos levantan el dedo pulgar de la mano derecha. A ninguno se le ha ocurrido parar otro dedo, de otra mano o del pie.



Lo extraño es que a todos los hemos visto en los noticieros de la tele y en las fotos de los diarios seriamente preocupados por la difícil situación que atraviesa el país, compungidos por el desempleo, la delincuencia, la drogadicción y otros problemas que afligen a los chilenos. Y ahora aparecen muertos de la risa, como si todo se hubiera arreglado de un día para otro.



Lo cierto es que los dentistas de los candidatos han hecho un excelente trabajo. Sus dientes se ven limpios y sanos, sin sarro ni pátinas de nicotina o de café. Y sus actitudes son de euforia. Si no salen elegidos podrán dedicarse a hacer publicidad de pasta dental, de lociones after shave, bluyines o desodorantes.



Hay tanta risa colgando de los postes que uno casi agradece cuando ve un rostro medianamente serio o sereno, como el de Burgos o el de Dittborn. El no tentarse de la risa les da cierta dignidad y los distingue en medio de la chacota.



Rescato también de la campaña algunos aportes a la estética de la ciudad. Hay rostros hermosos, como el de Macarena Carvallo o Pía Guzmán. Esta última tiene una sonrisa que no es artificial, ni ensayada ni vacía. La sonrisa de Pía Guzmán es transparente, remite a cierta interioridad sensible. Tal vez por eso opaca al maqueteado Lavín con quien aparece en los carteles.



Marcelita Cubillos, en cambio, se ve tímida, inhibida ante la presencia tan cercana del alcalde. Con su sonrisa de pajarito parece pedir perdón por estar ahí.



Se ve a Lavín con tanta mujer. Parece uno de esos galanes del cine de los años ’50, que en cada film aparecía con una actriz distinta como coprotagonista.



A la Concertación le faltó un comodín. Sus candidatas se ven solitarias como viudas o mujeres abandonadas. Sus candidatos parecen truncos, sin un Batman para armar un dúo dinámico.



Lo malo es que esa euforia y esa camaradería alegre y bonachona que vemos en los carteles no tiene correspondencia en la realidad. He visto algunas caravanas de autos y camionetas que recorren las calles, desplegando sus trapos y tocando bocinas que no despiertan ecos, que caen en el vacío, lo mismo que todas esas risas que nadie celebra, esas sonrisas que no encuentran ningún reflejo y que mueren en la planicie del cartel.



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