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De la política de los acuerdos a la política de la sobrevivencia

La conclusión es bastante sencilla: RN se enfrenta a una situación crucial, su sobrevivencia como partido. Esto ya no depende exclusivamente de sus acciones, sino también de lo que digan sus aliados, y en política eso sí que es muy peligroso.


Los días de abundancia parecen quedar en el pasado para RN. Con melancolía se recuerdan las jornadas llenas de abrazos y de hermosas palabras, cuando sus dirigentes acudían a paso firme a La Moneda para finiquitar la política de los acuerdos con el Presidente Patricio Aylwin. Todos eran importantes, requeridos, consultados sobre las diversas materias que en ese entonces se definían como «de interés nacional».



La UDI, en cambio, vivía una realidad distinta. Marginada y automarginada de los acuerdos, se quedaba solitaria en el extremo derecho añorando esos 17 años donde fueron protagonistas indiscutidos junto al general (r) Pinochet. Nada querían saber sobre reformas constitucionales o acuerdos en materia de derechos humanos. Según ellos, la intención última de los nuevos gobernantes era desmantelar la institucionalidad que tanto les había costado instaurar en el país.



Sin embargo, las elecciones de 1989 implicaron un verdadero triunfo para la UDI, pues lograron que 14 de sus miembros integraran la Cámara, además de poner en el Senado a Jaime Guzmán. El líder de la colectividad inteligentemente negoció la presidencia de esa corporación con Gabriel Valdés, dejando de lado la participación de RN. De esta manera, los hombres de Jarpa y Allamand ya se percataban que sus socios eran capaces de hacer muy eficientes sus recursos, y su peligrosidad se multiplicaba cuando de negociaciones se debía discutir.



El mensaje de la UDI era claro: «no contamos con los votos ni con los escaños suficientes, pero sí tenemos una mayor habilidad política que nuestros aliados». Así, un partido cuyos miembros vociferaban en contra de la política se convertía paulatinamente en uno con negociadores de primera línea. Posteriormente contaría con esa capacidad estructural y con los votos necesarios, completando el círculo que actualmente le permite constituirse en la colectividad de mayor trascendencia.



RN fue quedando poco a poco en el camino. Tenía los votos y el porcentaje electoral suficiente para consolidarse como la fuerza líder y única de la derecha, pero jamás presentó lo que la UDI sí tuvo: capacidad de anticipación y unidad. Un partido monolítico y otro de tendencias, uno con un liderazgo claro y otro con muchas cabezas visibles, uno apegado a Pinochet y otro con divisiones internas por distintas evaluaciones sobre el pasado autoritario.



Estas disputas intestinas entre liberales y conservadores, que también se tradujo en un conflicto generacional, enfrentó en una primera etapa a Jarpa contra Allamand, lo que tuvo como resultado el alejamiento de ambos. El primero se fue desencantado por la conducción del partido, y el segundo a raíz de una derrota electoral. En este escenario, la UDI y RN debieron enfrentar las elecciones que siguieron.





La supremacía de RN se hizo evidente hasta los comicios de 1993, pues en las parlamentarias de 1997 la UDI los superó en la elección de senadores. En ese contexto sucedió un hecho crucial: Andrés Allamand fue derrotado ampliamente por Carlos Bombal, quien realizó una millonaria campaña cuyo efecto, a la postre, fue el desmembramiento total del ala liberal de RN.



En las elecciones municipales, el despliegue electoral de la UDI ha sido mucho más fecundo, lo que se debe en gran parte al trabajo de base que comenzó a desarrollar en el período de Pinochet y que logró consolidar en los comicios del año 2000. Allí, a partir de una negociación conveniente y muy bien planificada, consiguió las alcaldías de las ciudades más importantes del país, dejando a RN fuera del cinturón de decisiones que circunda a la capital y posicionándose de excelente manera en las principales capitales regionales. Así, si bien RN logró más alcaldías, en términos cualitativos el poder quedó en manos de la UDI.







Razones para dos realidades opuestas



¿Es correcto denominar «reedición de la política de los acuerdos» a la conducta que ha manifestado RN en este último tiempo a raíz de su cercanía con el Gobierno? El asunto es discutible. Si bien el contexto político no ofrece las condiciones para la reedición de este proceso, que se dio en su momento en un esquema de relación política consociativa en el marco de la transición y redemocratización del país, sí exhibe un elemento que se ha transformado en constante: el intento de aislar a la UDI en el extremo derecho.



Hoy RN no es el único interlocutor válido para tratar con el gobierno. Las cosas no están como a fines de 1988 y principios de 1989, cuando ambos actores fueron capaces de acordar una serie de reformas constitucionales dejando a la UDI fuera de las conversaciones.



¿Qué hay detrás de la actual estrategia de RN? Primero descolocar a la UDI, es decir, abandonarla nuevamente en el extremo del espectro. Segundo, consolidar el liderazgo del alicaído Sebastián Piñera, quien se niega a dejar la presidencia pretendiendo construir una Nueva Oposición. Tercero, apagar el apetito de Pablo Longueira respecto a entregar por anticipado el parte de defunción para el timonel de RN, o a lo menos postergar su objetivo.



Debemos considerar como factor para explicar de la estrategia de RN que su presidente aparezca constantemente en las encuestas de opinión como líder no sólo de la Alianza, sino también a nivel nacional, lo que constituye un importante capital que podría utilizar para catapultarse definitivamente en la carrera presidencial.



Piñera sólo cuenta con la presidencia del partido para fundamentar su aparición política pública, y dejar este cargo implicaría su regreso al anonimato del mundo empresarial, lo que sería fatal para sus aspiraciones de llegar a La Moneda. Si Piñera deja la presidencia de RN perdería automáticamente su condición de interlocutor con el gobierno, y eso lo sabe muy bien, pues ya señaló que los acuerdos entre ambos actores implican el apoyo de los diputados y senadores de RN en el Congreso.



Con lo anterior, el timonel de RN posiciona a su partido como una real fuerza de chantaje, lo que tiene como objetivo dejar, o intentar dejar nuevamente a la UDI en el extremo derecho, repitiendo así a grandes rasgos la estrategia utilizada en 1989. Pero ahora esa decisión es demasiado relevante, pues implica la sobrevivencia de RN y la imposibilidad de institucionalizar definitivamente la Alianza por Chile.



De esta manera nos encontramos con el bipartidismo histórico de la derecha, que sólo fue suspendido entre 1966 y 1973 con la constitución del Partido Nacional luego de la estrepitosa derrota de los partidos Liberal y Conservador en las parlamentarias de 1965. Pero ese bipartidismo implica un peligro que puede amagar las pretensiones presidenciales de Joaquín Lavín: la institucionalización de la Alianza por Chile como bloque político capaz de entregar gobernabilidad al país.



El diputado electo por RN Nicolás Monckeberg ha señalado que la disputa Piñera-Longueira sólo es una pelea de verano. Precisamente ésa es la actitud que siempre ha dañado a Renovación Nacional: desperfilar los desacuerdos con sus aliados, constituir un partido demasiado dependiente del presidente de turno, vivir en la eterna contradicción liberales-conservadores, o más bien, leales al régimen de Pinochet- colaboracionistas con el gobierno.



Un partido con este tipo de divisiones se hace demasiado permeable a la coyuntura crítica. Alberto Cardemil fue acusado de entreguista y obsecuente ante la UDI, mientras que a Piñera se le asignan las características contrarias. RN vive así en función de su aliado y jamás de sí misma.



En RN, cuando cambia el presidente, se modifica la relación tanto con la UDI como con el gobierno, lo que no ocurre con el resto de los partidos, incluso con el PS cuando asumió Camilo Escalona en el gobierno de Frei, quien casi fue demonizado por sus aliados de pacto pero al final nada malo sucedió.



Por lo anterior, la recomposición de la Alianza no va a depender de la buena o mala voluntad de la UDI, sino del acomodo y reacomodo que experimente RN, es decir, aceptar o no el mandato de la UDI, colaborar o no con el gobierno, sumarse o no al proyecto Lavín. En eso consistirá el proceso de institucionalización de la Alianza, siempre y cuando no se produzca un cambio en la presidencia de RN, lo que comenzaría todo de nuevo.



¿Qué tiene la UDI que no tiene RN? Algo muy sencillo: unidad. ¿Perob cómo se expresa esa unidad? La UDI es un partido con altos índices de institucionalización, aunque ese proceso no cuente con mecanismos puramente democráticos, pues jamás ha tenido una elección interna. Por su directiva han pasado nada más que 15 personas desde 1988, lo que se logró sobre la base de una «rotatividad acordada». No existen divisiones y, si las hay se apagan antes de que detonen, lo que denota su capacidad de anticipación. La UDI no depende de su presidente de turno, pues su proyecto político es tan nítido que la institución está por sobre las personas.



RN, en cambio, ha llegado al extremo de presenciar un preocupante proceso de fuga de sus miembros. Primero fue la actual diputada no reelecta Marina Prochelle, quien dejó el partido debido a que no fue en la plantilla parlamentaria y se unió a la bancada del PDC. Luego fue el turno de María Angélica Cristi, quien se retiró debido a sus diferencias con el estilo y conducción de la colectividad.



Probablemente en el futuro encontremos más situaciones como la ya descrita, lo que sólo tendrá como consecuencia un aumento de militantes para la UDI y, en menor medida, para la Concertación.



El desgajamiento interno de RN era algo que se veía venir, no sólo por las razones expuestas sino por su carencia de proyectos concretos. La UDI, en cambio, lleva bastante ventaja en esta materia. El Instituto Libertad y Desarrollo realiza un intensa labor de asesoría técnica, la que en ningún caso se puede comparar al bajo perfil que exhibe el Instituto Libertad asociado a RN.



La Universidad del Desarrollo también apunta en la misma dirección, en un proyecto de mediano plazo que tiene como objetivo la conformación de un cuerpo de profesionales jóvenes capaces de enfrentar una futura administración del país por parte de la derecha.



En términos comparados, la situación de RN es de mayor gravedad que la que sufre el PDC, pues este partido no cuenta con aliados cercanos al fanatismo y tampoco pretende ser absorbido con tal vehemencia. Así, la Concertación puede decir que aún cuenta con relaciones de lealtad, aunque sean mínimas, pues sólo es cosa de mirar hacia el lado para percatarse que la frialdad y el cálculo político no tienen límites.



¿Quién es el responsable en la derecha para que se dé un escenario tan conflictivo? En los inicios de la Nueva Democracia RN lo tuvo todo: votos, escaños, presencia comunicacional, liderazgos. Pero fueron precisamente estos liderazgos los que hundieron al partido, pues cuando existen demasiadas cabezas visibles en una colectividad que no cuenta con un proyecto claro se pierde la brújula. Eso fue lo que sucedió con RN.



En la actualidad, la UDI cuenta con todos los elementos que en algún momento tuvo RN, pero a eso se le debe agregar la mística, un proyecto asumido por todos sus miembros, la manifestación clara y abierta por alcanzar el poder, un candidato presidencial indiscutido y el apoyo económico de los empresarios. Además, ya no cuenta con el lastre que significó el régimen autoritario, liberándose de esa carga y mostrándose así como un partido con fuerte vocación por los más desposeídos.



La UDI ha dado muestras de que no le incomoda que la aíslen y la dejen en el extremo derecho. Muy por el contrario le acomoda, pues así refuerza aún más su identidad.



En este escenario la conclusión es bastante sencilla: RN se enfrenta a una situación crucial, su sobrevivencia como partido. Esto ya no depende exclusivamente de sus acciones, sino también de lo que digan sus aliados, y en política eso sí que es muy peligroso, sobre todo cuando ese aliado no desea un compañero sino un verdadero hermano menor que sólo asienta cuando se le entreguen las órdenes.



* Mauricio Morales Q. es cientista político y periodista.



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