Publicidad

Vox populi, vox Dei

Cuando algunos intelectuales se enredan y se preguntan si ¿no será necesario mejorar primero la calidad de la educación en los liceos y después promover su universalización?, la gente responde implacable: «¿y no será más excluyente no haber siquiera ido al liceo?».


Mientras en los años 80 los intelectuales hablaban de «la crisis de la enseñanza media chilena» y en los 90 algunos han pretendido levantar el fantasma de la sobre calificación generadora de «cesantes ilustrados», las familias chilenas han mostrado una incesante confianza en la educación y han demostrado su compromiso inequívoco con ella. La última constatación de este hecho nos llegó de la mano de las encuestas de opinión pública que «evalúan» el año recién pasado.



La Fundación Chile 21 consultó a los mayores de edad de las principales ciudades del país por el anuncio más importante hecho por el Presidente Lagos para el 2003: el primer lugar lo obtuvo la reforma constitucional que establece: «La extensión de la enseñanza media obligatoria y gratuita». Luego se les pidió que evaluaran los anuncios presidenciales del año 2002. Nuevamente, la mejor nota la obtuvo la extensión de la obligatoriedad escolar.



La visión combinada de ambas preferencias (ver gráfico) entrega un cuadro contundente: lo mejor que le pasó a Chile este año y lo mejor que le pasará a sus jóvenes en el futuro, es que tendrán derecho a completar al menos la educación media, sin considerar la capacidad económica de sus familias.



Anuncios presidenciales 2002:
lo más importante para el país (%) y su valoración personal (nota 1 a 7)




Fuente: elaboración propia en base a Opinión Pública N° 8, Fundación Chile 21, diciembre 2002.



El cuadrante superior derecho del gráfico, es el que expresa que una política concita, simultáneamente, la valoración personal de la gente y la importancia nacional de la medida. Lo más notable de hacer la educación media obligatoria y convertirla en un derecho universal, es justamente su enorme diferencia con el resto de las medidas en orden a conciliar los intereses individuales (cómo tener un mejor futuro) y colectivos (cómo hacer de Chile un país desarrollado). En esto descansa la prioridad permanente de la educación.



Cuando algunos intelectuales se enredan y se preguntan si ¿no será necesario mejorar primero la calidad de la educación en los liceos y después promover su universalización?, la gente responde implacable: «¿y no será más excluyente no haber siquiera ido al liceo?». En efecto, la mayoría de ellos habla con conocimiento de causa: el 54% de los chilenos no terminó su educación media.



En fin, cuando algunos políticos y juristas se confunden, y concluyen que tal vez no es necesaria una reforma constitucional para aumentar la escolaridad, la gente responde con sabiduría: es mejor asegurar explícitamente el derecho de todos a un liceo gratuito.



Para todos quienes trabajamos en educación es estimulante y comprometedor constatar una vez más la consistente fe que las personas depositan en ella. Sin temor a sobre interpretar la encuesta, me atrevo a decir que ésta es también una muestra de confianza en el sistema escolar: si la gente no creyera en su capacidad de acoger y educar a todos, tampoco valoraría la medida, pues la consideraría un ritual, un símbolo vacío. Por ello, mientras siga conectada con las necesidades y los sueños de las mayorías, la Reforma Educacional seguirá apuntando al corazón de la gente. Lo demás se lo llevará el viento.



* Sociólogo consultor de Unicef.



________________________

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias