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La cruel ironía de la «tolerancia cero»

Un factor que ayuda a la prevención de la delincuencia reside en generar acciones que apunten a disminuir la percepción errónea o exagerada de inseguridad. Esta tarea es sumamente difícil en Chile, debido a la existencia de una prensa que se encarga interesadamente y en forma sistemática de exacerbar la sensación de inseguridad ciudadana.


¿Quién no escuchó alguna vez a Sinatra cantando New York, New York, the city that never sleeps? Con esto de la ciudad que nunca duerme se quería aludir a una urbe en ebullición, a una megalópolis envuelta en el vértigo interminable de los especuladores de Wall Street, del hormiguero humano que transita por sus calles, de las elegantes tiendas de la Quinta Avenida, de la farándula inagotable de su showbusiness sin fronteras.



¿Quién podría haber imaginado, escuchando al viejo de los ojos azules, que algún día los neoyorkinos se verían impedidos de dormir no por el atronador bullicio de sus calles cosmopolitas, sino por algo mucho más terrible que es el Miedo? Un terrible Miedo, escrito con mayúculas, generado a partir de la inseguridad en que quedó su población y en grados más o grados menos todo el pueblo estadounidense después de la destrucción de las Torres Gemelas.



Para Estados Unidos, Nueva York era un símbolo del American Power, un gigante de asfalto que era una prolongación urbana de la filosofía casi ancestral que se remontaba a la frase the land of the free and the home of the brave, una fortaleza protegida por un sheriff que haría palidecer a cualquier comisario de los muchos que encarnó John Wayne en sus múltiples westerns de matiné.



El alguacil moderno se llama Rudolph Giuliani, quien proclamó la «tolerancia cero» para convertir a Nueva York en la ciudad más segura del orbe. Nada de eso ocurrió. La ciudad de la Gran Manzana demostró ser tanto o más vulnerable que cualquier otra ciudad del mundo con un agravante para sus habitantes. Sus ya conculcados derechos ciudadanos sufrieron un nuevo deterioro.



Loďc Wacquant, uno de los más aventajados discípulos de Pierre Bourdieu, había señalado categóricamente algún tiempo antes del holocausto del 11 de septiembre que la «tolerancia cero» no implica mayor seguridad para la población, sino para los más poderosos. Para las mayorías significa una pérdida clara de muchas de sus garantías civiles*, y para los más pobres, el infierno, ya que la filosofía de esa iniciativa estigmatiza y criminaliza la miseria, hace más marginales a los marginales -«parias urbanos» los llama Wacquant- y «borra de la vista», borra de las calles, la presencia misma de la miseria.



Franz Vanderschueren, coordinador del Programa Ciudades más Seguras del Cnuah (Habitat) y asesor técnico del programa de gestión urbana, señala que dos de las vías más eficientes para lograr adecuados niveles de seguridad ciudadana son la solidaridad y la prevención de la criminalidad**. Como señala Vanderschueren, «la solidaridad implica que ningún ciudadano, grupo de personas o barrio puede ser criminalizado o estigmatizado por el conjunto de la sociedad».



Sin embargo, esta situación de estigmatización es bastante frecuente. Personas que han delinquido en alguna oportunidad son marcadas de por vida por sus conciudadanos. Lo mismo ocurre con ciertos barrios que son identificados como zonas de predominio de la ilegalidad o potencialmente criminales. Las personas de estas zonas tienen serias dificultades para encontrar trabajo (en Santiago, el caso de La Legua es paradigmático en este sentido).



En síntesis, la estigmatización rompe los lazos de solidaridad necesarios para la convivencia armónica entre los componentes de un país o de una ciudad.



El otro pilar de la lucha democrática contra la criminalidad y sus causas es la prevención. Nuestro autor sostiene que «la prevención consiste en evitar la criminalidad no sólo luchando contra sus manifestaciones sino, sobre todo, focalizando sus causas». Y en la lucha contra las causas, un factor que adquiere especial relieve es el de la educación o reeducación, llamada también prevención social para diferenciarla de la prevención situacional.



Esta última apunta a medidas tan conocidas como mejorar la iluminación de ciertos sectores, o instalar cámaras de TV en espacios públicos o semipúblicos. La primera, en cambio, alude a un conjunto de programas de carácter social que apuntan a los grupos en riesgo.



También existe otro factor que ayuda a la prevención, y que reside en generar acciones que apunten a disminuir la percepción errónea o exagerada de inseguridad. Esta tarea es sumamente difícil en Chile, debido a la existencia de una prensa que se encarga interesadamente y en forma sistemática de exacerbar la sensación de inseguridad ciudadana. Pero incluso con una prensa hostil es necesario hincarle el diente a este problema. Todos estos factores son más democráticos y más eficaces que la tolerancia cero.



Valdrá la pena pensar en esto durante los próximos cuatro años, en los cuales se fraguará el futuro político de nuestro país. Para nadie es un misterio que el modelo alcaldicio de Joaquín Lavín es el de Giuliani. Queda por ver cuál es su modelo presidencial, o tal vez no tan presidencial, porque muchos intuyen que su modelo lo encarnó un político italiano del decenio de los años ’30 del siglo pasado a quien apodaban Il Duce***.



Sin embargo, hay algo que juega contra Lavín: Giuliani fue un alcalde que vio abortados sus sueños presidenciales. Algunos creen que los modelos históricos se repiten.



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NOTAS:



* Vale la pena leer el poema de Robert Lederman, Presidente de Artist (Artists’ Response to Illegal State Tactics) que se titula A January 1, 1998 Inaugural Poem for Rudolph Giuliani. Openair-Market Net. Muestra con ironía cómo la tolerancia cero va limitando los derechos ciudadanos.



** Vanderschueren, Franz: Prevención de la Criminalidad. En Temas Sociales 32, junio 2000. SUR Corporación de Estudios Sociales y Educación.



*** Mussolini on the Hudson.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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