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Embates y debates post-electorales


Lo que ha ocurrido en la derecha en estos días no es sino la consecuencia natural de los resultados de las elecciones parlamentarias, los que -a su vez- ya estaban determinados con la derrota política de Renovación Nacional y, especialmente, de Sebastián Piñera en el momento que éste retiró su candidatura para apoyar la del candidato emblemático de la derecha dura y antidemocrática -el almirante Jorge Arancibia- que representa a la UDI.



Las declaraciones de este último, que levantaron tanta pólvora no sólo en el estrecho círculo de Piñera, eran obvias. Se trataba de hacer evidente la puesta de pie encima de RN y Piñera, de humillarlos para sellar su derrota con una muerte política definitiva, de dejarlos sin ninguna conducta digna posible: ya es hora que desaparezcan, no son nadie, les dijo Longueira. Y los derrotados y ninguneados, respondieron: Ave César Longueira, los que van a morir te piden una explicación… como Condorito. Ä„Patético!



Si uno mira el campo de la Concertación, los días van trayendo la necesaria tranquilidad para entender lo obvio. Todos los Presidentes de los gobiernos la Concertación han contado con su partido o bloque de partidos como sector mayoritario de la coalición. Era inevitable que así lo fuera con el Presidente Lagos.



¿A alguien se le podía ocurrir que el resultado de las primarias internas para elegir candidato presidencial era artificial y que pasados los comicios debía volverse al mismo equilibrio electoral anterior? ¿No correspondía a estas últimas elecciones el traducir a nivel parlamentario las correlaciones de fuerzas, de votos, cristalizados en las presidenciales?



¿No hay algo de artificial en que en una situación de relativa (debido a la naturaleza anómala del régimen actual) democracia, un partido de una amplísima y diversificada coalición haya llegado a ser al comienzo dos tercios del electorado de la coalición y cerca de un tercio del electorado nacional? ¿No era obvio que eso debía cambiar y que debían re-equlibrarse las fuerzas de la coalición?



La Democracia Cristiana debe aceptar que aquí no ha habido derrota suya ni tragedia o drama ninguno, que el re-equilibrio de fuerzas en la Concertación a favor del sub-bloque más cercano al Presidente debía ocurrir y si no hubiese ocurrido, ello sí que hubiera sido una tragedia para la coalición y el gobierno.



La DC debe aceptar que su único futuro está en la Concertación y esto en términos de largo plazo, y que, por el momento, el liderazgo y rol conductor en la Concertación le pertenecen al bloque cercano al Presidente.



El principal resultado electoral fue que la derecha dejaba de ser opción presidencial real en el 2005, puesto que sistemáticamente después de las elecciones presidenciales de 1999-2000 ha estado por debajo alrededor de cuatro puntos de lo alcanzado en ellas. Ha quedado congelada y ya no tendrá el discurso del cambio ni de la novedad en una segunda oportunidad.



De modo que la Concertación tiene despejado el camino para continuar en el gobierno. Basta para ello que el Presidente Lagos cumpla su programa (¿por qué se le llama agenda ahora?) de reformas, el gobierno se diferencie claramente de las propuestas y posturas de la oposición y los partidos de la Concertación hagan el correcto análisis de la situación y apoyen al gobierno.



El Presidente Lagos en todos sus discursos y acciones post-eletorales ha entendido esto y ha sido firme para fijar metas y orientaciones: sabe que todo depende del gobierno y la Concertación porque la derecha tocó techo hace rato. Por ello los rápidos cambios de intendentes y gobernadores y la presentación de su agenda.



Respecto del cambio intendentes y gobernadores nada puede criticarse al estilo totalmente respetuoso tanto para informar previamente de los criterios como para mantener los equilibrios políticos. Tampoco el hecho que haya renovación en los cargos o «rostros nuevos» que sí parece ser una demanda popular y también un criterio de expansión democrática de oportunidades al romper potenciales anquilosamientos de grupos largo tiempo en cargos gubernamentales.



Pero la manera de presentar este asunto y el énfasis comunicacional en la cuestión generacional (¿quiere decir que los mayores de cuarenta ya no tienen nada que hacer en la vida pública y deben retirarse a sus casas?) y en desvincular rostros de programas donde el cambio por sí mismo parece lo bueno, parecen una concesión innecesaria al marketing y las críticas de la derecha.



Respecto de la agenda, hay que notar primero que es probablemente primera vez que un Presidente muestra un itinerario tan claro y con demandas precisas al Parlamento elegido y a los partidos.



Quien sabe si esta claridad, precisión y oncreción pueda llevar a algunos a equívocos y a confundir una agenda legislativa de gobierno con la agenda o programa completo de gobierno.



La acción de un gobierno y su política no se pueden reducir a un listado de proyectos de leyes, por serios, necesarios y coherentes que sean. Así, si bien, esta agenda es novedosa y un paso adelante respecto de las «cartas de navegación» de gobiernos anteriores de la Concertación, las que no daban cuenta de la agenda concreta de gobierno o legislativa, lo que se echa de menos aquí, si estuviéramos hablando de una agenda completa de gobierno, es precisamente la carta de navegación, es decir los sentidos y horizontes que marcan la suma de las acciones gubernamentales.



Y en esta perspectiva, no debieran olvidarse ni dejarse de lado los sentidos estructuradores propios del gobierno del Presidente Lagos, es decir, lo que lo diferencia (e insistamos en la importancia de diferenciar opciones y visiones para evitar que el electorado se haga fluctuante y llegue a votar por «el que le tinque», como quieren algunos) de las otras opciones politicas en juego que también comparten la prioridad del crecimiento y, en menor medida, la seguridad.



Las tres grandes diferencias que aporta la Concertación, y, sobre todo la promesa original del Presidente Lagos son la igualdad con lo que ello implica de redistribución, la reforma política democrática orientada a la participación ciudadana y a restablecer un papel dirigente del Estado, ambos para evitar el predominio de los poderes fácticos y de un mercado salvaje y la promoción de un desarrollo cultural de libertades, progresista, respetuoso de las diversidades y que pone la verdad, la justicia y el término de la impunidad, y la solidaridad como ejes de una reconciliación nacional. Algo de ello se encuentra en los proyectos de la agenda inmediata dada a conocer, pero éstos no cubren todo el horizonte del programa del Presidente y no pueden confundirse con dicho programa.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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