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La hipótesis Escalona y otras tesis «evaporadas»

No se debe inventar fantasmas y demonizar al contrario. Los hechos son más fuertes que las imágenes que muchas veces creamos para asustarnos. La DC no abandonará al gobierno porque no quiere, no puede ni debe hacerlo. Su electorado no lo quiere, sus dirigentes necesitan a la Concertación y no hay aliados para una política viable de alianzas exclusivamente centristas o de entendimiento con parte de la derecha.


Un fantasma recorría el Palacio de La Moneda en los ’90: la posibilidad que Camilo Escalona fuera elegido presidente del Partido Socialista. Atemorizados hombres de Estado temían que con ello se produciría el alejamiento definitivo del PS del gobierno de Patricio Aylwin.



Ante la demanda por derogar la ley de amnistía, enjuiciar a militares comprometidos en la violación de los derechos humanos o estatizar las Isapres y las AFP se produciría el quiebre de la Concertación. Para evitar tantos horrores se idearon mil estrategias destinadas a impedir la victoria de lo que se llamaría la Nueva Izquierda.



Pues bien: Escalona ganó y nada malo pasó. Por el contrario, el socialismo terminó por integrarse plenamente al gobierno.



En 1997, Gutenberg Martínez se presentó de candidato a la presidencia de la DC contra Enrique Krauss. Se le acusó de demasiado gobiernista, concertacionista y cercano a Ricardo Lagos. Fue vencido, pues incluso en aquellos años que exhibían un 7 por ciento de crecimiento anual y con Eduardo Frei de Presidente de la República, ser gobiernista no rentaba entre los demócratacristianos.



¿Rompieron los ganadores la Concertación o impidieron el triunfo de Ricardo Lagos? Nada de eso. Krauss y los demás terminaron reconociendo generosamente el triunfo de Ricardo Lagos dieron pie al inicio del tercer gobierno de la Concertación.



Moraleja de la historia: no se debe inventar fantasmas y demonizar al contrario. Los hechos son más fuertes que las imágenes que muchas veces creamos para asustarnos.



La Democracia Cristiana no abandonará al gobierno porque no quiere, no puede ni debe hacerlo. Su electorado no lo quiere, sus dirigentes necesitan a la Concertación y no hay aliados para una política viable de alianzas exclusivamente centristas o de entendimiento con parte de la derecha.



En efecto, el electorado de la Democracia Cristiana está absolutamente volcado a una agenda pro democracia, crecimiento y seguridad social, tareas de la Concertación y ciertamente no de la Alianza por Chile. Se trata de un electorado que incluso es más estatista que el mismo ministro de Hacienda. No hay espacio político-electoral para romper con la centroizquierda.
No hay posibilidad, tampoco, para una política que busque acuerdos entre el centro y la derecha. Sebastián Piñera no hará por la DC lo que no estuvo dispuesto a hacer por él mismo. No romperá una alianza que cree ganará el 2005 por pactar con una cansada Democracia Cristiana.



Del mismo modo, los sistemas electorales municipal y parlamentario -que favorecen a las dos primeras mayorías- condenarían a la Democracia Cristiana a desaparecer el 2004 y el 2005, pues constituye, lamentablemente, el tercio más chico de Chile.



La derecha y la izquierda unidas, enfrentando a un centro que se niega a hacer alianzas electorales, superarían con creces a una DC que bordea el 19 por ciento de votación.



Por lo anterior, el debate real de la Democracia Cristiana no es si sale o no de la coalición de gobierno. No lo hará porque no quiere, no puede ni debe hacerlo.



La cuestión es si hay generosidad para de una vez por todas salir de la crisis con nuevos rostros, nuevas ideas y nuevos estilos de hacer política, de cara a la nueva sociedad que ha surgido a partir de 1989. Esta es la hipótesis Blair, de la que hablaremos en otra ocasión.



* Abogado y cientista político, director ejecutivo del Centro de Estudios del Desarrollo (CED).



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