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Compras de armas y off-sets : mitos y realidades

El incorporar el off-set hace más compleja la decisión de compra, ya que incorpora más variables; los militares prefieren reducir la decisión a lo puramente tecnológico y operativo, ya que ello les da más control sobre las decisiones, y los economistas neoclásicos, tan predominantes en este país, se resisten a creer que alguien pueda hacer inversiones que no tendrían lugar solas, esto es, impelidas puramente por el mercado, por lo que siempre han desconfiado del off-set.


La adquisición de equipos para las Fuerzas Armadas siempre
ha estado rodeada de un halo de misterio. Por definición, la compra de instrumentos con propósitos letales no puede sino tener una connotación negativa, y los así llamados «traficantes de armas» son personajes vistos en el filo de la ilegalidad, propios mas bien de una novela de Joseph Conrad o de John Le Carré, que del de contrapartes serias de autoridades gubernamentales.



Habiendo dicho eso, la realidad es que la abrumadora mayoría de los países del mundo tiene Fuerzas Armadas regulares, que son necesarias para la supervivencia del estado-nación en un sistema internacional hobbesiano. Estas fuerzas deben estar equipadas para llevar a cabo su labor.



Estos equipos deben ser adquiridos en alguna parte, pues dadas las economías de escala son muy pocos los países que pueden producir sus propios tanques o aviones, y los que lo hacen dependen, a su vez, de las exportaciones para mantener los costos unitarios bajo control.



La compra de aviones F-16 para la FACH y de fragatas para la Armada ha puesto de nuevo este complejo tema sobre el tapete. Uno de los aspectos menos entendidos de estas compras es el de los off-sets. Estos consisten en compensaciones económicas por medio de las cuales las empresas productoras de equipos bélicos se comprometen a realizar inversiones por determinados montos en ciertos sectores de la industria del país comprador. Llamada también participación industrial, puede ir desde una tercera parte del valor de las compras hasta varias veces éste. Un 50 por ciento es considerado razonable.



Ello ha pasado a ser una práctica generalizada en todo el mundo —equivale a un descuento por pagar al contado— salvo en Chile hasta hace un par de años. Las razones por las cuales nuestro país se apartaba de un patrón internacional establecido son múltiples. El incorporar el off-set hace más compleja la decisión de compra, ya que incorpora más variables; los militares prefieren reducir la decisión a lo puramente tecnológico y operativo, ya que ello les da más control sobre las decisiones, y los economistas neoclásicos, tan predominantes en este país, se resisten a creer que alguien pueda hacer inversiones que no tendrían lugar solas, esto es, impelidas puramente por el mercado, por lo que siempre han desconfiado del off-set.



La verdad es que la economía del sector defensa es peculiar. Se trata de un mercado muy imperfecto, de transparencia limitada, con un número reducido de compradores y vendedores (¿cuántos particulares compran F-16?). Como si esto fuera poco, el gasto en defensa se ha reducido desde el fin de la Guerra Fría, llevando a un exceso de capacidad instalada en la industria y a un sobrestock de material.



El resultado neto de todo esto es que en un mercado de compradores, los fabricantes están dispuestos a ofrecer todo tipo de compensaciones en material de inversiones para asegurar un cliente. Y hay muchas razones, conocidas por cualquier experto en mercadeo, por las cuales el descuento liso y llano (digamos de un 50 por ciento) sobre el precio de un producto de marca no es recomendable ni aplicable, ya que desvaloriza la mercancía.



En momentos en que se considera gastar 600 millones de dólares para la compra de los F-16 y 900 millones de dólares en la fabricación de fragatas, esto no es irrelevante, y se han dicho muchas cosas sin sentido en esta materia en los últimos días. Es por ello que hay que especificar la naturaleza de la adquisición de armas con off-set:



1 Los equipos a comprar y las compensaciones son parte de un paquete integral. Como tales, y en lo posible, la negociación debe ser por el conjunto y no desagregada, ya que esta última debilita la posición del comprador.



2 Dados los volúmenes de inversión, estas compras son una gran oportunidad para expandir la capacidad productiva del país. Canadá, que hasta 1990 prácticamente no había exportado un solo helicóptero, en 1998 fabricaba un 60 por ciento de los que se exportan en el mundo, algo que logró por medio de off-sets.



3 Una decisión de este tipo escapa con mucho a las FFAA y al Ministerio de Defensa. Son decisiones de país; estamos hablando del equivalente a tres líneas del Metro.



4 Con las necesidades de Chile en materia de infraestructura ferroviaria, un área natural para invertir parte del off-set sería allí. Ello potenciaría las regiones, en un área visible y con beneficios tangibles para los sectores populares.



La eventual compra de los F-16 y el Proyecto Tridente de la Armada han expuesto como pocas otras instancias las enormes carencias institucionales del sector defensa en el país. Las rigideces de la ley reservada del cobre que se utiliza para estas adquisiciones, las insuficiencias de un Ministerio de Defensa que ni siquiera cuenta con una ley orgánica, y no digamos de divisiones especializadas en estas materias, y la ausencia de coordinación entre cada una de las ramas en tantas áreas, incluyendo la renovación de sus equipos, han sido todas puestas de manifiesto en esta ocasión.



Una adecuada negociación y utilización del off-set, que bien planteados pueden ser herramientas muy potentes para el desarrollo industrial del país, van a ser una de las pruebas de fuego del gobierno este año, así como de la nueva ministra de Defensa, quien ya ha dado importantes señales de querer renovar las añejas estructuras de su cartera y sus dependencias.





* Jorge Heine es presidente de la Comisión de Defensa del Partido por la Democracia.



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