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Elecciones en Costa Rica


Volver a Costa Rica en tiempos electorales – se elige Presidente de la República y Parlamento el próximo 3 de Febrero – es como un bálsamo para quienes apreciamos la democracia como sistema político. Hay transparencia en las posiciones, un mensaje más o menos claro de cada uno de los candidatos, hay un riguroso control del gasto electoral y cada ciertos días los medios publican las cifras que entregan los partidos y los comandos, incitando así a quien no esté de acuerdo a debatir el tema.



Hay un cierto cuestionamiento al tradicional bipartidismo (socialcristianos, hoy en el gobierno, y socialdemócratas en la oposición) y uno de estos últimos, escindido, emerge con algo más del 20% como tercera alternativa de voto aunque sus opciones presidenciales se ven más débiles que los dos principales candidatos.



Lo curioso es que si se suman sus votos a los de su partido original, la socialdemocracia estaría en más del 55% de los votos y la candidatura oficialista debería repartirse el resto con más de 10 otros candidatos. Este es el cuadro formal aunque detrás está el pueblo «tico» como ellos mismos suelen llamarse cariñosamente. Aquí es donde reside la parte más bella de esta reafirmación democrática que se expresa en una contienda electoral.



Es casi envidiable el orgullo que tienen los ticos de su historia reciente. La continuidad democrática y el progreso que trajo consigo hace que en los mitines de masas en las calles, llamados «plazas públicas», los oradores que presentan a los candidatos se preocupen de destacar los logros del país en materias como educación, salud, seguridad social, derechos de la infancia y la tercera edad y las nuevas necesidades para empezar mejor este siglo XXI.



Esto hace que el debate no sea entre neo liberalismo y tradición solidaria sino más bien entre ciudadanos que aspiran a mejorar el bienestar general. La voz discordante ha sido el candidato de la tercera fuerza emergente que ha dedicado más bien sus esfuerzos a cuestionar el bipartidismo, sin encontrar espacio para propuestas privatizadoras, aunque alguna frase se le ha escapado en ese sentido.A quienes no somos parte de esta historia nos recuerda un poco el lenguaje de otras candidaturas más al sur del continente que usaron el rechazo a la tradición política justamente por errores graves, pero cuyo destino final no fue el más feliz.



Ojalá pudiese éste debate ser el que haya en otros lugares de nuestra América Latina, evitando así el horror que ha traído consigo el acento puramente economicista de otras decisiones, que han expropiado a favor de pocos la riqueza básica que hasta por derecho natural pertenece a todos.



Pequeño país ejemplar éste, que quizá no compite en el «ranking» de las cifras pero que es campeón de bienestar para su pueblo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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