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Tres años para profundizar la democracia

El espacio de tres años puede permitir el reemplazo de las cúpulas partidarias, y dar oportunidad para que se implante el registro electoral automático y el sufragio voluntario. Son tres años que pueden motivar, con nuevos estilos, la participación de los cientos de miles que no se han inscrito.


Mas desabridas que bailar con la hermana resultaron las campañas parlamentarias, pese a la pretensión de algunos de considerarlas presidenciales. Estoy seguro que nadie ha hecho caso a la parafernalia desplegada en ellas, porque nadie se guía por frases huecas o caras sonrientes para decidir su voto. Los únicos felices deben ser los imprenteros y los brigadistas, siempre que hayan cobrado por adelantado. De cualquier forma, el despilfarro demostrado en esta campaña debiera remorder la conciencia de la clase política.



Pero quienes han jugado a poner caretas de chicos buenos se equivocaron. La ciudadanía no tiene mala memoria y percibe que la corrupción, los dobles estándares, la mojigatería, la intolerancia y la soberbia son flagelos de la política actual que deben ser eliminados.



Por eso, las personas que viven con apatía este día electoral exigirán que en tres años más el sistema electoral sea con líderes que declaren sus bienes ante el Servicio de Impuestos Internos, precisando cuánto gastaron en propaganda electoral y quienes financiaron su campaña.



Ahora vienen tres años de trabajo, con espacio para gobernar tranquilos, pero también es tiempo para responder a la agenda pendiente, que debe reflejarse principalmente en la sustitución del sistema binominal, la eliminación de los senadores designados y la elección directa de intendentes y consejeros regionales. Ya no más aristócratas santiaguinos repartiéndose el país como si las provincias fuéramos la clase B del país.



Se debe definir sin demora el divorcio vincular. Se debe avanzar sin tapujos en la prevención del sida y promover el uso protector del condón. No podemos aceptar que más jóvenes entren en la recta mortal por imprevisión o dogmatismo.



Se debe avanzar en el gobierno electrónico a nivel de comunas, para traer transparencia a la gestión de las municipalidades. Así temblarán los burócratas y existirán espacios para que los ciudadanos aporten su crítica constructiva.



No basta con tener lindos sitios web: es necesario cambiarle la mentalidad a los tecnócratas que creen saberlo todo y manejan el servicio público como un escuálido macetero de poder, sin oír a nadie.



El espacio de tres años puede permitir el reemplazo de las cúpulas partidarias, y dar oportunidad para que se implante el registro electoral automático y el sufragio voluntario. Son tres años que pueden motivar, con nuevos estilos, la participación de los cientos de miles que no se han inscrito.



La civilidad puede ganar estos tres años para exigir las correcciones que requiere el sistema y que se han destacado en esta semana: la usura no puede seguir imponiéndose, generando dolor y miseria entre los más pobres. La indefensión observada en los casos de las demandas en el caso Eurolatina, así como la quiebra de Habitacoop, demuestran que se necesitan nuevas leyes, que protejan al pequeño ahorrista y que eliminen a los usureros.



El libertinaje, el laissez faire no debería continuar, y para esto se requieren autoridades que fiscalicen y sancionen, que los sistemas de control sean transparentes y que no sigamos a merced de monopolios, máquinas financieras que han hecho del poder que da el dinero una nueva doctrina de dominación.



Es la esperanza de las miles de familias que hoy están sobre endeudadas, en la miseria, en la cesantía.



Los tres años que vienen son auspiciosos, pese a la atornillada al revés que hicieron muchos empresarios. La inversión extranjera ha crecido y esto aumentará por la integración al TLC con Estados Unidos. Pero es un deber patriótico que los beneficios de estos nuevos escenarios tengan destinatarios de nivel medio, que no signifique sólo enajenar recursos públicos y jugar al cortoplacismo.



Es preciso, contra todos los escepticismos, volver a poner en el tapete el rol de las empresas pequeñas y medianas. En esto hace falta mejorar los criterios de promoción y estos tres años quizás puedan hacer mejorar las inconsistencias que el país ha vivido en materia de repactación de deudas, en los criterios torpes del propio Banco del Estado al seguir majaderamente aplicándoles a los deudores el Dicom histórico.



Es el momento tal vez para que el Presidente Lagos se olvide del cuoteo y gobierne con manos más libres, cortando las cabezas que haya que cortar y dando los golpes de timón que el país espera.



Estos tres años desinflarán esos parlamentos ficticios para un alcalde. Y quizás le pese a la UDI tremendamente el haber gastado tanto la imagen de Lavín, porque Piñera no estaba muerto, sólo andaba de parranda, Y tres años es tiempo suficiente para refrescar las ideas y demostrar que es muy fácil criticar, pero es más difícil construir. Y tres años sin juerga de descalificaciones debieran dejar espacio para conocer a los líderes por sus obras y no por su marketing.



Finalmente, queda en la retina ciudadana el mensaje audaz y preciso de los que ganaron todo porque no tenían nada que ocultar. Es obvio que echaremos de menos a los despelotados. Ellos ganaron de todas maneras.





* Hernán Narbona es especialista en gerencia internacional y relaciones internacionales, escritor, académico y consultor.



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